POLICÍA | Se colapsa el sistema de renovación del DNI
Lío en la comisaría
Silvia Taulés | Madrid
Actualizado miércoles 07/10/2009 18:04 horas
A las 7 de la ma?ana caen las primeras gotas de lluvia y todo hace pensar en lo peor. Hasta las nueve no abre la comisaría y dos horas bajo la lluvia se antojan terribles. El presagio, sin embargo, se queda en lo na?f: lo peor está por llegar. El sistema informático de todas las comisarías de Espa?a se ha caído esta ma?ana sin previo aviso y renovarse el DNI, el pasaporte o cualquier documento ha sido un suplicio sólo aliviado por algunas notas humorísticas propias de un sue?o. Mejor dicho, de una pesadilla.
Todavía de noche, los silenciosos ciudadanos se colocan en fila a las puertas de la comisaría de la calle Luna, en el centro de Madrid. No se reparten más de 20 números al día y si uno quiere asegurarse la entrada tiene que madrugar. Sin excepciones. Quienes cuentan con cita previa tienen prioridad sobre los que se rigen por un riguroso turno, pero si a uno le roban el bolso con todo dentro y debe viajar en breve (este es el caso, se?ores), necesita sus papeles cuanto antes.
Cruzar la puerta de las dependencias policiales puede compararse a entrar en el paraíso: "Nadie saldrá de aquí sin documentos", anuncia entusiasta el solícito agente que atiende a diario a los despistados ciudadanos. Esta vez se equivoca. A los pocos minutos, los 20 con turno se van mezclando con los que llegan y la confusión empieza a flotar en la sala.
A las 9, la máquina marca el número 39; a las 10.30 horas, la máquina marca el número 39.
Aparecen entonces algunas necesidades, que si desayunar, que si fumarse un pitillo, que si ir al ba?o. ?Al ba?o? En la comisaría de la calle Luna el ba?o no es público, los bares de los alrededores son quienes ofrecen el servicio previo pago de consumición. Un agua, un café, una tila. ?Les suena eso de 'el pez que se muerde la cola'? En fin.
Cuando ves que desconocidos hablan entre sí de manera acalorada, intuyes que la cosa se pone fea. Son las 12 horas y la concurrencia empieza a enfadarse. Los que están sentados se ponen de pie, una se?ora pide el libro de reclamaciones mientras se queja en voz alta: "Se han pensado que no tenemos nada más que hacer, me dicen que puedo volver ma?ana, a ver si tengo más suerte, ?pero que cara!". Asienten los de alrededor y todos se preguntan entre sí: "?Ha venido usted con cita previa o tiene número?". Y los funcionarios (seis ante el ordenador y una en información) piden "paciencia, por favor, hay un problema con el sistema informático".
De nada sirve. Un se?or con gafas de sol y pelo te?ido saca su voz del fondo de la garganta, "?cita previa o número?, pregunta al aire, y al verse sin respuestas se dirige raudo al mostrador de información. Muchos otros le siguen con una rapidez que ni el récordman Usain Bolt podría superar. Parapetadas tras sus mesas, dos funcionarias dan explicaciones con el rostro sonrojado y la gota fría recortándoles el rostro.
Paciencia.
Un se?or con un respirador portátil da vueltas sin parar. Otros hablan por el móvil. Como esa ama de casa que dice: "Hijo, ?venías a comer hoy?, pues mejor que no". Una chica con gafas de sol y gorra logra lo imposible: ?colarse!. Se calientan los ánimos y muchos, muchos, abandonan el recinto.
A las 13 horas una joven comenta con sorna: "Podrían ponernos el informativo, cae una bomba atómica hoy y salimos de aquí sin enterarnos".
La chica que se ha colado no se va sin una buen reprimenda por parte de una mujer que ha sido víctima de dos robos en cuatro días. "Me robaron en Polonia y tuve que viajar con un salvoconducto [cuánto símbolo], pero el domingo me robaron de nuevo en el Templo de Debod, nunca me habían atracado y van dos en una semana, qué locura". Una pareja de ancianos de brazos trémulos y andar dificultoso va de mesa en mesa poniendo su huella sobre un aparatito que tampoco funciona hoy. "Venga hacia aquí, vaya la otra mesa". Buf.
"Si los técnicos tuvieran que estar cara al público esto funcionaría de otra forma", comenta una empleada, "es que ya no nos cogen ni el teléfono, están todas las comisarías de Espa?a llamando sin parar, esto es una vergüenza".
Finalmente, a las 14.45 horas, después de lo que podría haber sido una jornada laboral, suena un nombre en el aire. "Silvia, ?es usted Silvia?". Y sólo acierto a contestar: "Pues la verdad, ahora mismo no lo sé". Al menos, así lo acreditan mis nuevos y relucientes documentos.
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