De ronda con la Policía Local
Dos agentes del grupo GOIA realizan un control en Tamaraceite. LP/DLP
Los agentes de la Policía Local siguen durante los meses de verano con su trabajo habitual. Sin embargo, los casos que se les presentan parecen sacados de un anecdotario. Rateros que asaltan tiendas en bici, vecinos que se niegan a bajar la música y jóvenes lanzando vidrios a los viandantes.
MANUEL REYES El mes de junio ha dejado en la capital grancanaria un pu?ado de casos curiosos para los agentes de la Policía Local, según se deduce de los atestados levantados en estas fechas veraniegas. Desde rateros que asaltan las tiendas de Triana a lomos de bicicletas hasta vecinos con demasiado alcohol en la sangre que se niegan a bajar los decibelios musicales, sin olvidar claro, a los típicos delincuentes que se parapetan en una esquina para emprenderla a botellazos con todo lo que se mueve.
Este último caso ocurrió el pasado 24 de junio en la avenida de Las Canteras. Zebensui, Raúl y Abián parece que se aburrían esa madrugada, sin nada mejor que hacer. Así que se pusieron a lanzar botellas de cristal contra los transeúntes. "Cabrones. A por ellos", gritaron cuando llegaron los primeros municipales, al tiempo que comenzaron a tirar los vidrios contra ellos. Fueron detenidos tras una azarosa persecución entre la multitud que se había congregado.
Más discreta fue la actuación policial contra el caco de la bici. El ínclito ladronzuelo irrumpió en una tienda de Triana no se sabe si haciendo un caballito o derrapando con la rueda de atrás, y arrambló con un número indeterminado de prendas de ropa.
Tras la denuncia verbal de la tendera, uno de los agentes que patrullan a pie la calle Mayor se encontró al quinqui en una calle cercana y, después de un duro forcejeo, algún que otro golpe y pocos palabras, logró reducirlo sin mayores dificultades.
Al detenido se le encontró un peque?o arsenal de supervivencia, integrado por un par de zapatillas deportivas, un martillo, un cortavidrios, un alicate, un destornillador y un cortacables.
Pero el mes de junio -?será el calor y la humedad?- todavía guardaba otra sorpresa a los agentes. "La música la puso mi mujer y se fue esta ma?ana a Fuerteventura y yo no tengo acceso a esa parte de la casa", le respondió José Antonio a la pareja de policías que esa tarde llamó a la puerta de su casa.
La música se oía desde la calle y los vecinos llevaban toda la ma?ana quejándose. Así que le pidieron al joven algo de educación, buenos modales y que bajara el volumen de su transistor. Pero no hubo manera. El inquilino les cerró la puerta en las narices y siguió a lo suyo.
Después tuvo la delicadeza de volver a abrir la puerta y desplazarse hasta la calle con los agentes, empe?ados ellos en demostrarle que su incivismo llegaba a pie de carretera. Y su respuesta en esta ocasión tampoco tuvo desperdicio: "?Qué más da. Así tenemos fiesta para tres días!".
A los policías no les quedó más remedio que pedirle la documentación para sancionarlo, pero el celo profesional embriscó a este inquilino de la calle Pancho Ruiz, pues reaccionó con gestos amenazantes, insultos y un manojo de nervios que acabaron con sus huesos en el centro de salud de Canalejas. Los médicos le diagnosticaron "taquicardia con síntomas etílicos". Luego su padre tuvo que venir a sacarlo del entuerto. Los agentes le solicitaron que fuera hasta la casa para apagar la música, mientras extendían dos sanciones administrativas a nombre de su hijo: una por los ruidos y otra por su negativa a identificarse.