Conocía... no conocía?
La Policía no actuó aunque conocía la 'macroquedada' del Frente Atlético y Riazor Blues La Brigada de Información de Madrid restó importancia a la cita 'para desayunar' de los ultras del Atlético de Madrid Ignoraban la llegada de radicales del Deportivo de La Coruña
Éstos burlaron la vigilancia alquilando sus autobuses en Lugo
Enviaron dos coches lanzadera por si había controles en la A-6
EDUARDO J. CASTELAO / ROBERTO BÉCARES / LUIS F. DURÁN Madrid
Actualizado: 01/12/2014 03:04 horas
La Policía sabía que varias decenas de miembros del Frente Atlético, el grupo radical del Atlético de Madrid, habían quedado a las siete de la mañana "para desayunar", pero no le dieron importancia. Además, desconocían la llegada de dos autocares de radicales del Deportivo, entre otras cosas, porque los ultras habían burlado a los agentes variando sus costumbres. Poco después de las 8.00 horas comenzaba la batalla.
La reyerta, una de las más multitudinarias de los últimos años, se saldó con la muerte de Francisco Javier Romero Taboada, alias 'Jimmy', hincha del Depor, y con la detención de 21 personas.
Pelea junto al río Manzanares. Vídeo: Silvia Mau
La refriega fue el resultado de una cadena de errores policiales, que comenzaron cuando los hinchas gallegos lograron burlar el control que sobre este tipo de grupos ejercen las Brigadas Provinciales de Información. Para ello, alquilaron los autobuses en Lugo, no en La Coruña, y salieron de un lugar distinto al que lo hacen habitualmente cuando viajan. En su camino, según fuentes de la investigación, pararon en Galapagar para recoger a miembros de Bukaneros (los ultras del Rayo Vallecano) y a miembros de Alkor Hooligans, del Alcorcón, todos ellos con ideología de extrema izquierda.
Los preparativos fueron tan meticulosos que los autobuses, tras cruzar el túnel de Guadarrama, disponían de dos coches lanzadera que les avisarían en caso de encontrarse con algún control policial en la carretera.
Agentes infiltrados
Por otro lado, los responsables de vigilar a los miembros del Frente Atlético no dieron importancia a la quedada de varias decenas de sus miembros "para desayunar". Es decir, la Policía tenía conocimiento de la cita, pero como no había ninguna valoración de riesgo y es habitual que horas antes del partido estos radicales queden, no se tomó ninguna medida.
Según fuentes cercanas a la investigación, los coordinadores de seguridad de los clubes transmitieron durante la semana la información de la que disponían -para prevenir los posibles choques que pudiera haber- a la Comisión Estatal contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte. Al no existir tal riesgo, según esos informes, dicha comisión valoró el partido de "riesgo bajo".
Según esas mismas fuentes, si el partido hubiera sido declarado de riesgo medio o alto, se habría escoltado a los autobuses de los ultras gallegos desde 50 kilómetros antes de llegar a Madrid, y se les habría traído "embolsados", es decir, escoltados por los agentes hasta el estadio. Eso siempre y cuando hubiesen sabido que venían. El férreo dispositivo de seguridad hubiese contemplado dos cosas: cerca del triple de los 160 agentes que hubo ayer y, además, el despliegue hubiera empezado al menos tres horas antes.
Pero nada de eso ocurrió, aunque la Brigada de Información de Madrid trataba, el sábado por la noche, de obtener detalles. Uno de los informadores que los agentes tienen infiltrados entre los radicales confirmó ayer a este periódico que recibió un mensaje el sábado, alrededor de las 21.30 horas, preguntándole qué sabía. Además, un empleado del Atlético de Madrid aseguró a EL MUNDO haber visto un mensaje de Whatsapp de un miembro de la Policía a uno de los mandos relacionados con el fútbol con todos los detalles de la convocatoria, algo que desmienten fuentes de la Policía Nacional. Eso, el Whatsapp, el hecho de que todo se hubiese gestado a través de esa vía, es otra de las disculpas que ofrecían fuentes policiales, que llaman a estas comunicaciones "fuentes cerradas".
Y es que la macroquedada hasta tenía sus reglas. Estaba pactada para las ocho de la mañana. La explosión de una traca de petardos, que debían poner los ultras gallegos, era la señal del comienzo de la cacería. Estaban permitidos todo tipo de objetos menos armas blancas -cosa que ambos grupos se saltaron, claro-. Y después de toda esta cadena de fallos, sobrevino una batalla campal en la que participaron entre 150 y 200 personas, donde al cierre de esta edición había 21 detenidos y cerca de un centenar de identificados. "Pudimos ver cómo a uno le daban una paliza como para dejarle muerto. Hubo navajazos", relató un testigo, informa Ray Sánchez. Fue entonces cuando los vecinos llamaron a la Policía. "Nos dijeron que venían dos patrullas. '¿Sólo dos?', respondí, porque hacían falta varias lecheras", recuerda otro testigo a este periódico. Llegaron cuando todo había acabado. Era tarde.
