Hay alguna precisión que hacer a lo dicho por Franciscodeasís. Las supuestas masacres de católicos y quema de edificios religiosos institucionalizados en la República no es más que la excusa de una toma de posición poco honorable de la iglesia católica, a raíz del golpe de Estado perpetrado por el general Franco. Es cierto que al proclamarse la II República se producen ataques a este colectivo, mimetizando lo ocurrido tiempo atrás en Alemania y en Francia, por parte de aquellos que, no tolerando la permisividad religiosa que atribuía la nueva Constitución, pretendían vengarse de los impedimentos que para el progreso del país, había supuesto la presencia de la Iglesia en las Instituciones públicas y su colaboración en los diversos golpes de estado que se habían llevado a cabo cada vez que se había intentado consolidar un régimen democrático. Lo que hace la Iglesia con el golpe frnaquista es lo mismo que ya había hecho antes, sin que se hubiesen dado esas circunstancias que ahora se mencionan y que, por otra parte, son injustificables en ese y en este momento histórico. Lo curioso es que esta Iglesia que renegó de la Constitución republicana que no perseguía a ninguna confesión, alegando persecución a los cristianos, apoyó sin ningún género de dudas a un régimen que sólo permitía la confesión católica persiguiendo y encarcelando al resto, alguna tan próxima como la protestante. Pero es que tampoco se movieron mucho cuando de salvar a aquellos cristianos católicos pero fieles a la república, se trató. Y ahí sí que se institucionalizó su persecución. Os dejo una carta que el general Antonio Escobar dejó escrita el día de antes de su ejecución:
A un corazón sano. A mi joven amigo don Pedro Donaire Leal.
Mis sesenta a?os cumplidos y las metas adonde llegué me permiten dejar
como último destello de una humilde luz que se extingue, pero que por lo
mismo brilla más, una lección de vida.
Bebí ampliamente los placeres mundanos... y no me harté. Tuve más sed.
Saboreé la gloria terrena. Oí sonar las bandas a mi paso y quedé
insatisfecho. Seguí con sed. Sentí sobre mis hombros la cruz del
desenga?o; separé mi vista de la tierra, la dirigí al cielo y mi alma se
abrió al rocío vivificante de la verdadera paz. Grande es Dios en sus
obras y en sus caminos. Hoy soy feliz donde otros lloran. Hallé la paz
donde el desasosiego impera.
Y ante la visión clara, infalible de la dicha perfecta para el corazón
humano quisiera gritar a los cuatro vientos: He aquí el manantial de
agua que sacia; del agua viva que apaga la sed de felicidad del alma:
"El divino corazón".
?Su camino? La Virgen María. Precisamente para usted sería inexcusable
perderle, porque vive en la tierra de María Santísima. Acuda siempre a
Ella con cari?o y con fe, y será feliz.
Firmado y rubricado:
Antonio Escobar Huerta.
Salud y suerte.