Autor Tema: Pongamos que hablo de Madrid  (Leído 103820 veces)

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #400 en: 02 de Mayo de 2015, 09:01:40 am »
El gran barrio obrero que apadrinó Franco

    Un libro repasa la construcción de San Blas, hijo de la Dictadura y símbolo de la izquierda



Imagen de la entrega de 8.000 viviendas en San Blas, en un acto presidido por Francisco Franco. EL MUNDO
RAY SÁNCHEZ Madrid
Actualizado: 01/05/2015 21:31 horas

En el mapa ideológico de Madrid, San Blas ha sido tradicionalmente zona roja. El PP no logró imponerse en este distrito compartido con Canillejas hasta las municipales de 2007, pero el populoso barrio de raigambre obrera, situado al este de la capital, sigue siendo granero de la izquierda, como demuestra un hecho reciente: el primer local de Podemos inaugurado en la periferia madrileña se ubica allí. En las últimas elecciones europeas la formación de Pablo Iglesias ya cosechó más votos que el PP en algunas zonas del barrio.

Cromáticamente, San Blas también fue siempre un barrio tan colorado como el ladrillo visto que lucen las fachadas de sus bloques de viviendas, aunque su construcción, en los tiempos del blanco y negro, fuese una idea de la España azul. Lo recuerda el historiador Ricardo Márquez en su nuevo libro San Blas, donde describe minuciosamente (e ilustra con fotografías) el desarrollo, promovido por el franquismo, del gran barrio obrero de Madrid: un gigantesco proyecto que pretendía paliar la escasez de vivienda en la década de los 50, cuando la inmigración rural que llegaba a la capital se hacinaba en chabolas. «Incluso en cuevas», apunta este especialista en el pasado de los barrios madrileños.

Levantado en medio de la nada, venía a paliar la escasez de vivienda de los 50

«San Blas fue el buque insignia del desarrollismo español, un ejemplo de nueva ciudad construida desde el Estado». Así lo vendía la propaganda de la dictadura: la inauguración del «Gran San Blas» en 1962, con Franco dándose un baño de masas, fue portada de los periódicos de la época. Menos eco tuvo en la prensa la apertura, un año antes, del primer colegio del barrio: incluso se produjeron disturbios ante la escasez de plazas escolares. «Como en todos los barrios que se hicieron en esa época, no había equipamientos, y tuvieron que pasar más de 25 años para que se solucionaran esos problemas», apunta Márquez, que en su libro enumera las carencias de un proyecto diseñado «casi como una ciudad autónoma», lejos del casco urbano y sobre un terreno despoblado.
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En San Blas todo era nuevo, incluso el nombre. Aquella zona rústica de Madrid se denominaba El Cerro de la Vaca hasta que en 1952, poco antes de que emergieran las grúas, se decidiera rebautizar para dedicársela al santo.

Las obras comenzaron en 1955, pero los equipamientos siempre llegaron a rebufo y con retraso. Por ejemplo, el depósito de agua que todavía resiste en la calle Hermanos García Noblejas fue inaugurado cinco años después de la primera entrega de llaves. Entre tanto, el agua llegaba a cuenta gotas en verano a las viviendas situadas a más altura.

El primer mercado también se hizo de rogar, y los vecinos se acostumbraron a abastecerse con la venta ambulante o acudiendo a El Zoco, una calle de tierra donde se apiñaban, como en un poblado africano, precarias tiendas en barracas.

Los primeros tranvías que llegaron a San Blas lo hicieron sorteando rebaños de ovejas, imagen que inmortalizó una escena de la película El Pisito, protagonizada por José Luis López Vázquez.

Tuvieron que pasar más de 25 años para que lo dotasen de equipamientos

En las 30.000 viviendas de San Blas se alojó mano de obra para los polígonos industriales próximos, pero también a mutualistas de los sindicatos verticales, niños de Rusia repatriados y, sobre todo, familias que el 'baby boom' convirtió en numerosas. El refrán castellano de «por San Blas, las cigüeñas verás» cobró nuevo sentido en un barrio proletario en todas las acepciones.

Según un informe de 1967, en San Blas se contaban 11.000 niños en edad escolar, pero apenas 4.000 plazas en colegios públicos: los cobradores lo llamaban «el barrio sin madre», porque era habitual que los menores abrieran las puertas de los domicilios para escaquear el pago de los recibos. La falta de escolarización tuvo consecuencias más serias, como la delincuencia juvenil que dejó estigma a partir de la década de los 70. Sin embargo, nadie ha llegado tan lejos como uno de esos niños criados en San Blas: hablamos de Pedro Duque, el único astronauta español. De Madrid al cielo, y de San Blas al espacio.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #401 en: 03 de Mayo de 2015, 14:19:17 pm »

Retrato de un infiel en Madrid: estos son los barrios más promiscuos de la capital



s.l. @ABC_Madrid  / madrid 

Día 03/05/2015 - 00.29h

La capital se corona como la ciudad más promensa para los escarceos amorosos. Dime en qué zona vives y te diré qué tan adúltero eres

http://www.abc.es/madrid/tops/20150503/abci-mapa-infidelidad-barrios-madrid-201504291728_1.html

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #402 en: 03 de Mayo de 2015, 15:38:47 pm »
Para ser adultero, cómo para otras muchas cosas de la vida, se necesita tiempo y dinero . . . y en que barrio se dispone de tiempo y dinero? . . . pues en el barrio de Salamanca . . .

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"No hay hechos, sino interpretaciones" Nietzsche

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #403 en: 10 de Mayo de 2015, 14:29:06 pm »

La historia de «El Legionario», un hombre que sació sus fracasos con varios crímenes

cristian quimbiulco@abc_madrid / madrid

Día 10/05/2015 - 01.20h
 

El Mesón «El Lobo Feroz» pasó a la historia de Madrid tras convertirse en el «cementerio» de «El Legionario», mote con el que se conocía a Santiago San José Pardo, un asesino en serie

La historia de «El Legionario», un hombre que sació sus fracasos con varios crímenes

JOSÉ Sánchez Martínez
 .
Mesón «El Lobo Feroz», en la madrileña calle de Lucientes, donde aparecieron los cadáveres de dos mujeres


Una oleada de crímenes sacudió al Madrid de los años ochenta y noventa. ¿Su protagonista? «El Legionario», como se conocía a Santiago San José Pardo, tras pasar una temporada por La Legión, quien sació los fracasos de su vida personal con una serie de crímenes atroces que cometió en El Mesón «El Lobo Feroz».

Santiago, que mantuvo una relación problemática con sus progenitores, tras hacer la mili se alistó en La Legión para encaminar su vida. Sin embargo, su paso fue temporal pues la dureza del Tercio acabó por superarle y le llevó a forzar su expulsión del cuerpo. A su pesar, sin embargo, el mote «El Legionario» le acompañaría durante toda su vida. 

