El delito, cada vez más 'profesionalizado'
Un robo cada 8 minutos: cómo los móviles birlados en Londres acaban en Guangzhou
Durante años, Scotland Yard consideró este tipo de hurtos como delitos menores. El hallazgo de un cargamento de casi mil iPhones en un almacén cercano al aeropuerto de Heathrow ha cambiado el enfoque
Por Celia Maza. Londres
31/10/2025 - 05:00
El ladrón no sabía que el móvil que intentaba robar pertenecía a Brian de Clare, asesor de Bill Clinton en materia de cambio climático. Pero no fue por eso por lo que acaparó titulares. Cuando un transeúnte intentó detenerle, se cayó de la bicicleta eléctrica en la que iba y, aunque logró escapar, dejó por el camino un zapato de donde la Policía extrajo el ADN que permitió su arresto. El "Ceniciento" —así le bautizó la prensa— se trata, no obstante, de un caso más que atípico. La mayoría de estos delincuentes nunca son pillados, por lo que la llamada ya 'epidemia' se está extendiendo sin límites. Cada 8 minutos se roba un teléfono en la capital británica.
Durante años, Scotland Yard consideró este tipo de hurtos como delitos menores cometidos por jóvenes marginales en busca de dinero rápido. Pero el hallazgo de un cargamento de casi mil iPhones en un almacén cercano al aeropuerto de Heathrow ha cambiado el enfoque: Londres se ha convertido en un hub para el crimen organizado de móviles europeos que acaban vendiéndose en China. La Policía ha desmantelado una banda criminal sospechosa del contrabando de 40.000 teléfonos, resultando en más de 46 arrestos. La banda podría estar detrás de aproximadamente el 40% de todos los robos de teléfonos en Londres. "Esta es la mayor ofensiva contra el robo y hurto de móviles en Reino Unido, en el conjunto de operaciones de este tipo más extraordinario que la Policía Metropolitana haya llevado a cabo jamás", asegura el comandante Andrew Featherstone. Entre los detenidos destaca un grupo que robaba camionetas de mensajería con el nuevo iPhone 17, un hombre que había viajado entre Londres y Argelia (otro de los destinos para los celulares) más de 200 veces en el último año y dos hombres de unos 30 años bajo sospecha de lavado de dinero tras encontrar 46.000 euros en efectivo en una tienda en el norte de la metrópoli. Algunos de los dispositivos encontrados en un coche estaban envueltos en papel de aluminio en un intento de impedir que transmitieran señales de rastreo. Los ladrones llegaron a comprar casi 2,4 kilómetros de papel de aluminio en Costco.
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El año pasado se robaron la cifra récord de 80.000 teléfonos, lo que ha dado a Londres la indeseable reputación de capital europea del delito. El alcalde, Sadiq Khan, advierte que el robo de teléfonos está ocurriendo a "escala industrial" e insta a los fabricantes como Apple y Samsung a tomar más medidas para bloquear los terminales robados. La investigación que la Policía ha dado ahora a conocer comenzó el año pasado, cuando se descubrió una caja con alrededor de mil iPhones mientras era enviada a Hong Kong, donde estos dispositivos pueden venderse por hasta 4.300 euros. "Rápidamente, comprendimos que no se trataba de delincuencia callejera tradicional, sino de un sistema logístico criminal a escala global", explica el inspector Mark Gavin.
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A partir de ese hallazgo, los agentes siguieron un hilo que conectaba robos exprés en los barrios de moda con redes de exportación que operaban desde los suburbios industriales. El resultado fue un mapa del crimen organizado del siglo XXI, donde el teléfono móvil sustituye a la droga o al coche robado como mercancía perfecta: ligera, valiosa, difícil de rastrear y con un mercado internacional garantizado.
