Uno de cada cinco tarraconenses se mantiene por la ayuda de la familia
Los padres y los hermanos se han convertido en la mayor ONG en estos tiempos de crisis
ÀLEX SALDAÑA | 07/01/2012 19:23
Uno de cada cinco tarraconenses se mantiene por la ayuda de la familia
La casa de Carlos y María Luisa se ha llenado de vida de repente. Este matrimonio formado por dos octogenarios que vivían «muy tranquilos y con todo muy arregladito» en un apartamento de dos habitaciones en la zona del hospital Joan XXIII de Tarragona ha tenido que reformular cada espacio de su piso para dar cabida a su hijo Manuel, que se ha instalado allí con toda la tropa: su mujer, Isabel, y sus tres hijos, Carlitos, Ana y Laia, de ocho, cinco y dos años, respectivamente.
La razón: Manuel perdió su trabajo hace dos años y ya no percibe ninguna prestación por desempleo. Isabel aún conserva su empleo en una tienda, pero con los 800 euros que gana no pueden vivir y pagar el alquiler, de 500 euros. Así que no les ha quedado más remedio que abandonar la casa en la que vivían y mudarse al piso de los padres de Manuel.
A pesar del poco espacio, la convivencia es buena. Carlos y María Luisa conservan su habitación –«faltaría más», dicen al unísono Manuel e Isabel. «Bastante hacen con acogernos como para que encima les ocasionemos más molestias»–, dejando la otra, de dos camas, para los tres niños. Manuel e Isabel duermen en el sofá, que cada noche se transforma en cama.
Pero María Luisa no habla de incomodidades. «Claro que me gustaría que cada uno viviera en su casa, pues lo normal es que una familia tenga un techo. Pero las cosas han venido así, y, ¿cómo no voy a ayudar a mi hijo y mis nietos? Lo hago con mucho gusto. Me encanta tener a mis nietos en casa, aunque preferiría que fuera por otras circunstancias. Pero, ¿para qué, si no, estamos los padres, más que para ayudar a nuestros hijos?».
Tampoco Isabel se siente fuera de lugar en casa de sus suegros. «Tenemos una muy buena relación, es como si fueran mis propios padres. Son muy discretos, no se meten en nuestras cosas y lo que están haciendo por nosotros es muy de agradecer. No sólo nos dan cobijo; toda la comida corre a su cuenta, no nos dejan pagar nada».
«¿Qué vais a pagar? Anda», tercia María Luisa. «Además, así no nos sentimos tan solos si un día nos pasa algo y tenemos más ayuda con la casa», dice mientras Carlos ocupa el sofá rodeado por sus tres nietos. «Pero no es una imagen idílica», interviene Manuel. «Es muy duro tener que volver a casa de los padres a molestarles cuando ya habías formado tu propia familia. Espero encontrar un trabajo pronto para regresar a mi casa».
La caridad de los hermanos
Jordi (47 años), Eva (43) y Paula (11) son los miembros de otra familia de Tarragona que ha tenido que acudir a la familia para mantenerse a flote. Víctimas también del desempleo, han de hacer frente a la hipoteca –600 euros mensuales– con lo que cobran del paro, 1.300 euros entre los dos. «Nos veíamos ahorcados, con serias dificultades para llegar a fin de mes. Nos hemos comido todos nuestros ahorros. Y no queríamos renunciar a la casa porque perderíamos todo lo que hemos invertido en ella. Claro que si la cosa sigue así...», dice, cabizbajo, Jordi.
Por ahora continúan en su piso, que pagan «gracias a la caridad de nuestros hermanos», asegura Eva. En efecto, un hermano de Jordi –tiene dos, pero uno no está en condiciones de poder ayudarle– les ingresa cada mes 300 euros, en tanto que la única hermana de Eva, que está soltera, les da otros 500. «Se los devolveremos cuando podamos. Ellos lo saben, aunque también nos han dicho que nos quedemos tranquilos, que mientras puedan ayudarnos, lo harán. Son unos santos», dice Jordi.
