La secretaria general animó a Rajoy a difundir las listas por Madrid antes de las andaluzas
La semana más negra de Cospedal: de la ejecución de Ignacio González al choque frontal con Aguirre
Cospedal fue la encargada de comunciarle a Ignacio González que no sería el candidato. Rajoy no quiso hacerlo. La secretaria general del PP pasó, en pocos días, de defender firmemente al presidente madrileño a tener que transmitirle que no había sido el señalado por el 'dedazo'.
El miércoles, en Antena 3, Dolores Cospedal rompió el silencio sepulcral que el PP había tejido en torno a la figura de Ignacio González. La secretaria general del partido no mostró dudas a la hora de afirmar que el escándalo arteramente urdido en torno a la figura del presidente madrileño y su ático, no tenía por qué influir necesariamente en la designación de los candidatos. Pero le traicionó el subconsciente cuando señaló que "ha hecho una gestión buena y exitosa en momentos muy difíciles. Le tocó una transición complicada después de dejar Aguirre la Comunidad y lo ha resuelto muy bien". "Ha hecho". En pasado. A buen entendedor, pocas palabras bastan. Y, desde luego, una colleja a la forma de abandonar el cargo por parte de la entonces presidenta de los madrileños.
Comienza la cacería
La secretaria general del PP, ese miércoles, ya sabía que el elegido para encabezar las listas del PP a la Comunidad no iba a ser Ignacio González. El pulgar de Rajoy se había orientado hacia abajo. Estaba 'finiquitado'. Dos días tardó Cospedal en emitir un sólo comentario sobre los asuntos que aparecían en El Mundo en torno al ático del político madrileño. Asuntos del pasado, información reciclada. Una arremetida en toda regla. 'Fuego amigo', se dijo primero. 'Cacería', definió el acosado, después.
Nunca dudó Cospedal de que González era la mejor opción, de acuerdo con versiones que circulan en su entorno. Si, como decían las gargantas profundas de Moncloa, la pareja Aguirre-González era inviable, resulta evidente que el segundo era la apuesta de la secretaria general del partido. Pese a que en tiempos ejerció de consejera de un Gobierno de Esperanza en la Comunidad de Madrid, las relaciones entre las dos dirigentes populares no son espléndidas. Cospedal siempre ha tenido un mejor trato con González, a quien defendió hasta el penúltimo día. Veinticuatro horas después de su respaldo televisivo, la secretaria general fue la encargada de darle la 'patada' telefónica. Rajoy no quería hacerlo.
Nunca le gusta estar presente cuando hay que prescindir de un colaborador o un subalterno. Aún recuerda alguno de sus fieles cómo fue su despedida de uno de los ministerios en los que ejerció como titular. No dijo ni adiós. Desapareció por la tarde para ocupar, al día siguiente, su despacho en otro departamento. "A la francesa", comenta la mencionada fuente. Ni unas palabras, ni un mensaje, ni siquiera un amago de dar las gracias a su equipo ministerial. Puerta y a otra cosa.
El pasado lunes González ya estaba muerto políticamente y Aguirre conocía desde hacía días que estaría en las listas
Cospedal había recibido a González en la jornada del lunes, tal y como ha publicado Vozpópuli. Le mostró su solidaridad en el fragor del bombardeo de que era objeto y le comentó que haría lo que podría pero que "este asunto es de Rajoy". No había nada que hacer. El presidente de la Comunidad de Madrid, estaba 'muerto'. Sólo Aguirre conocía desde tiempo atrás que estaría en las listas. De ahí su tono bajo, su perfil ausente, su mutismo estrafalario. El miércoles por la tarde, luego de que Cospedal rompiera el hermetismo oficial, aprovechó su asistencia a la presentación de un libro para deshacerse en elogios de quien había sido su mano derecha durante años. Ya no había peligro. Ni riesgos de marcha atrás en la mente de Rajoy. Esperanza iba y González se caía. Incluso la 'lideresa' se permitió en su día mandar a freír gárgaras a quienes desde Génova le sugerían que era idea de Rajoy que ceda el control del aparato partidario en Madrid. Aguirre dijo que 'nones' y que después de las elecciones se hablará. Y desde luego, nada de que Arenas meta la cuchara a la hora de elaborar las listas.
En la noche del jueves, y antes de arrancar la campaña andaluza, la secretaria general del partido le había sugerido al presidente que era necesario acabar de una vez con la enrevesada situación. Toda la información que aparecía sobre el PP giraba en torno al ático de González. Las preguntas de los periodistas, los comentarios de los militantes. En tiempos preelectorales, eso era un desastre. Sabía desde hace tiempo que González no sería el elegido pero había que hacerlo público. El partido en Madrid estaba en ebullición y en las sedes de media España se vivía esta cuestión con intranquilidad.
Un comité electoral a la espera
El viernes por la mañana, la decisión de hacer pública la lista ya estaba tomada, comentaban desde Moncloa. Para las doce estaba convocado el Comité Electoral nacional de la formación. Nadie esperaba el notición. Tan sólo se trataba de confirmar las filtraciones del día anterior. Fabra y Rita por Valencia, Bauzá por Baleares, Sánchez por Murcia, Imbroda (sí, el imputado Imbroda) por Melilla. Nada reseñable. Pero al mediodía, mientras los periodistas que siguen la caravana electoral del PP se encontraban ya en Jerez, a la espera de Rajoy, que abría el fuego en pro del candidato Moreno Bonilla, se producía la sorpresa. El Comité Electoral se iba a comer y se anunciaba que la sesión continuaba por la tarde. Algo había pasado. No estaba previsto una doble sesión en un viernes. Pero se insistía en que no habría novedades porque el Comité Electoral madrileño no se había reunido. En verdad, ni falta que hacía, como se vio luego.
