García Ramos: "La Policía te engancha. Me siento madero, madero, aunque al final ya seas un madero de caoba"J. L. Robledo (Ical) - domingo, 02 de marzo de 2014
El jefe superior de Policía en Castilla y León se jubila tras diez años en el cargo y 43 de servicio con la intención se "seguir haciendo algo por los demás desde una ONG"
Después de diez años como máximo responsable del Cuerpo Nacional de Policía de Castilla y León, jefatura superior a la que llegó tras una década como comisario jefe provincial de Burgos, la jubilación obliga a Jesús García Ramos -el próximo 13 de marzo cumple los 65- a dejar un trabajo al que se ha dedicado desde 1971, cuando tras cursar Magisterio y a punto de acabar la mili, decidió opositar al Cuerpo General de la Policía, “entonces más conocido como Policía Secreta”. No le cuesta reconocer que fueron las películas policiales de la época, en especial la serie 'Los intocables', dedicada a Eliot Ness, lo que empujó aquel joven de 21 años, que se pagó su carrera de Magisterio descargando fruta y cemento en Legazpi, a ingresar en la Policía.
Según las estadísticas, Castilla y León es una de las comunidades con los índices de delincuencia más bajos. ¿Cuál es la principal razón de estas buenas cifras?
Al contrario que otras regiones, bien por la dureza de su clima, por la dispersión población o por factores económicos, Castilla y León no es un polo de atracción como lo pueden ser otras comunidades como Andalucía, Valencia, Madrid o Cataluña. La menor concentración de población motiva que la delincuencia descienda y también hay que tener en cuenta que en la mayor parte de las ciudades de Castilla y León todos nos conocemos todos y eso facilita la labor policial. Tampoco hay que olvidarse del buen hacer de los funcionarios, tanto de la Guardia Civil como los de la Policía Nacional, que suelen ser gente de la tierra que conocen perfectamente las barriadas, los pueblos y a los delincuentes. En las ciudades pequeñas, a no ser de que sean delincuentes itinerantes, hasta por la forma de delinquir podemos presuponer quién puede haber sido.
¿Cómo está afectando la crisis a la seguridad?
Realmente estamos sorprendidos y aunque todos esperábamos que la crisis provocara un incremento de la delincuencia, la realidad ha sido la contraria. Además de controlarse en Castilla y León y en el resto de España, las cifras indican que se ha producido un descenso, a excepción de pequeños picos provocados por esa delincuencia itinerante que a veces es alarmista.
Los recortes también han llegado a la Policía Nacional. Hace unos días los sindicatos aseguraban que de mantenerse las actuales convocatorias de plazas en los próximos tres años la plantilla de agentes en Castilla y León se reduciría un 17%. ¿Este descenso del número de agentes se está traduciendo en un incremento de la inseguridad?
Yo no soy vidente y no sé predecir el futuro. Es una realidad que debido a la crisis se ha reducido el número de ingresos en la academia de Ávila y, como consecuencia, se ha producido una ligera reducción de las plantillas. Pero esta situación no la podemos trasladar a cinco años vista. El presidente del Gobierno ya está diciendo que estamos saliendo de la crisis, por lo que tenemos que esperar a ver qué presupuestos se aprueban y cuántas plazas nuevas se convocan. Yo no comparto esta estimación de los sindicatos y, hoy por hoy, no se puede hablar de alarma, aunque si es una preocupación que se debe tener en cuenta de cara al futuro.
Los sindicatos también proponían una reordenación de algunas dependencias policiales como en el caso de Salamanca y, sobre todo, aquí en Valladolid. ¿Qué opinión le merece?
Esta propuesta sindical, que también es una petición de los propios comisarios para evitar la dispersión de fuerzas y ser más eficaces, ya está en marcha, aunque otra cosa es que los presupuestos lo permitan. Creo que es una propuesta viable.
Tras pasar unos meses en Segovia, en 1971 su segundo destino fue el Gabinete de Identificación de la Comisaría General de Investigación Criminal. ¿Tuvo que fichar a Marcelino Camacho?