Su fama de problemático y su adicción al alcohol tampoco le facilitaron el camino. Corría 1987, cuando nuestro protagonista -madrileño, de 31 años- regentaba el mesón, restaurante ubicado en el número nueve de la calle Lucientes -cerca del Mercado de la Cebada-. Era una tarde calurosa de agosto, cuando cerró temprano el local con el único propósito de satisfacer su deseo sexual.

«El Lobo» se dirigió directamente a la calle de la Cruz con el fin de contratar los servicios Mari Luz Valera Alonso, una prostituta de 22 años y madre de dos hijos. Rápidamente, acudieron a su mesón, aunque no llegaron a consumar el acto debido a los problemas sexuales de Santiago, quien fuera de sí le asestó varias puñaladas hasta matarla. La brutalidad del asesinato fue tal que llegó a perder el conocimiento. Cuando se despertó horas más tarde se preparó una copa, se la bebió y se fue a dormir. Hasta el día siguiente no limpiaría el baño de sangre de la escena del crimen.
 
Limpió minuciosamente el local y se deshizo del cuerpo bajando al sótano, donde la envolvió en plástico y la enterró bajo una capa de yeso. Su siguiente paso fue añadir por encima una tela de arpillera y varias cajas de cervezas para disimular cualquier indicio sospechoso. Su primer crimen había salido como lo esperaba.

Un asesino en serie en las calles

Tras esa noche, «El Legionario» continuó con su vida como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, se había desatado un asesino en serie, cuya sed de asesinatos le haría salir nuevamente de caza.

«El Lobo», haciendo honor al nombre del local que regentaba, repetiría el mismo modus operandi. Recorrió la calle la Cruz en busca de una nueva víctima llamada, según algunas prostitutas, Josefa o Teresa. El cuchillo se convirtió en el arma favorita de Santiago, que lo empleó para acuchillarla despiadadamente hasta acabar con su vida. El asesino emparedó el cadaver junto al anterior para después tapiarlo con unos baldosines en el sótano.

Había cometido dos crímenes pero estos asesinatos, sin embargo, no habían saciado sus ansias «depredadoras». Así, en la madrugada del 22 de diciembre de 1987 (dos meses más tarde) volvió a la calle de la Cruz en busca de un nuevo crimen, ignorando que este intento -fallido- le llevaría a estar entre rejas.

La joven, identificada como Araceli Fernández Regadera, sucumbió a la oferta de 5.000 pesetas por el servicio y el pago del taxi de vuelta. Se repetía la historia, aunque esta vez con un final inesperado. Santiago se la llevó nuevamente al mesón, convertido en su «cementerio». Mientras ella se desnudaba, él se preparaba una copa y cogía el cuchillo con la intención de asestar puñaladas mortales. El forcejeó de ambos tenía como resultado una hemorragia en las manos de la joven, que había logrado desarmar al «Lobo», más encolarizado que nunca.

Los vecinos alarmados por los gritos llamaron a las autoridades, que llegaban cuando se encontraba acorralada. Los policías, para su sorpresa, se toparon con dos versiones; la de Santiago, que denunciaba un intento de robo, y la de Araceli, que le acusaba de querer matarla. Sin embargo, ambos acabarían detenidos.

El cazador, cazado

El juez ordenó el ingreso en prisión de «El Legionario», aunque este ingreso fue fugaz. Una vez puesto en libertad, vendió el Mesón «El Lobo Feroz», escenario de varios crímenes, y cambió de aires.

Su nuevo propietario emprendió una reforma en el local, ignorando el terrible pasado que iba a destapar. El 23 de enero de 1989, los obreros descubrieron accidentalmente los restos momificados de las prostitutas. La policía no tardó en relacionar estos hechos con los ocurridos años antes.

El informe forense determinó el perfil psicológico del homicida; un hombre con problemas de alcohol, odio a las mujeres y con algún tipo de entrenamiento militar, perfil que se ajustaba al de Santiago, que fue localizado inmediatamente por la policía.

El asesino se declaró culpable y fue condenado a cumplir 75 años de prisión por dos homicidios y uno en grado de tentativa y dos delitos de inhumanación ilegal. Su abogado pidió en su alegato final su absolución al considerar que actuó con las facultades mentales anuladas a causa del alcoholismo, aunque tanto el fiscal como los magistrados argumentaron que su psicopatía «no disminuía su responsabilidad penal».

Una vez en prisión, estudió BUP y trabajó en la biblioteca del penal. Su buen comportamiento permitió reducir una buena parte de sus años de reclusión. En 2004 salió en libertad.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #404 en: 15 de Mayo de 2015, 09:51:16 am »

El agua milagrosa de San Isidro que salvó de la muerte al Emperador Carlos V

ADRIÁN DELGADO abc_madrid / MADRID
Día 13/05/2015 - 03.59h
El monarca y su hijo, el futuro rey Felipe II, enfermaron de unas terribles fiebres que sólo encontraron cura con el agua que nace de la famosa fuente que el patrón de los madrileños hizo brotar

San Isidro, el santo labriego de los madrileños, ha sido también protector de la realeza española desde tiempos inmemoriales. El patrón de la ciudad de Madrid ha sido venerado en las casas más humildes y en los palacios de la Villa y Corte. Sus restos momificados y conservados actualmente en la Real Colegiata de San Isidro –tras numerosos traslados–, sólo han salido de la que fue Catedral de Madrid para pedir agua al cielo y por enfermedad de alguna persona de la Familia Real. Lo hizo, por ejemplo, cuando la segunda esposa de Carlos el Hechizado, María Ana de Newburg, enfermó en el Alcázar Real de Madrid.

Sin embargo, el más preciado bien del santo labriego, es el agua que San Isidro hizo brotar con su aguijada –la vara larga con la que conducía sus bueyes– de una peña convertida posteriormente en fuente y lugar de culto. Al líquido elemento se le atribuye la milagrosa cura de la fiebre. Sus poderes de curación tienen también un regio ejemplo en una de las figuras más poderosas y trascendentes de la Historia de España, Carlos V.

El hombre más importante de la época y su sucesor, Felipe II, sufrieron unas terribles fiebres que pusieron en riesgo sus vidas. Su esposa, la Emperatriz Isabel, quiso probar los sonados méritos que los campesinos madrileños atribuían al agua de la fuente de San Isidro. Tras beberla, el Emperador y su hijo se recuperaron de las «calenturas» que les atormentaban. En agradecimiento, la Emperatriz ordenó levantar la primitiva ermita del Santo en 1528 que, tras ser restaurada en 1725, se conserva hoy junto a la fuente.

Sobre el caño de la fuente se puede leer la siguiente leyenda:

«O ahijada tan divina como el milagro enseña / pues sacas agua de peña, milagrosa y cristalina, / el labio al raudal inclina y bebe de su dulzura. / Que San Isidro asegura que si con fe bebieres / Y calentura trujeres volverás sin calentura».

