Entrevista a la catedrática de Lingüística de la UV y especialista en análisis del discurso político.
Beatriz Gallardo: "Las ultraderechas solo son reaccionarias, solo se explican a la contra"
SALVADOR ENGUIX
VALENCIA
10/12/2022 05:10
Beatriz Gallardo Paúls ha logrado convertirse, gracias a sus últimas obras e investigaciones, en una referencia del discurso político en España. Su último libro, Signos rotos. Fracturas de lenguaje en la esfera pública, (Tirant Lo Blanch) profundiza en la reflexión que esta catedrática de Lingüística de la Universitat de València lleva tiempo realizando sobre el papel de la hipérbole en el relato político. En esta entrevista alerta del paso siguiente al de la polarización política: la ruptura.
En tu libro anterior hablabas de la hipérbole que presidía los discursos políticos y en el último hablas de “signos rotos”. ¿Cuáles son esas fracturas?
Dicho brevemente, lo que se ha roto es, por una parte, la correspondencia entre las palabras y las cosas, y por otro, la que sería la forma natural de usar el lenguaje, que en la esfera pública tiende a tratarse como un sistema de etiquetado; como si en lugar de lenguas manejáramos nomenclaturas. Tal vez podría pensarse que esas fracturas son resultado de las hipérboles, ¿verdad? Que la cuerda se ha tensado tanto que al final se rompe. Esa sería una interpretación posible, como si a partir de las exageraciones desmedidas los políticos hubieran cogido carrerilla y se hubiera llegado a este ambiente de confrontación, de pirotecnia discursiva, en la que el significado de las palabras, las ideas, son casi lo de menos.
¿Cuándo se produce el inicio de la fractura?
Es el populismo lo que permite olvidarse de las ideas y centrarse en los aspectos psicológicos. Los populismos fueron una respuesta generalizada a la crisis de 2008, tanto en la izquierda como en la derecha. Discursivamente coinciden en lo esencial: descripción catastrofista de la realidad, señalamiento del culpable y promoción del líder mesiánico que salvará al pueblo. Pero los elementos sociales y mediáticos que le dan forma habían empezado a perfilarse desde los años 60 y 70 del siglo XX: el personalismo, la frivolización, el rechazo a las ideologías como motor de cambio social… Son fenómenos de largo plazo.
Es el populismo lo que permite olvidarse de las ideas y centrarse en los aspectos psicológicos"
¿Qué papel juegan en esas fracturas los discursos de las ultraderechas?
Hemos de recordar que en España la ultraderecha no gana voz parlamentaria hasta 2018; hasta entonces, su presencia en los medios obedecía solo a su “costumbre” de poner denuncias. Pero la confrontación hiperbólica se remonta, como poco, a 2014. Y rasgos populistas podemos encontrarlos en el discurso de todos los partidos y todos los líderes, así que es sobre todo cuestión de grado. Porque en algunos discursos no queda absolutamente nada cuando borras los rasgos populistas, más allá de lo que llamamos “retóricas negativas”: solo hablan de todo lo que desharán, derogarán, anularán, revocarán… si llegan al poder. En ese aspecto, sin duda las ultraderechas representan un grado máximo; son reaccionarias literalmente, su discurso solo se explica a la contra.
Beatriz Gallardo
Beatriz Gallardo LVE
¿Las nuevas tendencias en los discursos pueden erosionar las democracias liberales?
Los discursos pueden ser una herramienta, enormemente eficaz, sí, pero nunca existen por sí solos. Esta idea, tan habitual, representa una de las fracturas a las que me refería. Los discursos son siempre objeto de alguien que habla en un contexto concreto. Si un diputado sube a una tribuna parlamentaria a insultar, de un modo, por cierto, que el ciudadano medio jamás podría usar en su lugar de trabajo, es porque el contexto está ya lo suficientemente erosionado. No solo como para que eso ocurra, sino para que no se sancione debidamente (hasta donde he leído el reglamento en la web del Congreso, hay maneras de cortar esas conductas). Llevamos años oyendo exabruptos que no les pasan factura, y a veces hasta se diría que sus señorías se lo pasan genial.