La pensión del abuelo
Un director de una residencia de ancianos de Tarragona confirma que en un centro de estas características por lo menos cinco personas se han dado de baja para volver a vivir con sus familiares, dadas las dificultades que éstos atraviesan por la crisis y el desempleo. «Se trata de ancianos que pagaban 1.200 euros al mes por estar en la residencia y que se han visto obligados a renunciar a la vida y los cuidados que allí recibían para irse al piso de sus hijos y sus nietos, que pueden pagar la hipoteca o el alquiler de su vivienda gracias a la pensión del abuelo».
La familia, la mayor ONG
Son tres historias diferentes, pero todas tienen un denominador común: la familia es la mayor ONG, el colchón que amortigua la caída de las rentas de tantos y tantos hogares y que evita que un país con cinco millones de parados no sufra un colapso social.
Un dato extraído del informe anual de la Fundación Encuentro sirve para evidenciar esta realidad: uno de cada ocho ciudadanos mayores de 18 años recibe ayuda económica de sus familiares más directos, si bien un porcentaje aún mayor, estimado en uno de cada cinco, recibe de sus padres o hermanos apoyo no monetario: comidas, ropa o simplemente atención.
Sólo esto explica que, con millón y medio de hogares en los que todos sus miembros están desocupados, el saqueo y la miseria no se hayan adueñado de las calles.
El estudio hecho público por la Fundación Encuentro pone de relieve una realidad un tanto paradójica; y es que si hace unos pocos años eran las personas de la tercera edad las más vulnerables, ahora son precisamente los mayores de 65 años los que menos precisan la ayuda económica, siendo los jóvenes los que más recurren a ella. De hecho, casi una de cada cuatro personas de entre 25 y 34 años y una de cada ocho de entre 35 y 44 sobrevive gracias a las sumas que les proporcionan sus padres o hermanos.
En el Sorteo de Navidad
Y es que la solidaridad que da los lazos de la sangre fluye de arriba hacia abajo. El Diari ya lo comprobó cuando, con motivo del Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad, preguntó a varios ciudadanos qué harían si les tocara el Gordo. Los mayores lo tenían claro: ayudar a sus hijos. Sí, el dinero que mantiene a estos jóvenes a flote sale en general del bolsillo de sus padres, en mejor situación porque ya han pagado la casa, aunque no faltan los ejemplos del camino inverso, pues todavía hay muchas personas mayores con unas pensiones de miseria.
Es verdad que la crisis se ha cebado con las familias (paro, desahucios, pérdida de ayudas sociales...), pero no es menos cierto que, como suele suceder siempre, no ha golpeado a todas con la misma intensidad. Los datos del Informe España 2011. Una interpretación de la realidad social ayudan a entender también una aparente paradoja: la de que, atravesando la crisis más dura del último medio siglo, sea tan difícil encontrar hotel para un puente o reservar una mesa en un restaurante para una cena de compañeros de trabajo en fin de año.
La razón es que mientras la riqueza de los hogares con menos recursos se estancó al comienzo de la crisis para reducirse a continuación, la de las familias de renta más alta no ha dejado de crecer. Es decir, los hogares acomodados lo son aún más en términos tanto absolutos como relativos. De ahí la cada vez mayor notoriedad del fenómeno de sociedad dual del que hablan los sociólogos: mientras unos han visto cómo su nivel de vida se deterioraba hasta extremos alarmantes, otros viven mejor, porque muchos precios han bajado.
Ante este panorama, la familia, ya muy apreciada por los tarraconenses, se ha consolidado como el eje de la sociedad. Y es que la solidaridad de la sangre es la que nunca falla. Así lo revela el estudio, que, si bien demuestra que las relaciones de pareja pierden importancia –los divorcios han subido pese a la crisis, o quizá a causa de ella; ya se sabe aquello de que ‘sin pan ni vino no hay amor fino’–, suben enteros en la escala de valores los lazos entre padres, hijos y hermanos.