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #405 en: 17 de Mayo de 2015, 07:36:24 am »

Dogging o «cancaneo», la práctica sexual que se ha extendido en Madrid

s. l. / madrid
Día 17/05/2015 - 01.13h

Consiste en tener sexo con desconocidos ante «mirones» con los que se queda previamente a través de internet

Solteros, parejas, amigos o desconocidos, el «cancaneo» es una opción válida para todo el que quiera aventurarse

La idea no es nueva: sexo con desconocidos en lugares públicos. Lo curioso es que gracias a internet, esta práctica se ha hecho mucho más popular. El nombre dogging viene de Reino Unido, por aquellas personas que sacaban a pasear a su perro y aprovechaban algún transeúnte «despistado» por los parques de Londres para un encuentro íntimo.

En España se ha traducido como «cancaneo» y la explicación es bastante más simple y directa que la británica: normalmente estos encuentros se llevan a cabo en automóviles en aparcamientos en los que la postura más cómoda es la del «can».

Lo llamativo de esta práctica es que invita a curiosos y mirones a participar en ella. De hecho, existe para los asiduos del dogging una serie de «señales» para señalar de qué forma se puede participar. Los cristales tapados significan que nada de mirones; destapados invita a echar un vistazo; si las luces están encendidas quiere decir que se puede ver de cerca; si el cristal está abierto también se puede tocar y si la puerta también está abierta, la invitación es completa.

En Madrid hay una serie de «puntos calientes» donde se práctica sexo al aire libre muy conocidos por todos, pero hay que tener cuidado, no todas las zonas de la capital invitan a lo mismo. Por ejemplo, el aparcamiento del Templo de Debod, uno de los parques más bonitos de la Comunidad, es famoso por el «cruising», con el que no debe confundirse. En este caso las relaciones son entre personas homosexuales y no incluye a los voyeurs, al menos explícitamente.

Los techados del Pardo en cambio es una de las favoritas de los usuarios. Se trata de un parking donde quedan solteros o parejas para tener estas relaciones exhibicionistas. La mayor parte de las veces se pacta la hora en algún portal de Internet, donde los usuarios también dejan sus opiniones sobre el lugar: «algunos solo van a molestar», dice «Rosa_49» en una de estas redes; «lolo», otro usuario sostiene: «Llevo años yendo ahí, y nunca he conseguido ver a ninguna pareja», algo que «leo» corrobora: «yo he ido ya como tres veces y nunca llegue a ver parejas...».

El motivo puede ser que los lugares de moda se van trasladando e igual que los bares o las discotecas, el punto de encuentro cambia. El Parque del Retiro, el paseo del Prado, parkings por Arturo Soria, aparcamientos de hoteles o el ya cerrado cine X de Tirso de Molina, eran algunos de los picaderos más valorados en la red.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #406 en: 22 de Mayo de 2015, 08:16:17 am »
Y Madrid aprendió a montar en bici

    Dos novedades editoriales rescatan los orígenes del ciclismo en la capital a finales del siglo XIX


Imagen de 1927 del Campeonato de Castilla de ciclismo.
RAY SÁNCHEZ Madrid
Actualizado:22/05/2015 00:52 horas


Madrid no es ciudad para bicicletas, vino a decir en 1995 el entonces alcalde, José María Álvarez del Manzano (PP), justo tras inaugurar un carril-bici. «Como medio de transporte, la bici no sirve en Madrid», fueron sus palabras textuales, que suenan anacrónicas 20 años después, cuando pedalear es una moda madrileña que utilizan como reclamo todos los candidatos al bastón de mando de la ciudad: ahí está la reciente imagen de Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes emulando a la pandilla de Verano Azul en Madrid Río acompañadas de Mariano Rajoy, un presidente del Gobierno adicto al ciclismo. Quizás Álvarez de Manzano erró en su augurio porque ignoraba la larga e intensa relación de la ciudad con las bicicletas. Un idilio lejano que se rompió cuando fueron desterradas por los vehículos a motor. Pero quien tuvo, retuvo.

Madrid aprendió a pedalear mucho antes que a conducir. Incluso existió un tiempo en el que las masas preferían un velódromo al estadio de fútbol. El escritor y periodista Ignacio Ramos ha recuperado esa memoria 'velocípeda' en 'Ciclistas y corredores madrileños' (Editorial La Librería), un libro generoso en material fotográfico que asombrará a los modernos: nuestros bisabuelos también se sentían molones por montar en bici y hacer running en el Retiro. El parque albergó las primeras carreras de Madrid en la penúltima década del siglo XIX, cuando aparecieron por la ciudad los primeros biciclos (aquellos decimonónicos cacharros con una enorme rueda delantera y otra pequeña trasera) importados de las fabriles Francia e Inglaterra. Antes del cambio de siglo, el fenómeno velocípedo había llenado Madrid de bicicletas, donde incluso se publicaba un periódico diario dedicado al ciclismo, El Veloz Sport. "Invaden las calles y los paseos y emplean los velocípedos de noche, hasta para ir al teatro", clamaba un cronista madrileño en 1893 ante la 'monomanía' ciclista, como rescata el libro.

Carrera en el velódromo de Ciudad Lineal.

"Tenía la idea de hacer una visión general del origen del deporte en Madrid, pero me encontré tanta información sobre el ciclismo y el atletismo que, viendo la afición que existe actualmente, me concentré en estas modalidades. Me lo he pasado bomba recopilando la información", explica Ramos. El anecdotario de la 'edad de oro' del ciclismo madrileño, interrumpida violentamente por la Guerra Civil (en aquella ciudad bombardeada situaba Fernán Gómez su obra 'Las bicicletas son para el verano') es abultado y sorprendente: todo un premio Nobel como José Echegaray fue uno de los mayores impulsores del pedal y fundó la Sociedad Ciclo-Artístico-Literaria, en cuya junta directiva figuraba además el músico Federico Chueca. El libro revela también el paradójico resultado del primer campeonato de España de ciclismo de ruta. Se celebró en 1897 y lo ganó un portugués, José Bento Pessoa, porque los organizadores no restringieron la participación a nuestros vecinos ibéricos.
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Dos años antes de aquel primer campeonato nacional entre Madrid y Ávila hubo otra hazaña que merecía ser contada en un libro: el 12 de abril de 1895 nacía en España el ciclismo de carretera con una maratoniana prueba entre Salamanca y la capital. Aunque lo de carretera es un decir, como relata Alejandro Luis Iglesias, autor del delicioso librito 'Historia de una carrera: Salamanca-Madrid en velocípedo' publicado por la editorial especializada La Biciteca, que en su catálogo ha rescatado obras como 'Mi querida bicicleta' de Miguel Delibes o la narración de Ángel Giner, etapa a etapa, de 'El tour de Bahamontes' de 1959.