Llevamos años oyendo exabruptos que no les pasan factura, y a veces hasta se diría que sus señorías se lo pasan genial"
Pero ellos se escudan en la libertad de expresión.
Ya. Es un clásico al que la ultraderecha juega con éxito desde los años 80. Pero la libertad de expresión no se ve afectada por exigir cauces respetuosos y democráticos en el acto de expresarse; por el contrario, esa exigencia es precisamente lo que garantiza que el diálogo pueda tener lugar. Reducir el discurso a insultar, ofender, injuriar o difamar (por mencionar algunas de las acciones que no se corresponden con la libertad de expresión en los parlamentos) les sirve para enmascarar la falta de propuestas políticas reales, porque eso impide cualquier debate. Pero no son solo palabras, son acciones; y por eso creo que la respuesta debe darse igualmente en el terreno de las acciones.
Lo cierto es que parece ser difícil ya encontrar discursos que no sean hiperbólicos.
Yo modificaría esa afirmación diciendo que es difícil que la prensa o las redes den altavoz a discursos que no sean hiperbólicos; haberlos, haylos, como se suele decir. Hay muchos políticos que se toman realmente en serio su trabajo y se creen lo del servicio público, afortunadamente de eso puedo dar fe por mi experiencia en la Generalitat Valenciana.
Es difícil que la prensa o las redes den altavoz a discursos que no sean hiperbólicos"
Dice Enric Juliana que hay voluntad por parte de la ultraderecha de deslegitimar la acción parlamentaria con su estrategia discursiva.
Como te he dicho antes, los discursos surgen siempre como resultado de personas que hablan en ciertos contextos extradiscursivos: la crisis, la guerra, la pandemia, la inflación… Pero si solo nos fijamos en los discursos, vemos que efectivamente, la ultraderecha, pero también quienes les hacen el juego desde otros partidos, destacan ahora más en esa estrategia deslegitimadora. A falta de discurso político o acción política defendible, ruido; y, como mucho, eslóganes. Pero ¿qué hace la prensa ante esa estrategia discursiva? Yo echo de menos la pregunta y la repregunta periodística, que enfrente al agitador, o la agitadora, a lo absurdo o lo falso de su mensaje. Que, en lugar de amplificarlo acríticamente, o con supuesto escándalo, ayude a desactivarlo. Creo que el silencio resignado, tanto en las instituciones como en la prensa, termina ayudando a esa deslegitimación.
Beatriz Gallardo
Beatriz Gallardo LVE
Al respecto, José María LaSalle ha escrito, y no poco, sobre que uno de los factores de la crisis de las democracias liberales es, justamente, la polarización.
Creo que tanto el populismo de la ultraderecha como la versión supuestamente progresista que se centra en las identidades coindicen en que convierten al ciudadano en víctima; ya sea por la acción de las élites o porque el mundo no atiende suficientemente a su individualidad. Y esa victimización instaura una concepción polarizada, asimétrica, del entorno y la sociedad, porque los discursos no insisten en lo que une, sino en lo que separa. Los lingüistas utilizamos a veces el concepto de “palabra testigo” para referirnos a aquellas que parecen condensar el espíritu de una época. Por ejemplo, nuestra generación activa una serie de connotaciones muy concretas ante los términos “consenso” y “Transición”. No sé cuáles acabarán siendo las palabras testigo del momento, pero las que se me ocurren encierran asimetrías y desigualdad en la base.
Yo echo de menos la pregunta y la repregunta periodística, que enfrente al agitador, o la agitadora, a lo absurdo o lo falso de su mensaje"
¿Puedes decirme qué palabras son?
