El orden público en la capital catalana
Trias se inspira en Giuliani
El debate se centró en un texto que analiza cómo el exalcalde de Nueva York redujo la delincuencia
El gerente de seguridad, Joan Delort, trata 11 horas con la cúpula de la Urbana el modelo neoyorquino
Jueves, 24 de noviembre del 2011
BARCELONA
Las consignas eran precisas. Intendentes mayores e intendentes, es decir, el conjunto de la cúpula de la Guardia Urbana, estaban citados en el Fòrum Nord, una dependencia municipal en Nou Barris. Dos días antes, se les había entregado un documento que debían tener leído para cuando acudieran al encuentro. Al llegar, a las nueve de la mañana, se les comunicó que debían mantener los móviles apagados. Así estarían hasta las ocho de la noche, durante las 11 horas que duró la reunión, concebida y organizada en el mayor de los secretos por Joan Delort, gerente de seguridad de Barcelona.
Sobre la mesa, algo impensable hasta hace unos meses: estudiar las posibilidades de la Guardia Urbana de Barcelona de emular a la policía de Nueva York. Como base a ese diálogo, el documento que Delort entregó días antes a los mandos. El contenido del texto, titulado La nueva policía de Nueva York, no dejaba lugar a dudas de la intención del nuevo equipo de Gobierno municipal, con el alcalde Xavier Trias a la cabeza, de emular la estrategia de Rudolph Giuliani con la que, durante los 90, logró reducir drásticamente la delincuencia en la ciudad.
TRADUCCIÓN DE IESE / El texto, al que ha tenido acceso a este diario, es la traducción realizada por la escuela de negocios IESE de un documento de la Harvard Business School escrito por James L. Heskett, profesor de esa institución, que analiza la táctica con la que William Bratton, el comisario superior de policía de Nueva York a quien Giuliani encargó esa tarea, logró los objetivos.
Aunque a nivel de violencia la Barcelona actual queda lejos de la Nueva York de principios de los 90, un auténtico territorio comanche asolado por los homicidios y el consumo de crack, sí es cierto que la capital catalana sufre 543 infracciones penales al día, la mayoría de ellas (en concreto, 303) son hurtos. Esa pequeña delincuencia además ha dañado gravemente la imagen exterior de la ciudad, calificada en medios como The Times como la capital de los carteristas.
LLUVIA DE IDEAS / Varios mandos de la Guardia Urbana confirmaron a este diario tanto la celebración del encuentro como el objeto de debate. «Solo paramos para comer. Fue una lluvia de ideas. Delort quería ver cómo llevar a cabo policialmente las prioridades políticas de Trias. Aunque no se concretaron medidas, surgieron opiniones e iniciativas, como la necesidad de reestructurar el servicio policial de la noche o la organización de la Urbana en los distritos», comentó a este diario uno de los asistentes, que remachó: «Quedó claro que la prioridad de la Urbana ha cambiado: si antes era el civismo ahora es la seguridad ciudadana».
«Charlamos sobre lo que hizo Bratton en Nueva York y sobre qué puede hacer y hasta dónde puede llegar la Guardia Urbana en Barcelona. Uno de los elementos que debatimos fue la teoría de los cristales rotos», añadió ese mando, que destacó la satisfacción con que la cúpula de la Urbana acogió ese cambio de estrategia en la policía de la ciudad. Además, Delort acompañó el texto sobre Bratton de seis gráficos con la valoración que los ciudadanos de Barcelona hacen de la Guardia Urbana y que señala que, aunque un 40% la considera excelente, un 60% o solo la aprueba o directamente la suspende.
El documento distribuido por Delort señala la teoría de los cristales rotos como la base sobre la que se sustentaba la estrategia emprendida por Bratton en Nueva York. Esa teoría sostiene que si en un edificio aparece una ventana rota y no se repara es posible que los vándalos se sientan tentados de romper más cristales. Y si nadie hace nada, es posible que esos mismos vándalos se atrevan a entrar a robar o que incluso se decidan a instalarse en el edificio. Según esa teoría, si quienes cometen pequeñas faltas no son sancionados pasarán a cometer faltas o delitos más graves.
A partir de esos argumentos, Bratton comenzó una campaña policial de tolerancia cero con las pequeñas infracciones (colarse en el metro o hacer pintadas). Como señala el estudio, «en el cacheo que se realizaba a los que intentaban viajar en el metro sin billete a menudo se descubrían y se confiscaban armas, con lo que se prevenían delitos de mayor envergadura».
En lo que puede suponer otro paralelismo con Barcelona, Bratton inició una campaña para subir la moral y la autoestima de los agentes, a los que puso como prioridad el combate contra el crimen. En encuestas hechas antes de su llegada, muchos policías de Nueva York señalaban que sus «jefes no querían que combatieran el crimen». Cuando describían las prioridades de su cuerpo, estas eran: poner multas, hacer horas extras, no meterse en problemas y contestar las llamadas de emergencia.
Además, la estrategia de la policía de Nueva York fue orientada a los resultados, se multiplicó la presencia policial en la calle, se entregaron chalecos antibala a los agentes, se cambió su uniforme por uno más oscuro para dar más autoridad y se relevó a tres cuartas partes de la cúpula policial, reemplazada por mandos más jóvenes.