"Las carreteras españolas eran las peores de Europa con diferencia", destaca este aficionado al ciclismo que, junto a su editor Manu Iron y otros seis amigos del ciclismo 'retro', repitieron la travesía hace unas semanas, 120 años después de que Julián Lozano completará los 208 kilómetros que separan ambas ciudades en poco más de nueve horas y en unas durísimas condiciones. Fue el único campeón de la prueba, porque la Salamanca-Madrid nunca más se volvió a celebrarse. "Más que un libro, lo concebimos como algo que queríamos repetir", afirma Iglesias, que culminó el mismo recorrido pero sobre carreteras perfectamente asfaltadas en algo más de nueve horas, casi el mismo tiempo que empleó Lozano en 1895, lo que demuestra el valor de la gesta del pionero, uno de los primeros ciclistas que pudo vivir de su pedaleo.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #407 en: 23 de Mayo de 2015, 18:37:08 pm »

La lucha entre republicanos y monárquicos franceses que trajo las terrazas a Madrid

b. f. rebolledo / madrid

Día 22/05/2015 - 01.27h
 
El pasaje de Matheu, cerca de la Puerta del Sol, fue el primer lugar de la ciudad donde los locales sacaron sus mesas a la calle

La lucha entre republicanos y monárquicos franceses que trajo las terrazas a Madrid


Con la llegada del calor y el buen tiempo es natural ver a los madrileños tomando algo en las cientos de terrazas que hay en la capital. Pero aunque estemos acostumbrados a ver cómo las mesas le van ganando terreno a las calles de Madrid, la práctica no siempre fue bien vista en la capital.

La costumbre de sacar los bártulos al sol tiene poco más de un siglo de antigüedad. El pasaje de Matheu, entre la calle Espoz y Mina, y la calle de la Victoria, fue el primer lugar donde los franceses pusieron en marcha esta práctica «tan nuestra».

En el pasaje se hallaba originariamente el Convento de Nuestra Señora de la Victoria, derribado en 1843 y cuyos terrenos adquirió Manuel Matheu, un inversor madrileño, que quería crear un boulevard imitando las galerías parisinas de la época.

El «pasaje comercial La Equidad» cambió su nombre y se convirtió en un lugar de comercio y riqueza. Pero las galerías, que eran tendencia en ciudades como Londres o París, no llegaron a cuajar en España, y pasajes como el de Matheu acabaron convirtiéndose en callejones.
 
A partir de 1870, la calle fue refugio de dos cafés parisinos. Sus propietarios eran dos franceses de posturas radicalmente opuestas. El dueño del Café de Francia había huido de París tras la supresión de la Comuna en el año 71, con la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana. El propietario del Café de París, por su parte, era monárquico y conservador, y ambos intentaban atraer exiliados que comulgaran con sus ideas políticas.

Ambos cafés sacaban sus mesas y sus sillas a la calle, igual que en París, para que sus compatriotas pudieran tomar algo fuera del local. Esta práctica no llegaba a estar bien vista por los madrileños que, de hecho, en más de una ocasión se burlaron de los establecimientos franceses creyendo que eran tan pequeños que debían sacar parte de su mobiliario fuera.

Por fortuna, esta costumbre empezó a calar en la población, y cada 14 de julio, en el aniversario de la toma de La Bastilla, se formaban grandes fiestas al ritmo de la Marsellesa.

Con el tiempo estos cafés desaparecieron pero la costumbre perdura hasta nuestros días. También en el pasaje de Matheu que, olvidándose de sus orígenes franceses, ofrece en sus terrazas sangría y paella.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #408 en: 01 de Junio de 2015, 07:47:20 am »

El «Frente Popular» de toreros que lidió por la República y la abandonó por miedo

ignacio s. calleja@iserranoc / madrid
Día 31/05/2015 - 02.20h
Diversos matadores cambiaron de bando cuando fueron desposeídos de sus propiedades y cabezas de ganado

La tarde del 16 de agosto de 1936, en Las Ventas, fue un destacado encuentro entre dos vítores. En el albero y en el tendido, sobre capotazos y puños alzados, convergieron los apoyos a la República y a la Fiesta, con la lidia de un frente de toreros que, en apoyo a ambas causas, abarrotó la plaza. La crónica de ABC en Madrid, ubicado en zona «roja», habla de una cita «grandiosa, sin hipérbole»; un llamamiento de «patriotismo y fraternidad».

Aunque tangencialmente, estas líneas hablan del sector desencantado de la «Brigada de los toreros», que participó activamente en la Guerra Civil bajo el liderazgo de matadores como Litri II, Fortuna Chico y Parrita. Respecto al primero, como apunte, cabe citar la ironía utilizada por ABC en su edición de Sevilla, en territorio nacional, que destacaba cómo en el avance franquista por Albarracín, su mando y método mantenía el nivel de sus tardes en la plaza, con la consideración de que «como general todavía resultaba peor que como torero».
Apoyo y disidencia

De nuevo al Lorenzo de aquella tarde, segundo acto de una festividad que comenzó en Tetuán –«dos triunfos arrolladores de un pequeño "frente popular" taurino con dos sectores, el del ruedo y el del campo de batalla», según ABC Madrid–, la imagen heredada es la de todos los integrantes del cartel haciendo el paseillo en Las Ventas con el puño en alto.

Antonio García Bustamante «Maravilla»; Cayetano Ordóñez «Niño de la Palma»; Joaquín Rodríguez Ortega «Cagancho»; Luis Gómez «Estudiante» y Félix Colomo colmaron el entusiasmo de una plaza y de un cronista enaltecidos. La estampa, sin embargo, no fue más que eso, pues no hay constancia de que ninguno hiciera acto más allá del coso. Fue la Asociación de Matadores de Toros y Novillos quien solicitó armas a la Agrupación Socialista e hizo efectivo el alistamiento de sus miembros, señal inequívoca de su alineación con el frente republicano y de su ánimo combativo.

Su disidencia, en cualquier caso, no remite únicamente a la omisión, pues en tres casos concretos, por si no fuera suficiente, cambiaron de bando. «Maravilla», «Cagancho» y «Estudiante», terratenientes además de matadores, se alistaron al bando Nacional una vez comprobadas las formas del frente al que apoyaron. Tanto sus tierras como su ganado fueron saqueados, con el sacrificio inmediato de los animales por razones de abastecimiento. «Los toros de lidia no deben morir en el campo, sino en la plaza», señalaba un titular de la revista Mundo Gráfico en la fecha, en alusión a las prácticas desarrolladas. Un desencanto motivado por el miedo y, en segundo caso, por su influencia negativa en la admirada Fiesta.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #409 en: 02 de Junio de 2015, 07:52:24 am »
La mascota de una monja endemoniada que dio nombre a la calle del Pez
b. f. rebolledoabc_madrid / madrid
Día 02/06/2015 - 01.14h
El padre de la joven hizo tallar un pequeño pez en recuerdo de su hija, metida a un convento tras la muerte del animal


Si alzas la vista a la altura del número 24 podrás ver un pequeño pez marrón

La calle del Pez, uno de los puntos neurálgicos del barrio de Malasaña, ha recuperado sus fiestas. Vecinos y comerciantes de la zona han luchado para que suceda y aunque lo han hecho modestamente y gracias a la autogestión, la verbena estará presente después de llevar diez años prohibida. Y todo gracias a la insistencia de unos vecinos que se esforzaron por seguir escribiendo la historia de Pez.

