LIBROS: 23F. La pieza que falta
Pardo Zancada, Ricardo: 23F. La pieza que falta, ed. Plaza y Janés Barcelona 1998, 439 págs.
Ricardo Pardo Zancada, comandante de Estado Mayor, experto en información, fue uno de los protagonistas del golpe militar del 23 de febrero de 1981. Actuó como enlace con Milans del Bosch, capitán general de Valencia, ocupaba un alto puesto en el Estado Mayor de la Brigada acorazada, y fue el jefe de la única unidad del Ejército que se unió en el Congreso a los guardias civiles del teniente coronel Tejero. Estuvo, pues, en los tres puntos neurálgicos. Fue condenado a seis años de prisión por el Consejo Supremo de Justicia Militar (hoy suprimido) y, luego, a 12 años cuando el Gobierno de L. Calvo Sotelo apeló al Tribunal Supremo para que se impusieran penas más severas.
Se trata de un testigo privilegiado. Pero, además, ha tenido quince años para estudiar los millares de folios del proceso, para interrogar a protagonistas, para revisar la bibliografía existente, y para evocar sus recuerdos. Estamos, pues, ante un testimonio de excepcional valor historiográfico, superior a cuanto hasta ahora se ha publicado. ¿Qué es lo que, en esencia, revela el autor? Se trata de resumirlo fielmente.
El Gobierno elaboró tres consignas que fueron respetadas por los jueces y, hasta ahora, han sido acatadas por la casi totalidad de los cronistas del consenso: limitar las responsabilidades militares a los treinta y dos oficiales encausados; no inquirir sobre posibles implicaciones civiles de la clase política; y dejar al rey al margen. Las conclusiones de Pardo Zancada son muy diferentes. Demuestra, en primer lugar, que el malestar en el Ejército era general y que eran muy numerosos los oficiales más o menos implicados en el golpe. Afirma, en segundo lugar, que el director del golpe, el general Armada, había contado con los dirigentes de los partidos políticos a los que había incluido en su proyectado Gobierno de concentración. Afirma, en tercer lugar, que Armada con reiteración, hizo saber a todos los implicados que actuaba siguiendo los deseos del rey.
La gran cuestión que se debate a lo largo de todo el libro es la de si efectivamente Armada contaba con el impulso soberano o si se lo atribuyó sin suficiente fundamento. Según el autor, esta interrogación sólo pueden responderla definitivamente los interlocutores; pero ninguno de los dos lo ha hecho, y es improbable que lo hagan. Armada, ¿mintió a Milans del Bosch y a todos los demás al declararse ejecutor de un deseo regio? El autor cree que hay motivos para pensar que no mintió, y los va enumerando y analizando con minuciosidad detectivesca.
1. En noviembre de 1980, cuatro meses antes del golpe, el Cesid facilitó al rey y a las más altas autoridades, un informe sobre los movimientos subversivos en marcha y, entre otros, subrayaba la importancia de uno promovido por un grupo de generales en activo para imponer un Gobierno de concentración presidido por un militar, negociado con el Psoe y Ucd, y previsto para la primavera de 1981. El autor publica este documento que prefigura con gran precisión el 23 F.
2. El 3 de enero de 1981, Armada que estaba destinado en Lérida, se reune con el rey en Baqueira-Beret. En el mismo lugar, el monarca y el general vuelven a reunirse el 6 de febrero. Sólo ellos conocen el contenido de unas conversaciones que en sus declaraciones ante los jueces Armada minimizó hasta límites risibles. El autor cree que Armada dió cuenta del plan Tejero, que ya estaba muy avanzado.
3. El 10 de enero, Armada se entrevista en Valencia con Milans del Bosch.
4. El 18 de enero se inicia una serie de reuniones de altos mandos militares en el domicilio madrileño del teniente coronel Más Oliver a quien Milans designa como su enlace (fue condenado a seis años).
5. El 22 de enero, el rey presiona a Suárez para que nombre a Armada segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, a lo que accede; pero inmediatamente, el día 28, Suárez presenta su dimisión.
6. El 8 de febrero el teniente general y ex vicepresidente del gobierno Fernando de Santiago publica su artículo "Situación límite".
7. El 13 de febrero el general Armada se entrevista nuevamente con el rey después de tomar posesión de su nuevo destino como número 2 de la cúpula militar.