No lo tengo aún bien elaborado, pero me arriesgo con una. Por ejemplo, una palabra como “tolerancia” apunta a que aquello que se tolera es por sí mismo algo negativo, a diferencia de, por ejemplo, “respeto”, que activa una situación de simetría. Y hablamos mucho más de tolerancia que de respeto.
Has trabajado especialmente el discurso político digital, ¿qué opinas del modo en que el paradigma digital, y en especial las redes sociales, interviene en el auge de estos lenguajes hiperbólicos?
Bueno, eso lo hemos trabajado juntos. En primer lugar, las redes crean burbujas de todo tipo: lees sobre todo a los que opinan como tú. En segundo lugar, el funcionamiento de su interfaz crea un tipo de mensajes completamente diferentes a los de la comunicación humana: no hay principio ni final, no hay contexto, no hay interacción real. En tercer lugar, la presunta “desintermediación”, es decir, la comunicación directa con políticos, con personalidades, con empresas… no es tal. Sigue habiendo alguien “en medio”, como Musk nos ha demostrado (Zuckerberg no es tan histriónico, disimula más). El papel mediador que tradicionalmente tuvo la prensa ha sido usurpado por empresas tecnológicas y grupos de interés capaces de manipular el discurso público. Con la diferencia de que mientras la prensa tiene códigos deontológicos y de rendición de cuentas, esas empresas no. Y es necesario tener presente que los algoritmos, como el lenguaje, tampoco salen de la nada, sino que los programa alguien.
El papel mediador que tradicionalmente tuvo la prensa ha sido usurpado por empresas tecnológicas y grupos de interés capaces de manipular el discurso público"
¿Pero la realidad que crean las redes es ajustada a la verdad?
No lo es, porque tampoco funcionan como lo hace la comunicación humana. En mi entorno inmediato hay muchísima gente que no está en redes y eso permite comprobar que se trata de un mundo distinto a la realidad. Pero ahí vuelvo a insistir en la actitud que desde el principio tomaron los medios respecto a las redes, convirtiéndolas en un emisor legítimo de la esfera pública. Y siguen validándolas a diario, tomando un tuit como una declaración oficial, por ejemplo. Los medios y los partidos han de empezar a pensar en un mundo donde las redes sociales de las grandes tecnológicas carezcan de trascendencia. ¿Qué pasará si ningún medio difunde el tuit explosivo de alguien con pretensiones de político? Ese dicho infantil de que “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio” sería una buena divisa.
El último libro de Beatriz Gallardo, Signos Rotos
El último libro de Beatriz Gallardo, Signos Rotos LVE
Decía Lakoff en su ya antiguo No pienses en un elefante, que las derechas invierten miles de millones de dólares para desarrollar estrategias del mensaje en beneficio propio, ¿es un factor determinante de lo que está pasando?
Obviamente, creo que es algo determinante; no tanto por el dinero destinado a elaborar los mensajes, sino a difundirlos. Lo ejemplifica perfectamente Fox News, o la gira europea de Bannon en 2018 aleccionando a los partidos de derecha radical. Hace falta muchísimo dinero para eso, y el dinero, como sabemos, se acumula en sectores concretos. Si me permites, aquí voy a enlazar con una pregunta anterior. Acabo de decirte motivos por los que considero esencial el papel de las redes sociales en la difusión de mensajes desafiantes para la estabilidad democrática, y voy a añadir uno más: la ultraderecha crea constantemente falsos medios de comunicación cuya única finalidad es difundir desinformación; también lo hace la ultraizquierda, pero menos. Y son falsos medios que, obviamente, están en acceso abierto, y que además son baratos, porque no necesitan más que una web y una persona redactando y maquetando bulos, o colgando vídeos. De manera que el internauta medio encuentra, por un lado, enlaces de noticias que lo llevan a muros de pago de los medios profesionales, y por otro, enlaces que lo llevan a estos medios falsos (el fenómeno de medios supuestamente profesionales que se entregan a la desinformación lo dejo aparte). Esas son las falsedades que se difunden como noticias, sin serlo; y como suelen ser mensajes sensacionalistas, enseguida se viralizan, en redes y apps de mensajería. Así que es normal que el mensaje más presente en la red sea el que desinforma, polariza, banaliza y agita.
la ultraderecha crea constantemente falsos medios de comunicación cuya única finalidad es difundir desinformación; también lo hace la ultraizquierda, pero menos"
¿Y cómo crees que las democracias pueden defenderse de toda esa desinformación?