Una historia con varios siglos de antigüedad. La calle estaba presente ya en los planos que realizó el cartógrafo Pedro Teixeira en 1656 de la ciudad de Madrid y, hasta el siglo XVII, se la conoció como la calle de la Fuente del Cura.

El nombre venía de una fuente que reposaba en la vía, regalo de un cura de Colmenar Viejo. Un hombre llamado Don Juan Coronel compró una finca en la calle, que en teoría había pertenecido a al religioso, y en el estanque junto a la casa puso cientos de peces de colores.

Los albañiles, que aún estaban terminando la casa de Don Juan, cogían agua de allí para las obras, de tal forma que el estanque se fue vaciando poco a poco. Entre el poco agua que había y lo sucia que estaba, los peces fueron muriendo hasta que solo quedó uno.
Blanca y su pez

Aquí surgen varias teorías pero todas con un punto en común: el amor de la hija de Don Juan por ese pequeño pez que sobrevivió. Blanca, así se llamaba la hija, sacó a su mascota del estanque y lo trasladó a una pecera. Poco después el pez, fuera de su hábitat natural, murió.

Fue un duro golpe para la hija de Don Juan Coronel que se metió a monja en el convento de San Plácido deprimida por su muerte. Pero sus desgracias no acabaron ahí ya que el convento se hizo célebre en aquella época porque se decía que el demonio había poseído a las monjas que vivían allí.

Su padre, afligido por perder a su hija, mandó esculpir un pez en la fachada de la casa, que a día de hoy aún puede verse si alzas la vista a la altura del número veinticuatro. Los vecinos de Malasaña empezaron a referirse al lugar como «la calle que tiene un pez» hasta que finalmente cambió su nombre.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #410 en: 04 de Junio de 2015, 09:01:06 am »


paseo de yeserías

La calle que acogió un refugio para mendigos a la que cantó Sabina
Alfonso f. moreno @ABC_Madrid / madrid
Día 04/06/2015 - 02.15h
El Paseo de las Yeserías obtuvo esta denominación por la cantidad de fábricas de yeso que había en la rivera del Manzanares

Desde su comienzo en la Glorieta de Pirámides hasta su final en el Paseo de la Chopera, el Paseo de Yeserías tiene un denominador común que es su privilegiada vista al Parque de la Arganzuela. Allí se puede disfrutar de un paseo por el puente diseñado por Dominique Perrault o perderse entre los árboles de este agradable «pulmón».

Aunque no siempre fue así. Como recordarán que, hasta hace bien poco, a este lado de la calle había una autopista, lo que hizo que pasear no fuera todo lo agradable que se espera. Junto al río Manzanares, ya desde el siglo XVIII, se conoce un paseo arbolado que llegaba hasta el Puente de Toledo y al que finalmente se le dio el nombre del Paseo del Cristo de las Injurias.

Después ese nombre se acotó al tramo entre la Glorieta de Pirámides y la calle de Carmen Cobeña. El resto era conocido como el Camino de las Yeserías del Canal, por la cantidad de fábricas de yeso o yeserías que había en la rivera. No fue hasta 1960 cuando todo lo que conocemos como el Paseo de Yeserías tomó tal nombre.

En 1886, Manuel María de Santa Ana, dueño de La Correspondencia de España, fundó en la calle a la que cantaba Sabina el asilo de San Luis y Santa Cristina, como refugio de mendigos. Más tarde el asilo pasó al ayuntamiento, siendo popularmente conocido como asilo de Yeserías. Desapareció a finales de la década de 1930.

Hoy, con apenas una veintena de números impares –los que no dan al río– esta calle se ha convertido en una zona muy tranquila de la capital con vivivendas de nueva construcción, donde, ahora sí, el paseo es un auténtico placer.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #411 en: 17 de Junio de 2015, 07:49:31 am »

Los limpiabotas de la Guerra Civil
La vida continúa en la Puerta del Sol
Día 17/06/2015 - 02.09h
Los limpiabotas de la Guerra Civil
José Fernández Aguayo
Madrid, 7/11/1937. Una de las primeras visitas de los combatientes al entrar en Madrid era a los limpiabotas de la Puerta del Sol


Al poco del comienzo de la Guerra Civil, tropas al mando del coronel Ricardo Serrador ocuparon el Alto del León, fundamental en el avance hacia Madrid. La columna estaba compuesta por ochocientos organizados en un batallón de infantería, un escuadrón de caballería, casi cien falangistas dirigidos por José Antonio Girón de Velasco, ciento cincuenta voluntarios civiles y dos baterías de artillería ligera. A esta columna se unió la del coronel Francisco García Escámez. Ante la falta de municiones y efectivos, decidieron parapetarse aprovechando lo intrincado del terreno. Comenzaron entonces a construir edificaciones para poder resistir. Las tropas republicanas acudieron al frente y lograron estabilizarlo, quedando así hasta prácticamente el final de la Guerra, convirtiéndose en un frente dormido.

Pero la cercanía del frente con Madrid hizo que acudieran muchos fotógrafos, que podían cumplir con sus labores de propaganda sin tener que desplazarse muy lejos de sus lugares de trabajo. Por eso es uno de los frentes más fotografiado durante la Guerra Civil. Pero también se fotografió la vida de Madrid durante los tres años que duró la Guerra. La vida seguía, a pesar de todo, y había que seguir ganándose la vida, como hacían los limpiabotas de la Puerta de Sol que aparecen en la fotografía de hoy.