8. Conducido por el comandante José Luis Cortina (agente del Cesid, que misteriosamente logró ser absuelto), Tejero se entrevista con Armada en un piso tercero de la madrileña calle de Juan Gris (núm. 5) y acuerdan que la ocupación del Congreso se efectúe a las 18,10. Allí Armada dice a Tejero: "Tu entras en nombre del rey… Pero, como el rey es voluble, aunque respalde esto, yo estaré en La Zarzuela para que no cambie de opinión".
9. A las cuatro de la tarde del 22 de febrero, Milans recibe en Valencia a Pardo Zancada para ultimar los detalles de la ocupación del Congreso y de la movilización de la División Acorazada. Milans afirma: "Importa mucho que todo el mundo sepa que detrás de esta operación está S.M. el rey". Armada ha anunciado a su superior Milans, que después de asumir el poder lo nombrará Presidente de la Junta de jefes de Estado Mayor, es decir, la máxima autoridad militar.
10. A las cinco y media del 23 de febrero, Milans convoca a los generales a sus órdenes y les expone el inmediato plan de acción y confirma que permanecerá a la ulterior espera de "instrucciones del rey que está al tanto de todo".
11. A las seis de la tarde, Armada dice al general Luiz Sáez Larrumbe en su despacho: "Esta tarde es posible que se produzca algo grave y tengo que ir a La Zarzuela"; pero no logra ser admitido porque lo dificulta el jefe de la secretaría del rey.
12. A las 18,23 del 23 de febrero, Tejero ocupa el hemiciclo de las Cortes de modo incruento, y grita ante el Gobierno y los diputados: "Estoy a las órdenes del rey".
13. A las 21:30, Armada se ofrece para intentar un acuerdo con Tejero y asumir la presidencia de un Gobierno de concentración. Afirma tener "el apoyo de los socialistas".
14. A las 22,45 Armada es autorizado por La Zarzuela para ir al Congreso y llevar a cabo su plan a título personal. El general Gabeiras, cabeza de la cúpula militar, despide a su subordinado Armada en estos términos, que luego se intentó presentar como una broma: "A tus órdenes, presidente".
15. Hacia las doce de la noche, Armada llega al Congreso y Tejero le exige que, antes de ofrecer su fórmula a los diputados, le lea la lista del Gobierno que piensa constituir. Armada, al fin, se la lee, y Tejero replica que no había actuado para "entregar el poder al rojerío" (se refiere a González, Múgica y otros). Después de una hora de intentos para persuadir a Tejero, Armada abandona el palacio de las Cortes.
16. Cinco minutos después de que fracasara la operación Armada de un Gobierno de concentración bajo su presidencia, la televisión oficial difunde el mensaje del rey desautorizando el golpe y remitiéndose a la legalidad constitucional.
17. Durante el proceso, Armada pidió al rey que le autorizara a presentar una carta que le había escrito; pero no fue autorizado.
18. En suma, el golpe querido por muchos desde la cúpula hasta las bases y esperado hasta la madrugada del día 22, fue frustrado por el teniente coronel Tejero.
Desde el título de su libro, el autor señala que falta una pieza esencial en el mapa del 23 de febrero, y propone una hipótesis para despejarla. Esta es la trascendental novedad de su investigación.
Es irrefragable que cuantos intervinieron en el golpe militar creyeron a Armada cuando afirmó que se trataba de una operación aprobada por el rey. El autor escribió a Armada una carta el 28 de octubre de 1981 conminándole a que declarara si había usado el nombre del rey con verdad o con falsedad. No obtuvo respuesta; la táctica defensiva de Armada en el proceso fue negarlo todo; pero, aunque parcialmente excusado por el Consejo Supremo de Justicia Militar que le condenó a sólo seis años, el Tribunal Supremo elevó la pena a treinta años. La posición en que este libro deja al general Armada es sumamente desairada ante sus compañeros. Lo contrario acontece con el general Milans del Bosch y con el teniente coronel Tejero, que aparecen como hombres de honor que declaran la verdad.
Este testimonio de Pardo Zancada tiene toda la apariencia de sincero, realista y exhaustivamente documentado; es por eso, una fuente capital —hasta ahora la más importante— para la historia del golpe de 23 de febrero del que sólo se conocerá toda la verdad cuando Armada revele el contenido de esas conversaciones con el Rey que dieron lugar a su repentino destino al segundo puesto de la cúpula militar, trece días antes del golpe.