Uy, esta pregunta da para mucho y es difícil desarrollar una respuesta breve. Además, sospecho que en esto tengo una opinión que no es muy compartida. Pero te respondo muy resumidamente: si de verdad nos creemos que la prensa es un actor esencial de las democracias (y yo me lo creo), hay que encontrar el modo en que su subsistencia esté garantizada, del mismo modo que se da ayudas a otras empresas cuyo mantenimiento se considera positivo para las sociedades. En Signos rotos hablo de esto a propósito de lo que ocurrió con la COVID-19, cuando los medios fueron declarados actividad esencial mientras sus ingresos por publicidad y distribución se hundían clamorosamente en el confinamiento.
¿Y cuál es entonces la solución?
Hay un académico austríaco, Paul Clemens Murschetz, que ha estudiado esto muy bien, y señala que los medios de comunicación representan lo que en economía se llama un “fallo de mercado”. Sus análisis muestran que la ayuda gubernamental a los medios no se traduce, como suele pensarse, en servilismo o parcialidad, y que, en todo caso, hay mecanismos de control de las ayudas. Aquí tendemos a pensar que las ayudas a medios son casi una inmoralidad, pero en cambio tenemos un montón de flujos de dinero bajo el concepto de “promoción institucional”. Yo creo que ese tipo de ayudas, que deben estar destinadas a mantener la pluralidad informativa y a proteger los ecosistemas mediáticos locales, tan necesarios, deberían estar en manos de agencias plurales e independientes, como los Consejos del Audiovisual, y no vinculados directamente a los gobiernos. Pero vaya, no es que lo diga yo, es que la Unión Europea tiene resoluciones en este sentido, que animan a los Estados miembros a intervenir para proteger la pluralidad informativa.
si de verdad nos creemos que la prensa es un actor esencial de las democracias (y yo me lo creo), hay que encontrar el modo en que su subsistencia esté garantizada"
Con la irrupción de Elon Musk en Twitter y su decidida apuesta por el mensaje polarizado y la desinformación, hay quien está hablando del final de las redes sociales, ¿lo ves factible?
Pues no sé si el final de las redes. Supongo que como tipo de herramienta no, pero sí creo que sería deseable algún tipo de pacto que dejara de darles la amplificación mediática que tienen ahora. Por pura profesionalidad. Entiendo (y esto también lo hemos investigado juntos) que hay un problema económico de base, que las redes aportan a los medios gran parte de sus visitas web, pero es imprescindible encontrar otro modelo de negocio que restrinja la intermediación a los medios profesionales. No sé, tal vez es puro idealismo. En todo caso, más que las redes sociales, me empieza a preocupar la irrupción de las inteligencias artificiales en la esfera pública, como estamos viendo estos días (por cierto, no me gusta nada llamarlas “inteligencias artificiales”, es engañoso). Me preocupa todo eso. Creo que deberíamos ser capaces de evitar ese mundo al que aspiran los neorreaccionarios de Sillicon Valley, un mundo dirigido por un CEO de empresa informática, que reniega de los valores ilustrados y cede el mando a los multimillonarios, aunque lo que observo es a gente fascinada con la maquinita.
Creo que deberíamos ser capaces de evitar ese mundo al que aspiran los neorreaccionarios de Sillicon Valley, un mundo dirigido por un CEO de empresa informática, que reniega de los valores ilustrados"