El autor es José Fernández Aguayo (1911-1999), mucho más conocido como director de fotografía en el cine que como fotógrafo de prensa. Fue el responsable de la fotografía de películas como «Viridiana» (1961), «Tristana» (1970), «La Lola se va a los puertos» (1947) o «Cañas y barro» (1954). Hijo del fotógrafo taurino Baldomero Fernández Raigón, en su juventud fue novillero, pero se retiró tras tres graves cogidas y debido a su escasa altura. Tras un reportaje fotográfico sobre el rodaje de «Currito de la Cruz» (1935), de Fernando Delgado, comenzó a trabajar como reportero gráfico. Durante la Guerra Civil trabajó como fotógrafo en la Junta de Defensa de Madrid, a las órdenes de Miaja. Tras la guerra fue depurado, pero inició entonces su carrera como director de fotografía. Medalla de Bellas Artes (1995), le fue concedido el primer Goya honorífico concedido por la Real Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas en 1987. Fue durante dieciséis años profesor titular de técnicas de iluminación en la Escuela Oficial de Cinematografía.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #412 en: 21 de Junio de 2015, 14:59:49 pm »

La leyenda del rinoceronte asesino que dio nombre a una calle de Madrid


b. f. rebolledoabc_madrid / madrid

Día 20/06/2015 - 01.48h
 

El animal, mascota de unos portugueses, se volvió loco y acabó con la vida de veinte personas en el siglo XVI

La leyenda del rinoceronte asesino que dio nombre a una calle de Madrid

Los curiosos nombres de las calles de Madrid han dado lugar a cientos de elucubraciones, algunas más acertadas que otras. Una de esas historias cuyo límite entre la ficción y la realidad es muy difícil de discernir, es la de la calle de la Abada. La placa que cuelga de esta vía, entre la plaza del Carmen y la Gran Vía, luce un imponente rinoceronte.

Cuenta la leyenda que en el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, llegaron a la capital unos feriantes portugueses. Como si de un circo se tratase, los lusos se instalaron junto al monasterio de San Martín con extraños instrumentos y algo mucho más fascinante: una abada, es decir, un rinoceronte, una criatura desconocida en aquella época en España, traída de algún lejano lugar. Allí montaron su campamento los portugueses que celebraban fiestas y alborotaban con su música. Los madrileños hacían colas interminables para poder ver de cerca al fantástico animal, incluso pagando una pequeña cantidad.

El rinoceronte enloquece

Entre todas las personas que se acercaban al animal, hubo una en concreto que trabó amistad con él. Se trataba del hijo de un hornero que comenzó a dar de comer al animal los bollos y los panes que sacaban de su establecimiento. Con el tiempo, el rinoceronte y el chico establecieron lo que podríamos llamar «una amistad» así que, a modo de presente, el joven llevó a la abada un bollo recién horneado.
 
Al comerlo, el animal se sorprendió de lo mucho que ardía, enloqueció y entre embestidas y sacudidas acabó con la vida del chico.

El abad de San Martín, al enterarse de lo ocurrido, decidió echar a los portugueses ante la magnitud de la desgracia. Y estos, tal vez a mala idea, tal vez por un despiste, dejaron suelto al animal que, en su huida, acabó con la vida de 20 personas, o eso es lo que ha llegado hasta nuestros días. Muchos madrileños se echaron a las calles para intentar dar caza al rinoceronte hasta que finalmente, no se sabe si tal vez con ayuda de los portugueses, el animal murió. 

En conmemoración por el triste incidente se nombró la vía como «calle de la Abada». Existe también otra versión que dice que el rinoceronte fue en realidad un regalo al propio rey Felipe II que decidió traer a la recóndita bestia a la capital para demostrar ante sus súbditos su poder. Fuera cual fuese la historia real, la abada, que es la palabra portuguesa para llamar al rinoceronte, quedó marcada para siempre en la historia de Madrid.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #413 en: 23 de Junio de 2015, 07:59:22 am »
El balcón de la Plaza Mayor que Felipe IV mandó construir para su amante «La Calderona»
m. r. domingo @ABC_Madrid / madrid
Día 23/06/2015 - 01.05h

El romance entre la hija adoptiva de Calderón de la Barca y el Rey obligó a la actriz abandonar los escenarios en pleno éxito y provocó la ira de la Reina Isabel de Borbón

Las conquistas de Felipe IV se cuentan a decenas: aristócratas, criadas, artistas, prostitutas e incluso alguna novicia pasaron por su alcoba para complacer al Rey. Sus numerosas aventuras dieron como resultado una treintena de hijos bastardos. Pero, sin duda, su romance con María Inés Calderón (Madrid, 1611 - Guadalajara, 1646) fue el que más repercusión social tuvo: mandó construir un balcón en la Plaza Mayor esquina con la calle Boteros (hoy Felipe III), para que pudiera asistir a los espectáculos que allí se celebraban.

Felipe IV conoció a la también conocida como «La Marizápalos» –como así se llama también el balcón que ordenó levantar para ella– en 1627. Fue en su debut teatral en el corral de comedias de la Cruz, en Madrid. Ella, que había sido abandonada de bebé, fue adoptada por Calderón de la Barca. Ella amaba el teatro, pero la relación con el Rey le obligó a abandonar los escenarios en pleno éxito y, a su vez, provocó la ira de la Reina Isabel de Borbón.

Por aquel entonces el monarca ya se había casado con la guapa Isabel de Borbón. Y, a su vez, «La Calderona» también tenía marido e incluso otro amante (Ramiro Núñez de Guzmán, duque de Medina de las Torres, viudo de la hija del Conde-Duque de Olivares). No obstante, el Rey quiso conocerla en persona y, con la excusa de felicitarla por su estreno teatral, entró en su camerino y ambos olvidaron sus compromisos matrimoniales.

La inclinación y el favoritismo de Felipe IV por «La Calderona» ya eran flagrantes: el Rey le había cedido a la actriz un asiento en el balcón real de la Plaza Mayor. La Reina, al igual que el resto de madrileños, conocía y soportaba en silencio los escarceos pasionales de su esposo. Hasta que un día explotó y ordenó que la expulsaran del palco real.

Sin embargo, el Rey lejos de calmar la ira de su esposa, decidió compensar a su amante predilecta y mandó construir otro balcón. Este, aunque en un lugar más discreto, sería exclusivamente para «La Calderona», al que los madrileños llamaron el de «La Marizápalos», por un vetusto baile que ella solía interpretar en sus actuaciones.

Juan José de Austria, «hijo de la tierra»

Fruto de su relación nació uno de los pocos hijos ilegítimos del Rey: Juan José de Austria, al que reconoció como suyo, pese a que fue bautizado como «hijo de la tierra» (así se inscribía en el libro de bautismos cuando se desconocía al progenitor) en la parroquia de San Justo y San Pastor. No fue hasta 1642, en plena adolescencia del muchacho, cuando Felipe IV le aceptó como suyo.

Ese mismo año, una vez que la pareja ya había terminado su relación, el Rey ordenó que «La Calderona» ingresara en el monasterio de San Juan Bautista, en Valfermoso de las Monjas, Guadalajara. Tras ser abadesa durante varios años, harta de la vida monacal, huyó del convento y acabó sus días en la sierra que lleva su nombre al norte de Valencia.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #414 en: 24 de Junio de 2015, 08:06:12 am »
La terrorífica historia del fantasma decapitado de San Ginés
cristian quimbiulcoabc_madrid / madrid
Día 24/06/2015 - 00.55h
T
El asesinato despiadado de un anciano, en 1353, conmocionó a los madrileños. Se cree que su espíritu todavía está con nosotros

Cuenta la leyenda que la Iglesia de San Ginés, uno de los templos más antigüos de Madrid situado en el número 13 de la calle Arenal, sucedieron unos hechos terroríficos en el año 1353.

