Madrid
Las Barranquillas se mudan a la Ca?ada La primera fase de demolición del poblado chabolista ya ha dado sus frutos, los narcos más importantes del mítico supermercado de la droga han hecho las maletas - Se han instalado definitivamente en Valdemingómez donde ya
D. Valdecantos/L. Boullosa
MADRID- Donde estaba la chabola de los ?gordos? ya sólo hay escombros. Recién demolida hubo varios intentos de reconstruirla, pero los técnicos del Ayuntamiento volvieron a echar abajo la endeble estructura. Escoltados por la Policía, eso sí. Las Barranquillas no son terreno seguro. Los ?gordos? eran los ?mandamases? del negocio de la droga en el poblado, los que vendían la mejor mercancía, los capos de la mafia de la miseria.
En ese reducto de pobreza terminal y valores desintegrados todavía quedan traficantes, como la ?China?, escudados en sus casetos aparentemente frágiles pero equipados con puertas blindadas y bien surtidos de armas de fuego. Sin embargo, la estocada parece haber sido mortal para un pueblo fantasma que es casi leyenda y cae finalmente ante el avance inexorable del ladrillo y las comunicaciones.
Hace pocos a?os, el poblado parecía surgir en medio de la nada. Ahora, está literalmente rodeado por enormes construcciones de viviendas y oficinas, muchas aún por terminar. Los traficantes de Las Barranquillas son gitanos y, como apunta un agente: ?En cuanto ven ladrillo, desaparecen, huyen de él?. Fobia a lo urbano. Quizá el último residuo de un pasado nómada aún cercano.
Pero, por supuesto, el negocio no desaparece. Simplemente se traslada y lo que en un lugar pasará en breve a ser recuerdo, se transforma la creciente pesadilla un poco más allá. Era más que previsible que los ?gordos?, que como un vecino comenta ?tienen cuatro pisos y tres chalés, aunque aquí trabajasen en una chabola?, no dejarían un modo de vida que les ha hecho de oro a costa de los últimos extertores vitales de la legión de yonquis en busca de su dosis.
Y la nueva meca del lumpen de la droga es la Ca?ada Real Galiana, un enclave con cuarenta a?os de historia que está experimentando un desarrollo exponencial imparable, atrayendo a ?ilegales? de cualquier nacionalidad y a una legión de desheredados. Allí, en la parcela número 54, los ?gordos? despachan ya su mercancía sin pudor. Con ellos se ha ido gran parte de la clientela y, cómo no, su ejército de ?guardia de corps?. En apenas unas semanas, Las Barranquillas no son ni la sombra de lo que eran.
Alquiler de chabolas por horas
Ahora, desde la superioridad de una chabola con la luz encendida, los vendedores alquilan los puestos por horas. Una práctica que ha existido siempre, pero que tras la reciente demolición se ha hecho más que habitual. De una a cinco despacha fulanito, de cinco a ocho menganito,y así. La droga empieza a moverse en serio en el poblado a eso de la una de la tarde, se conoce que a los narcos no les ha calado lo de ?a quien madruga Dios le ayuda?. Al anochecer, los clientes más despistados se sorprenden al ver lo que queda de lo que antes era.
La destrucción de bolsas marginales como Las Barranquillas amenaza con crear en la Ca?ada Real un macromercado probablemente más difícil de controlar. En el, dentro de poco histórico poblado, la droga ha ido cambiando como en todas partes. La heroína sigue existiendo, pero ha dejado paso a la base de coca. Sin embargo, el círculo de servilismo y miseria pervive. Los colombianos surten a los gitanos, no sin problemas. Más de una vez aquéllos han intentado estafar a los proveedores, y como comenta un policía ?a un colombiano lo enga?as una vez, pero no dos? . Después, el círculo se cierra con los adictos, que ejercen un papel múltiple.
Esclavo por ?una micra?
Son víctimas patéticas, son clientes, y son esclavos. Por ?una micra? (una cantidad de droga insignificante que puede valer apenas seis euros) son obligados a hacer guardia, a ?dar el agua?, a ser sirvientes, colaboradores y, en último caso, chivos expiatorios.
Es habitual, por ejemplo, que cuando se realiza un registro en un vehículo y se encuentran cantidades importantes de droga, ésta la lleve el ?machaca?, como se les denomina, y sea él quien termine purgando en la cárcel la culpa de un traficante que sale perfectamente indemne.
En realidad, en los últimos tiempos, los clanes gitanos de la droga se limitan a supervisar la venta. Yonquis sirvientes vendiendo a yonquis clientes bajo la agreste tutela de un poblado que, por lo demás, respira con la natural indiferencia inherente a su casta. Los ni?os juegan, las mujeres ríen, el cerdito espera la muerte cercana, y los adictos se consumen y mueren entre el humo de los cables de cobre y el empedrado de botellas calcinadas.
salu2