Fue en el año 72 o 73 y la investigación acabó con el llamado 'proceso 1.001', que se saldó con la condena a prisión de toda la dirección del sindicato Comisiones Obreras. Sí, me tocó reseñar (fichar) a Marcelino Camacho. Me pareció una persona con un comportamiento ejemplar y, aunque trató de asuntos banales, mantuve con él una conversación tranquila y distendida. La verdad es que me hubiera gustado conocerle en otras circunstancias.
¿Era más difícil entonces ser policía?
Sí. En aquellos años estamos en un sistema dictatorial, no existían los sindicatos policiales y no tenías donde recurrir. Había que obedecer las órdenes y punto.
En aquellos años también tuvo tiempo para licenciarse en Filología Románica en la Complutense y realizar una tesis sobre el romaní y la jerga de mercheros. ¿Que le llevó a investigar este tema?
Yo siempre he tenido claro que el saber no ocupa lugar y siempre me ha gustado estar actualizado y reciclarme. Aunque ya había estudiado Magisterio, siempre me había gustado mucho la filología y el latín, por lo que decidí matricularme en la Complutense. Después, y dado que aprendí de los propios delincuentes su jerga debido a los muchos años que pasé en la Comisaría General de Investigación Criminal y que de niño me crié en ambientes de vendedores ambulantes donde conocí a muchos gitanos y mercheros que me enseñaron el romaní, una lengua melódica, sonora y que siempre me fascinó, decidí hacer mi tesina sobre el lenguaje marginal y sobre las palabras que pasaron de los gitanos a los delincuentes por su contacto en las cárceles. Tras esta tesina publiqué un libro que tuvo bastante éxito, que incluso llegó a las universidades, y donde explico técnicamente de dónde procedían estos lenguajes y cómo se formaban.
¿Manejar este lenguaje le ha ayudado en su carrera como policía?
Mucho. Sobre todo en mi época de investigación criminal y en mi etapa como comisario, tanto en Madrid como en Burgos. Esta aproximación al delincuente sirve para se abra más y para que te cuente más cosas. Especialmente es útil para ganarte la confianza de los confidentes y para poder llegar a acuerdos con ellos.
¿Es cierto que durante su estancia en la Universidad usted no llegó a confesar que era policía?
Aunque tenía compañeros que estaban infiltrados y a los que la Policía les pagaba la carrera para obtener información de posibles grupos que se crearan en la Universidad, mi caso no fue así. Yo me pagué la carrera de mi propio bolsillo y es verdad que hasta quinto curso, y sólo al círculo de mis mejores amigos, no les confesé que era policía. En aquellos años ser policía no estaba bien visto.
Su expediente universitario fue brillante. ¿En algún momento pensó en dejar la Policía y dedicarse a la docencia?
Sí, apreté muchos los codos y logré muchos sobresalientes, incluido el de mi tesina, así como varias matrículas. Creo que la peor nota que tuve en mi expediente fue un notable. De todas formas, nunca se me pasó por la cabeza dejar de la Policía. Es verdad que entré en el Cuerpo por aquello de las películas y de la serie de Eliot Ness, pero una vez dentro me enganchó. Me siento madero, madero, aunque al final, después de 40 años, ya seas un madero de caoba. Ha sido mi vida y ahora me da pena dejarlo. De todas formas, siempre he estado abierto a dar charlas y conferencias en universidades y en otros centros, pero siempre siendo policía.
¿Cuál ha sido su mejor etapa dentro de la Policía Nacional?
Los últimos años, cuando llegué a la jefatura superior de Castilla y León, que es cuando alcanzas el máximo grado del escalafón como comisario principal.
¿Alguna operación concreta que recuerde con satisfacción?
Muchas han sido las satisfacciones, pero me quedo con el haber podido acabar con la droga en Pajarillos (Valladolid) y ver a los Monchines en la cárcel. Es verdad que nunca se termina con todos los puestos de venta, pero si pudimos acabar con el grave problema que yo me encontré en 2004 cuando cientos de vecinos se manifestaban martes y viernes contra la impunidad con la que actuaban los narcotraficantes. Fue un trabajo de todos, recuerdo en más de una ocasión me reuní con los vecinos, les pedí ayuda y ellos me respondieron pasándome información sobre los puntos de venta. Fue una labor de unos años, que costó bastante, pero los resultados están ahí y aquello se ha saneado. Desde mi etapa en Madrid siempre he odiado la droga y a los narcotraficantes, ya que además de cobrarse miles de vidas ha corrompido a muchos jóvenes. Los propios vecinos de Pajarillos reconocieron el trabajo policial y en 2011 me concedieron el premio 'Dignidad y coraje', un galardón que siempre recordaré.