Bajo el reinado de Pedro I, unos ladrones se adentraron en el citado lugar sagrado para saquear cualquier objeto de valor: joyas, cálices, ornamentos, etc. Sin embargo, no repararon en la presencia de un anciano que se encontraba orando en dicho momento. Los malhechores, sin contemplaciones, se emplearon a fondo, con crueldad y sin piedad alguna; le decapitaron con tal brutalidad que la cabeza estaba practicamente separada del cuerpo. Un reguero de sangre daba testimonio de aquel terribles día.

Vagar sin descanso

Suceso que envolvió de tristeza el barrio. Un duelo que se convirtió en terror cuando una sombra sin cabeza se presentó días más tarde en la citada iglesia. Esta visita inesperada volvió a repetirse con un único fin: revelar la identidad de sus asesinos.

Estos acontecimientos trascendieron a todo el territorio hasta que los ladrones fueron capturados, prendidos y condenados a muerte por orden del rey. Así, los asesinos fueron precipitados al barranco.

Pero, contra pronóstico, aquel final no sellaba su descanso. Pues, varios mendigos han sido testigos de ruidos extraños, que se ha unido a la sensación de estar siendo observados. Un testimonio escalofriante que invita a los más osados, al menos por curiosidad, a corroborar o desmentir tal experiencia en primera persona.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #415 en: 30 de Junio de 2015, 08:03:42 am »

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #416 en: 02 de Julio de 2015, 08:36:05 am »
¿Cuál era la verdadera labor que cumplían los serenos en Madrid?
cristian quimbiulcoabc_madrid / madrid
Día 02/07/2015 - 02.12h

Velar por el estado de los faroles, cantar el tiempo al vecindario o hacer de «ama de llaves», eran algunas de sus tareas


Un sereno, en 1959, en la Plaza de Santa Cruz de Madrid

Se desconoce cuándo se estableció el servicio de serenos nocturnos del Madrid de antes. Pero esta figura supone, sin duda, una curiosidad muy interesante. Sin embargo, pese a que ya no exista, fue en su momento, una figura destacada.

El cuerpo de serenos no nació con el fin de salvaguardar a los ciudadanos, como comúnmente se piensa, sino más bien para encender, apagar y mantener los faroles en óptimo estado. Su misión principal consistía en resguardar los citados elementos y evitar que los gamberros los destrozasen.

Un trabajo que se remonta a 1765, cuando Carlos III liberó a la población de la obligación de cuidar los faroles, que previamente mandó colocar en las calles.
Avisos obligados

Ellos desempeñaban otra función; la de avisar al vecindario del tiempo con un canto similar a «sereno», «lluvioso», junto a la hora correspondiente. Así, cualquier persona solo tenía que gritar «sereno» y este le indicaba si le hacía falta coger el paraguas.

Sin embargo, este cargo requería cumplir con una serie de requisitos: tener 20 años cumplidos, medir -como mínimo- cinco pies de altura, clara voz, robustez y agilidad además de no haber sido procesados por embriaguez o camorrismo.

Los serenos también fueron los encargados de tener las llaves de los portales para poder abrir a los vecinos que llegaban tarde a sus hogares. Ellos respondían con un «va» después de llamarles al grito de «sereno» y/o con palmadas. Pese a todo, desaparecieron en el año 1977.

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #417 en: 28 de Julio de 2015, 07:33:27 am »


MadridAdiós a un clásico

El Café Comercial anuncia su cierre
EL MUNDO Madrid

El "café más antiguo de Madrid" ha anunciado su cierre para este lunes a través de su página de Facebook. La primera licencia conocida es de 1887.


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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #418 en: 29 de Julio de 2015, 07:25:38 am »
Lo que queda tras el Café Comercial
Las tertulias literarias en Madrid no han muerto: las hemos matado

    García Montero, Armas Marcelo y Del Pozo, entre otros, hacen la autopsia de los viejos cafés

La fachada del Café Comercial, repleta de notas y agradecimientos. ALBERTO MARTÍN EFE
LORENA G. MALDONADO Madrid
Actualizado:29/07/2015 00:26 horas

«¿Qué es lo que pasa en el Gijón?», preguntaba algunas veces Baroja. «Ese café tiene que ser muy aburrido. Me han dicho que algunos escritores toman allí chocolate con picatostes o consomé. ¡Qué cursilería! ¿Y será verdad que González Ruano se toma por lo menos diez cafés? ¡Qué bárbaro! No sé cómo no revienta». Qué pasaba en el Café Gijón, qué en el Comercial y el Pombo, qué en el Valera. El personal aúlla en masa frente a un cierre como si le hubieran amputado un meñique, como si alguien se hubiese llevado de pronto un juguete ancestral que no usabas y que ni siquiera interesa a tus hijos, pero que guarda cierto polvo de identidad castiza.

Extraña la tertulia literaria el nonato que se la perdió y el que fue asiduo y la recuerda desenfocada: esa tribu de intelectuales febriles, forasteros, neurasténicos, bohemios hasta el precipicio, tan preocupados siempre por el arte que desasistían la vida. Pero, ¿quién cayó primero? ¿El local, la tertulia o los parroquianos?

«Antes se iba al café a buscar calefacción, ahora a buscar wifi», señala Luis García Montero. «Tenemos tanta prisa que apenas cuidamos los espacios de reunión, de amistad y de conversación». Recuerda el poeta a Baudelaire cuando escribió «París, tú me has hecho y ahora te deshaces antes que yo»: «Las ciudades cambian y nos dejan un poco huérfanos... con nuestros cafés viejos y nuestras costumbres nuevas».

Sánchez-Dragó: 'Se ligaba más con escritoras que con amas de casa'

Fernando Sánchez-Dragó ataca, como un forense, a las causas del óbito: «Si han muerto estos cafés es porque ha muerto la literatura: jardín abierto para pocos y paraíso cerrado para muchos». Culpa al afán «devorador» de Internet y a la estrechez mental de las generaciones venideras: «Ya no se sabe leer ni se sabe escribir. A mí me gusta llamarlo asnalfabetismo». El escritor recuerda que Baroja vendía 300 ejemplares al año pero permanecía vidas en las librerías y en el pensamiento, y que ahora «la mitad de libros no se saca de las cajas y la otra mitad se olvida a las 24 horas». Otro de sus diagnósticos alude al intrusismo literario: «¡Pero si es que hay más escritores que lectores! Es un daño colateral de la democracia. Este 'Yo valgo tanto como usted'...», resopla.