Dolores Cospedal fue la encargada de informar a Ignacio González que no figuraría en las listas
La secretaria general es la encargada de comunicarle a Ignacio González la decisión de que no iba en las listas. Cospedal tuvo que hacer de tripas corazón para ejecutar ese telefonazo. González se quedaba petrificado al otro lado del teléfono. Unas horas antes todavía le daba vueltas a sus posibilidades y confiaba en que las cosas, al final, encajarían. Todos saben que la 'bestia negra' de Rajoy es Esperanza. La 'patada' a González es un 'daño colateral'. Pero la lideresa funciona mucho mejor en las encuestas y Madrid está en situación de algo riesgo electoral. Cospedal cumplió con su engorroso cometido. A Cifuentes se le telefoneó unos minutos antes de que se hicieran públicas las listas, según cuentan desde Moncloa. Un 'deferencia' de su amiga Cospedal.
La querella contra Bárcenas
En el escándalo de Bárcenas, le tocó a ella también darle la patada al extesorero. Y protagonizar más tarde una rueda de prensa farragosa. Después de veinte años en el corazón mismo del partido, nadie había caído en la cuenta de que ese tipo estorbaba y sobraba. Que era un peligro con patas. Cospedal fue la encargada de levantar un muro de defensa jurídica en torno a la figura del presidente para blindarle de todo riesgo. Sin abrir la boca, sin protestar, sin mencionar a quienes han sido amigos y algo más del tesorero granuja...así lo hizo. "Si ella hablara", dicen veteranos del partido. La secretaria general ha sido la única que incluso se querelló contra el alegre esquiador de los millones en Suiza, le plantó cara en un juzgado de Toledo y le torció el brazo en una contundente sentencia.
Esos meses fueron difíciles. Y muy largos. Y Cospedal se encontraba sola. Nadie en el partido quería saber nada de Bárcenas y nadie, tampoco, movía un dedo para acolchar a Rajoy. Y Gallardón, a lo suyo, como si no fuera ministro de Justicia de un gobierno del PP.
Pero esta semana ha resultado particularmente dolorosa para la secretaria general. Las formas de Rajoy han sido implacables. Un telefonazo a media tarde de un viernes de apertura de campaña en Andalucía. Ni una palabra del líder del partido después de haber permitido, durante semanas, que los aspirantes a las candidaturas madrileñas se pusieran de los nervios en algo muy parecido a la tortura sicológica. Ni un amago de agradecimiento telefónico con quien tan buenos réditos ha logrado para el PP merced a una gestión política intachable.
Cospedal hizo la llamada y le transmitió su afecto a González. El sábado se trasladó a Sevilla, a apoyar al candidato Moreno Bonilla, a quien ella no avaló. Otro antojo de Rajoy, que avaló al protegido de Javier Arenas, fiel amigo de Bárcenas, por cierto. Estaba previsto que en el mitin sevillano coincidiera con Sáenz de Santamaría. Era el día de la mujer trabajadora. La vicepresidenta no acudió. Un fuerte trancazo, como se pudo comprobar en la rueda de prensa del Consejo de Ministros. No hubo la foto esperada entre Cospedal y Soraya.
Problemas con Esperanza Aguirre
La trágica semana de Cospedal, y su enrevesado papel de secretaria general en uno de los momentos más convulsos de su formación, se zanjaba este domingo con el chusco episodio del pacto con Aguirre sobre su renuncia a proseguir al frente del PP madrileño. De nuevo una filtración a destiempo provocó la respuesta airada de Aguirre, con amenazas de renuncias y portazos. Cierto que Aguirre había asumido un compromiso de olvidarse de su cargo orgánico a cambio de ser designada candidata a la alcaldía. Pero las interpretaciones sobre esa conversación del viernes entre Cospedal y la "lideresa" madrileña resultaban muy diferentes según el lado que se escuchara.
Un comunicado hecho público en la mañana del domingo desde Génova, pactado entre las dos damas del partido, zanjaba la disputa. En conclusión, Aguirre se centrará en la difícil batalla por la alcaldía y dejará a Rajoy, que asistía atónito desde Guatemala a este nuevo incendio, los mandos de la formación en Madrid.
No se han podido gestionar peor las cosas. Fundamentalmente, por una cuestión elemental. Si Rajoy quería disolver el tándem Aguirre-González, ¿por qué no se hizo claramente, en forma abierta, y no recurriendo a una campaña de guerra sucia casi sin precedentes en el PP?
Rajoy, finalmente, ha impuesto su poder sobre el último reducto 'rebelde' de la formación. Es decir, Madrid. A un precio elevado. Un presidente autonómico, achicharrado, una candidata al Consistorio, algo tocada y una dirección del partido, enlodada en una serie interminable de oscuras batallas. Moncloa, en efecto, se carga el antiguo aparato del PP de Madrid. La factura de tanta tropelía singular se desvelará en los comicios de mayo. De momento, los sondeos son inciertos, por no decir, implacables.
Y así terminó la semana trágica.