El tráfico de drogas fue el único delito que el pasado año creció en la región. ¿Cada vez se consume más droga? ¿Existe en la Comunidad algún punto donde se esté poniendo una mayor vigilancia?
Cuando suben los delitos relacionados con la droga no se puede decir que se incremente el consumo y sí que las actuaciones policiales se han incrementado y son más eficaces. Estas cifras lo único que demuestran es el buen trabajo de la Policía Nacional y de la Guardia Civil. De todas formas, el consumo de drogas es un problema sanitario, social y educativo, nosotros luchamos contra los vendedores, pero poco podemos hacer contra las personas que demandan drogas. En toda la Comunidad, el punto más sensible ahora es el barrio salmantino de Buenos Aires, donde siempre han existido puntos de venta, pero donde últimamente también se han registrado enfrentamientos entre los clanes e incluso manifestaciones de los vecinos. Aquí ya se han tomado medidas, pero ni mucho menos estamos al nivel de Pajarillos
En este tipo de delitos la sociedad tiene muchas veces la imagen de que los delincuentes entran por una puerta y salen por otra. ¿Es real esa percepción?
Ni elaborar leyes ni interpretarlas son asuntos que corresponda a la Policía, pero apelando a mi experiencia yo sí que recomendaría al legislador que en aquellos delitos que levantan más alarma o preocupación social se dieran a los jueces más argumentos para que pudiera decretar el ingreso en prisión de estas personas, pero siempre, como es lógico, respetando la Constitución y los derechos fundamentales. No se trata de tener una legislación más dura y más coercitiva, se trata de adaptarse a los tiempos y a los nuevos delincuentes y a sus formas de actuar. Los delincuentes no pueden pillar a la Policía ni a los jueces con el paso cambiado.
¿Cuál fue su peor momento como policía nacional?
Los asesinatos de compañeros a manos de ETA. Recuerdo que estaba destinado en Madrid y que se encontró una bomba de ETA en una empresa de reparto de Villaverde. Yo era el responsable del cordón operativo, el encargado de que nadie entrara en la zona. Cuando llegaron los Tedax me quise quedar a ver cómo desactivaban la bomba, pero no me dejaron y me pidieron que me quedara en el cordón de seguridad, que estaba a unos cien. Recuerdo que el inspector insistió y me dijo que fuera, que esto era cosa suya. Según me alejaba, la bomba trampa explotó y la onda expansiva me tiró al suelo. Murieron tres compañeros, tres compañeros a los que yo debo mi vida. De todas formas, siempre hay sombras que se tratan de olvidar, aunque otras se convierten en luces. En 1988 mi mujer estaba gravemente enferma y acababa de dar a luz al único hijo que tuvimos, que por desgracia falleció a los ocho meses a causa de una meningitis. Aquello fue un colapso familiar, pero nos hizo que nos planteáramos el futuro de otra forma y que no nos importara viajar. Entonces yo era inspector jefe en la Comisaría del Defensor del Pueblo y fue cuando decidí intentar el ascenso a comisario. Así, con el apoyo total de mi mujer, oposité, aprobé y me trasladaron como comisario a Burgos. Aquello que fue una fatalidad que nunca olvidaré pero una fatalidad que cambió el rumbo de mi vida. Mi segunda etapa profesional en Burgos y aquí en Valladolid nos ha compensado. En Castilla y León, después de 20 años dejamos muy buenos amigos y muy buenos recuerdos, pero ahora regresamos a Madrid.
¿Qué proyectos tiene para la nueva etapa de su vida?