«Antes había una jerarquía, un respeto. Llegaban chicos jóvenes a las tertulias y escuchaban, ahora todos se creen dioses del Olimpo». ¿Y si los coloquios se reencarnasen en locales nuevos? «Casi imposible. Todos tienen música, y con música no hay conversación. Y esa penumbra... sólo ayuda a hacer manitas, no a intercambiar ideas filosóficas. Y qué caros: antes con cuatro perras echabas la tarde». Recuerda Dragó que en sus tiempos se pedían lo más barato de la carta del Gijón. «Usted, ¿qué desea?», preguntaba el camarero. «Yo, 'croqueta, unidad'», se relame. ¡Por tres pesetas! «Nos permitíamos costumbres licenciosas: era más fácil ligar con una escritora que con un ama de casa».

El escritor reconoce que se le ha pasado por la cabeza más de una vez capitanear nuevos encuentros: «En el Ateneo, se me ocurre. O en el Círculo Militar».

Antonio Lucas: 'Ya no podemos ser bohemios a tiempo completo'

Raúl Del Pozo sonríe: «Los cafés servían para desollar a la gente». También hacían las veces, dice, de «trampolín de los malditos». Pero ya no están por allí Berlanga ni Ruano, «ya no hay crema de la intelectualidad». «Ahora me quedo en mi jardín, debajo de un membrillo que tengo. No quiero ir a un bar con los espectros de los amigos que han desaparecido», asume el periodista.

J.J. Armas Marcelo sí que se sigue sumergiendo en las lentejas de los lunes en el Gijón. «Vienen Pepe Esteban, Juan Carlos Chirinos, Ignacio del Valle, Sánchez-Dragó... cada uno echa afuera una novela. Una historia, un anécdota que podría ser novela», explica. Con todo, se extraña algo en el ambiente. «¡El humo! Sé que esto no es políticamente correcto, pero sí intelectualmente cierto: echo en falta el humo, que es como la memoria de un personaje cualquiera». Y añade: «Además, ahora no le atamos ni los zapatos a Valle-Inclán. Nos hemos quedado mirando a esos que subieron al Himalaya... debemos hacer autocrítica». El escritor observa también cierta desconfianza revestida de individualismo: «La gente ahora siente que compartir conversaciones o episodios es exponerse, es como confiar secretos».

Antonio Lucas, que se llevaba los deberes al Café Gijón, reconoce que las tertulias ya no le apetecen: «Los cafés requerían encontrar cómplices con modales de vida como los tuyos, que no tuviesen que madrugar o irse temprano para bañar a los niños», reflexiona. «Ahora la vida nos exige estar más implicados en la propia vida». El poeta Benjamín Prado estima que las tertulias han pasado «de fenómeno literario a fenómeno periodístico», y que han caído en el cuerpo a cuerpo contra la máquina: «Por la misma razón por la que ya no nos sabemos de memoria los teléfonos de nuestros amigos».
Y ahora, ¿a qué bar llaman 'refugio' los intelectuales?

Luis García Montero acude con frecuencia a Diablos Azules, taberna de la poesía púber, «a oír qué tienen que decir los jóvenes», y al restaurante de la parte trasera del Gijón. Pisaba mucho el Café Comercial: «Te diré con un poco de vergüenza que, a veces, sólo iba a ver el fútbol en su segundo piso», sonríe. Benjamín Prado, que pertenece a su mismo núcleo de camaradas -Joaquín Sabina, Almudena Grandes, Felipe Benítez Reyes- admite que, aunque las reuniones más cómodas son en casa o en los veraneos en Rota (Cádiz), le gusta pasar por el Libertad 8, mezquita de músicos y cuentacuentos. Fernando Sánchez-Dragó y J.J. Armas Marcelo aún se permiten el regusto de los lunes en el Café Gijón a base de lentejas, solomillo y conversación hasta que dan las ocho; Raúl Del Pozo se queda con la sombra del membrillo de su jardín. Antonio Lucas prefiere vagar por las terrazas de la plaza Conde de Barajas -su lugar favorito de Madrid- o las de las Comendadoras. José Bárcena, eterno camarero del Gijón, opta por resolverlo todo: «Sea cual sea y esté donde esté, un café es una novela: tiene que estar bien cerrado en su idea y cuidado en sus detalles». Hace falta dinero, claro, pero también de eso otro: «Amor».

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Re:Pongamos que hablo de Madrid
« Respuesta #419 en: 15 de Agosto de 2015, 08:54:58 am »
El monstruoso infanticidio de Colmenar que conmovió a Madrid en el verano de 1906

s.l.abc_madrid / madrid

Día 15/08/2015 - 02.06h
 
Al niño, de ocho años, su padre y la novia de este le cortaron el cuello tras apuñalarle cuatro veces, por pedir un trozo de pan para saciar su hambre

La época estival, por desgracia, suele ser un periodo de multitud de crímenes, en todas sus vertientes. Desde hace mucho tiempo ya era una horrible «tradición» que conmovía a los ciudadanos año tras año con aterradoras historias de asesinatos.

Tal fue el caso de Nicolás, un niño de ocho años que perdió la vida a manos de su padre, Clemente Roldán, y la novia de este, Victoria Cobos, una noche de julio de 1906 en Colmenar de Oreja. El suceso ocurrió así, tal como recogió ABC el 14 de agosto del año citado:

Clemente y Victoria volvían de una boda cuando se encontraron a sus hijos (el hombre tenía dos, Nicolás y Basilio y la mujer una, Casimira, fruto de anteriores relaciones), fámelicos, suplicando un pedazo de pan. La pareja cogió a Nicolás y se lo llevaron a la cuadra. Allí ocurrió el escabroso asesinato. Victoria le dio cuatro puñaladas y no satisfechos con ello, el padre, le metió un trapo en la boca y le golpeó sucesivas veces, logrando destrozarle la mitad inferior de la cara. Además, dadas las ganas de sobrevivir del pequeño, que no se murió a pesar de estas atrocidades, terminaron con su vida cortándole el cuello. A los tres días, trasladaron el cadáver a un sitio denominado Los Arenales, depositándolo en una cueva que existía en su interior. Sus otros hijos, conscientes de todo lo ocurrido, estaban amenazados de muerte si decían algo.

Denunció la desaparición de su hijo
 
Clemente Roldán denunció la desaparición de su hijo y se presentó con la guardia civil en la cueva donde se encontraba el cadáver del pequeño Nicolás. Ante la poca esclarez del suceso, el juez instructor ordenó la detención de Roldán y Victoria. Estos fueron descubiertos por el vigilante hablando a través de las celdas, lo que ayudó a llegar al trasfondo de los hechos. Clemente acusó a Victoria, que lo negó. Finalmente, a pesar de las amenazas, Basilio y Casimira narraron con todo detalle el crímen y la pareja fue condenada a los pocos meses.