El ser...HUMANO?
DENUNCIA / LA MODA DE ENMUDECER A LAS MASCOTAS
A PERRO LADRADOR... BISTURí
ES LA CORDECTOMIA, la mutilación de las cuerdas vocales de las mascotas. Sus dueños dicen que así evitan las protestas de los vecinos, pero para muchos veterinarios esta práctica, prohibida expresamente sólo en Cataluña y Andalucía, es propia de nazis
ANA GIL
Veterinarios de la clínica de Juan Tamarit en el quirófano de las amputaciones. / BENITO PAJARES
Una mesa de operaciones con dos hojas metálicas en forma de uve permite colocar al animal en posición. En unos minutos tiene el cuello afeitado, listo para el tajo. Su suerte ya está echada.Todo parece ordenado, pulcro, aséptico, propio de un país civilizado.El material quirúrgico está a mano sobre una pequeña repisa metálica cubierta con una sábana verde. Los veterinarios Juan y Amalia Tamarit, padre e hija, ejecutan su trabajo con profesionalidad y determinación. Una incisión conduce el bisturí hasta la garganta.Al final, zas, y adiós a los ladridos. Amputación. Silencio.
Chalé de Chelo San Feliú en Náquera, Valencia. Perros y gatos campan a sus anchas, y ella feliz entre ellos. La mujer, comercial de profesión, lleva siete de sus 36 años entregados a la causa de los animales (es voluntaria en la Protectora de Animales San Antonio Abad de Picassent). Todo parece idílico, pero una extraña nota discordante enseguida perturba la escena: los perros de Chelo no ladran. Los perros de Chelo pasaron por esa mesa de operaciones con dos hojas metálicas en forma de uve. Les cercenaron su habla. Mudos para siempre.
Cuando, a principios de semana, a CRONICA llegó el rumor-denuncia de que en España se estaban cortando las cuerdas de la voz a perros para que no ladraran, nunca creímos que terminaríamos la investigación con un veterinario dando la cara abiertamente y una activa defensora de los animales mostrando sus silenciosas mascotas mutiladas. «Ni sangraron ni nada. Tampoco sufrieron depresión ni les cambió el carácter. Y dejaron de molestar a mis vecinos», intenta explicarse Chelo mientras acaricia a su manada.
¿Acaso no está prohibido, como pensamos la mayoría, amputar de esta manera a priori brutal a animales sanos? Las primeras llamadas fueron a asociaciones protectoras de animales y a clínicas veterinarias.«¿Cordectomía a perros aquí? No, eso es una barbaridad. Ningún veterinario con un mínimo de ética se prestaría a tal cosa...».Más lejos aún va Carlos Rodríguez, veterinario y director de la revista Mascotas. El término que él utiliza para calificar la práctica a la que se prestan algunos de sus colegas no deja lugar a dudas: «Nazi». Y añade: «El animal sufre una alteración irreversible y empeora su calidad de vida. Imagínate, es como si alguien no quiere que tú te muevas tanto y te corta las piernas...Nazi, ya te digo».
¿Pero, además, es ilegal?, insistimos. Sólo está expresamente prohibido en Cataluña (artículo 5e de la Ley 22/2003 de Protección de los Animales) y en Andalucía (artículo 38 c de la Ley 11/2003 de Protección de Animales ). En el resto de las Comunidades Autónomas, todas con competencias sobre sanidad animal, la práctica es sancionable sólo si se lleva a cabo sin control veterinario.
Roto el silencio que ocultaba hasta ahora esta cuestionada práctica (en EEUU y Australia se realiza sólo con orden judicial), el debate está servido. La sección de las cuerdas vocales del animal impide que vuelva a emitir ladrido alguno, aunque con el tiempo terminan pudiendo emitir una especie de quejido. Pero sobre todo, y aquí está el origen del problema, libera a sus propietarios de continuos conflictos con el vecindario por los molestos ladridos.
Blanca y Peque son de raza cruzada. Indi es la joven. Y Zoe, una corpulenta pastora belga, la jefa de la manada. Son los cuatro perros mudos de Chelo. Comparten chalé con piscina y dueña con otros tantos canes y cuatro gatos más. Si éstos se salvaron del bisturí, explica la propia Chelo, es porque no vivían con ella cuando se divorció de su marido. Dice que fueron momentos tan difíciles que las cuatro mascotas con las que convivía no paraban de ladrar, como si detectaran la tensión del ambiente. Y los vecinos empezaron a presionar, sobre todo uno. Su primera iniciativa fue comprar collares antiladrido, pero no dieron resultado. «Un vecino amenazaba bastante y si me hubiera denunciado, a mis perros se los habría llevado el Seprona de la Guardia Civil. Decidí, aun consciente de que era drástico, operarles de las cuerdas vocales».
La historia empieza a ser más que repetida. Elisa, que regenta una tienda de decoración en El Puig (Valencia), tiene la suya propia. Boli, su yorkshire, fue víctima de la cordectomía cuando era un cachorro, antes de que cayera en sus manos. Ahora cuando intenta llamar la atención de su dueña, el perro lo hace con un quejido apagado. Da pena. ¿Pero por qué lo mutilaron a tan temprana edad? La explicación adquiere tintes surrealistas: Boli formaba parte de una ruidosa camada de yorkshire cuyo propietario, que los criaba en un chalé para venderlos, decidió silenciarlos a todos convencido de que de lo contrario sus ladridos guiarían a los ladrones de perros de la zona hasta el criadero.
En un país con cada vez más mascotas compartiendo viviendas, ¿es de verdad hoy el perro -los hay en el 10% de las casas españolas- el mejor amigo del hombre? Mientras se multiplica la venta de collares antiladridos (la mayoría, con sistemas de pequeñas descargas eléctricas que disuaden al animal de ladrar), aumenta silenciosamente el número de propietarios de animales ruidosos que deciden cortar por lo sano. El prestigioso veterinario valenciano Juan Tamarit reconoce que lleva realizadas ya una decena de cordectomías a perros en los últimos cinco años, a razón de 250 euros la intervención.Una única razón, dice, le ha movido a convertir a esos perros en animales sin voz: las molestias y problemas que causan a los vecinos. «Muchos veterinarios no quieren hacerlo y lo entiendo, pero, a veces, es el último recurso para evitar el sacrificio del animal cuando se producen denuncias de los vecinos y ni el ayuntamiento ni las perreras ponen solución», dice su hija Amalia.
Conocedores los Tamarit de que la legislación valenciana es ambigua, de que lo que hacen «no es muy ético», lo cierto es que nunca nadie les ha denunciado por sus intervenciones de «acceso con laringotomía». También para ellos la amputación de animales sanos es sólo la solución final. Antes de llegar a ella aconsejan «otras técnicas, como los collares de olores o de descargas eléctricas».Y una satisfacción más que les reconforta: «Los dueños siempre quedan contentos. Lo único, claro , es tener que acostumbrarse al sonido apagado y afónico de sus perros».
Con información de Antoni Rubio