FIESTAS RELIGIOSAS
Juan García Román
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La primera tarjeta de Navidad fue
realizada por J. C. Horsley en 1843
Navidad y Pascua, las grandes solemnidades del calendario cristiano, se celebran según costumbres que en parte notable se anticiparon en siglos al nacimiento de Cristo y paradójicamente tuvieron su origen en la superstición y en los viejos ritos paganos.
Hasta las fechas del nacimiento y resurrección de Cristo, no obstante su verdad fundamental, están fuertemente condicionadas a las prácticas de los gentiles. El día 25 de diciembre, aniversario de la Natividad de Jesús, no aparece hasta el siglo IV. La elección fue debida a que los festivales paganos, de donde se derivan muchas costumbres cristianas, se celebraban en torno a esa fecha.
Y la Pascua, que permanece como fiesta movible a pesar de las presiones que se ejercen por se?alarle fecha fija, está condicionada al primer plenilunio de primavera que los idólatras observaban para establecer el culto a sus dioses.
Aunque el cristianismo se extendió por el orbe en un tiempo sorprendentemente breve, comparado con otras grandes religiones, sus primeros apóstoles tuvieron que superar ingentes dificultades. Los pueblos gentiles no estaban dispuestos a abandonar sus falsos dioses y sus prácticas seculares.
Los seguidores de Cristo, incapaces de convertir a un mundo asentado en fórmulas rituales diferentes, procedieron de manera seguramente acertada. Aceptaron las fiesta; paganas, con sus ritos y costumbres aprovechables, e introdujeron paulatinamente las exigencias de la nueva fe.
El 25 de diciembre no figura con el nombre de día de Navidad y como fiesta rigurosamente fija hasta el siglo IX. Hasta entonces estaba muy imbuida del carácter de fiesta de mediados del invierno: una combinación del festival noruego de Yule y de las Saturnales romanas que se celebraban a finales de diciembre.
Festejos de una semana
Los festejos romanos, que se prolongaban durante una semana, brindaban excelente ocasión para el intercambio de regalos, costumbre pagana incorporada con éxito a la Navidad. Quienes profesaban y defendían la nueva religión no lograron erradicar la costumbre de que las fiestas Saturnales acabasen en el desenfreno. Los ciudadanos libres trocaban su papel con los siervos que elegían su propio ?rey;? durante las festividades. Este presidía un gran banquete en el que los amos servían a los esclavos.
Idea semejante persistió en las fuerzas armadas de algunos países donde todavía constituye honrosa tradición que oficiales y suboficiales sirvan la cena de Navidad en los comedores de los soldados. Pero el cristianismo se opuso tenazmente a las orgías romanas en que los ?reyes esclavos?, tras su breve exaltación, eran conducidos al anfiteatro donde se les ejecutaba.
Los cristianos que invadieron Inglaterra en el a?al 1066 introdujeron en los festejos cristianos un rey burlesco, llamado Se?or del Desorden, cuya labor consistía en vigilar que las fiestas se celebraran al antiguo estilo pagano.
Los gorros de papel y los petardos son reminiscencias de los excesos más salvajes de la antigua Roma. Las antorchas y velas de Navidad pertenecen a la tradición noruega: eran símbolos del fuego y de la luz que aliviaban del frío y de las tinieblas a mediados del invierno boreal.
En el norte de Europa, al alianzarse el cristianísimo en los primeros siglos del segundo milenio, surgieron los villancicos y los juegos y representaciones dramáticas.
Papá Noel aparece come una curiosa evolución del Se?or del Desorden, de túnica roja, y de San Nicolás (Santa Claus), patrón de los ni?os.
La culpa del muérdago
El muérdago era tina planta sagrada para los druidas, sacerdotes de los antiguos galos y celtas, que los vikingos colgaban en el exterior de sus viviendas como se?al de paz y bienvenida para sus huéspedes. Los primeros cristianos de la Europa nórdica creían que Cristo había sido crucificado en una cruz de madera de muérdago. Tal fue desde entonces la vergüenza de esta planta que fue encogida para siempre y su uso estaba vedado en la decoración de las iglesias. Mas a pesar de su inmediato protagonismo en la muerte del Redentor, persistió como el gran emblema de la Navidad cristiana.
La costumbre de besarse bajo el muérdago parece estar limitada al mundo anglosajón, ya que no se encuentran indicios de ella en ninguna otra zona del globo.
Aun en tiempos relativamente modernos, la Navidad ha suscitado controversias por su difícil equilibrio entre lo sagrado y lo profano. En el siglo XVII 1os puritanos ingleses arremetieron contra sus manifestaciones paganas, y los soldados de Cromwell recibieron orden de acabar con todo ornato superfluo.
Las prohibiciones se extendieron en los Estados Unidos de América, donde estuvieron vigentes hasta 1836, cuando los rígidos descendientes de los primeros colonas de la Unión lograron superar su inveterada intransigencia y proclamaron el 25 de diciembre fiesta nacional.
Como la Navidad, también la Pascua está insertada hábilmente por los primeros cristianos dentro del calendario pagano. Para ello se eligieron las fiestas de Eostre, diosa del amanecer, que se celebraban hacia el equinoccio de primavera; es decir, una de las dos épocas durante las cuales el día y la noche tienen la misma duración en todo el planeta.
Los bollos calientes, que hoy toman millones de personas en Viernes Santo, tienen su antecedente en estas fiestas. En esta época las mujeres de toda Europa cocían unos peque?os bollos ?encantados?. Dos de ellos, marcados con sendas cruces en la parte superior, aparecieron en las ruinas de Herculano, destruida por la erupción del Vesubio en el a?o 79 de nuestra era.
El origen del huevo de Pascua se remonta aún más en la historia de los tiempos. En la mayoría de las civilizaciones antiguas el huevo se consideraba como semilla de la vida y de la fertilidad, o como símbolo de la reencarnación. Así, no resulta sorprendente que llegara a ser, en el marco de las fiestas de primavera, un recuerdo de la resurrección de Cristo.
En ciertos países existe la costumbre de hacer rodar los huevos de Pascua sobre los campos. También en épocas antiguas los agricultores hacían rodar huevos sobre sus tierras para obtener cosechas abundantes.
En los a?os que siguieron a 1870, los ni?os de Washington se dedicaban a este pasatiempo en los parques del Capitolio, pero estropearon el césped y el juego fue prohibido. La se?ora Rutherford Hayes, esposa del presidente, no quiso privar de su ilusión a los ni?os y puso el jardín de la Casa Blanca a su disposición.
A partir de entonces, las rodaduras de huevos del lunes de Pascua en la Casa Blanca se convirtieron en una institución nacional. Se trata de uno de tantos ejemplos que muestran cómo costumbres de suma actualidad deben sus orígenes a prácticas paganas que quizá se pierdan en la noche de 1os tiempos.