Primero me voy a tomar unos meses sabáticos para dedicárselos a mi mujer, que sigue enferma. Siempre he tenido el pesar de no poder atenderla bien por culpa de mi trabajo, por lo que ahora quiero compartir con ella cosas que en estos años no he podido y viajar. Después, y como lo mío es escribir, ya que en el fondo soy filólogo, me gustaría escribir novela, aunque no venda. Tampoco me quiero desconectar del lengua marginal, e incluso desde alguna universidad me han animado a continuar investigando. Por otra parte, y como católico, me gustará colaborar con alguna oenegé y creo que aceptaré una oferta que tengo de Cáritas. Quiero hacer algo por los demás altruistamente y en Madrid hay muchas cosas que hacer.
¿No se ha sentido realizado en esa ayuda a los demás como policía?
El deber cumplido es muy satisfactorio y más cuando te lo reconocen los ciudadanos, pero también es tu obligación y por eso me pagan. Ahora, como esa satisfacción por el deber cumplido no la voy a poder seguir teniendo, pues voy a seguir ayudando a los demás de otras formas.
Camina o revienta. ¿Sigue siendo uno de los lemas de su vida?
Es una máxima de Eleuterio Sánchez, al que conozco personalmente. Su vida es un ejemplo de lo que hay que luchar para poder levantarte de las adversidades, aunque mi lema, para no copiarle, es caminar para no reventar. Siempre hay que intentar avanzar, no quedarse atrás, no acomodarte a nada, siempre hay que mirar hacia delante.
Desde la Subdelegación del Gobierno se anunció una comisión de investigación para esclarecer la actuación policial tras la cumbre del PP en Valladolid ante las puertas de un conocido restaurante. ¿Es normal que este tipo de comisiones participen los representantes de los sindicatos policiales?
No puedo opinar ya que se trata de un tema que no me compete. Yo lo que hice, como jefe superior de Policía y dentro de mis competencias, fue abrir una información reservada interna para conocer qué pasó y saber si hubo alguna actuación desproporcionada. Pero en este caso, al haber denuncia ante un juzgado, nuestro protocolo dice se paraliza la investigación interna y nos ponemos a disposición del juez.
¿En episodios como éste se siente respaldado por los dirigentes políticos?
Sí, siempre. En Castilla y León tanto los delegados como los subdelegados han estado siempre con nosotros y nos han amparado, aunque esto no quita para que nos corrijan si metemos la pata, ya que ellos son nuestros superiores. Este amparo no implica un todo vale. El que la hace la paga y eso también se aplica en la Policía Nacional.
Como consecuencia de aquel episodio, hace unos días tuvo que negociar con los convocantes de una manifestación para que ésta desfilara por delante de la sede de la Jefatura Superior sin tener el permiso correspondiente.
Hay una máxima que yo siempre aplico en mi vida y que es procurar no causar un mal mayor del que ya está causando, es decir, plantearte qué hacer para no liarla más. Cuando los manifestantes se acercaron a la Jefatura y los agentes cerraron el paso, yo bajé a las puertas para intentar consensuar con los representantes de los concetrados que podían pasar pero que me aseguraran que no se repetiría lo de la sede del PP, donde días antes habían arrojado pintura y huevos. Te fías de ellos porque también son gente de palabra. Yo retiré las fuerzas, pasaron y no hicieron nada. Los gritos y los insultos están asumidos, van en el sueldo, pero lo que no se puede consentir es que se causen daños o se registren agresiones. Tanto yo como ellos, lo que queríamos era evitar un problema mayor.
Internet y las redes sociales han provocado la proliferación de un nuevo tipo de delincuencia. ¿Cuenta el CNP con medios suficientes y personal formado para actuar con eficacia contra los delitos informáticos o contra el ciberacoso?
Sí, tanto nosotros como la Guardia Civil tenemos unidades especializadas que están demostrando su eficacia.
¿Cómo han evolucionado este tipo de delitos en la Comunidad en los últimos años?
Hay un incremento lógico que es paralelo a la masiva utilización de Internet y de las redes sociales entre los ciudadanos. La delincuencia siempre se adapta a la evolución de la sociedad y nosotros con ellos.
¿Cómo se ven desde este lado los comentarios que apuntan a una unificación de la Guardia Civil y la Policía Nacional?
Es un asunto político y mi opinión es que es difícil porque la Guardia Civil tiene una estructura militar y la nuestra es civil, y conjugar ambas es complicada. Hay otros modelos, pero también es verdad que países vecinos como Portugal, Francia o Italia mantienen modelos como el nuestro.