La paradoja es que cuanto más caros se convierten los móviles, menos protector es el usuario. Nadie va por la calle sacando billetes de la cartera y mirándolos mientras camina, pero todos vamos absortos en pantallas de dispositivos que pueden superar los mil euros. El motivo por el que China y Argelia son los principales destinos de los teléfonos robados en Reino Unido no es casual. En ambos países, la legislación y los sistemas de control permiten el uso de terminales bloqueados en Europa.
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En el gigante asiático, la clave está en que muchas operadoras no están adheridas a la base de datos internacional de dispositivos robados (IMEI blacklist). Eso significa que un iPhone denunciado en Londres como robado —y, por tanto, inutilizable en Europa— puede funcionar sin restricciones en una red china.
Además, el auge del mercado de segunda mano en Asia y la demanda de modelos de alta gama han creado un ecosistema donde los teléfonos occidentales, incluso de generaciones anteriores, se cotizan como bienes de lujo. En ciudades como Shenzhen o Guangzhou operan talleres clandestinos que reconfiguran los dispositivos, eliminan bloqueos o cambian placas base, lo que permite "renacer" a un teléfono robado con un nuevo número de serie. Por su parte, Argelia cumple un papel distinto, pero complementario. Allí los móviles robados europeos se integran en circuitos de contrabando transahariano que combinan mercancía legal e ilegal. Londres se ha convertido en un nodo logístico más de esas rutas: los teléfonos viajan a través de intermediarios magrebíes, se blanquean en tiendas londinenses de segunda mano y acaban cruzando el Mediterráneo.
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La situación contrasta con la de España, donde los teléfonos robados no suelen salir de la Península Ibérica o, como mucho, cruzan el Estrecho hacia Marruecos. A diferencia de China, el mercado africano del norte depende más del contrabando físico que de la manipulación tecnológica. Los móviles robados en ciudades españolas se venden en mercados de Tánger, Casablanca o Fez, donde se reparan o desmontan para revender piezas. Allí, el beneficio por unidad es mucho menor, pero los costes y riesgos también lo son.
La delincuencia general en Londres ha disminuido en los últimos años, pero el robo de teléfonos es desproporcionadamente alto, representando el 70% de los hurtos el año pasado. Los 80.000 robos de 2024 supusieron un marcado aumento respecto a los 64.000 de 2023. El comandante Andrew Featherstone, responsable de la lucha contra el robo de móviles en Reino Unido, asegura que el ecosistema opera en varios niveles con una precisión de "crimen organizado puro". En definitiva, hay jerarquías, logística, lavado de dinero y un control férreo de la cadena de distribución. Solo que, en lugar de cocaína, trafican con iPhones.
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En el primer nivel están los ladrones callejeros, a menudo jóvenes en bicicletas eléctricas, enmascarados y con capuchas, que sustraen los dispositivos. Pueden ganar hasta 360 euros por aparato, más del triple del salario mínimo nacional por un día de trabajo. En el segundo nivel, los tenderos o intermediarios que los limpian o los resetean y los venden en tiendas de segunda mano o en Internet. Por último, están los exportadores, que compran lotes, los empaquetan con etiquetas falsas y los envían al extranjero bajo apariencia legal.
El papel de las bicicletas eléctricas ha sido determinante para el negocio. Introducidas masivamente en Londres a partir de 2018, se han convertido en la herramienta ideal para huir a toda velocidad tras un robo. La Policía reconoce que perseguir a un ladrón en una e-bike por una calle concurrida puede ser más peligroso que dejarlo escapar. Aunque la expansión de este delito tiene raíces más internas. Los años de austeridad aplicados por los gobiernos conservadores durante la década de 2010 redujeron drásticamente los recursos policiales. La Metropolitan Police perdió miles de agentes y, en 2017, anunció que dejaba de investigar los delitos de bajo nivel, como los robos sin violencia. El mensaje caló en el mundo criminal: las probabilidades de ser detenido eran mínimas. De los más de 100.000 móviles robados entre marzo de 2024 y febrero de 2025, solo 495 casos acabaron con una acusación formal.