Bomberas en MadridCuando era pequeña yo nunca quise ser bombera. Cartera, cohetera, astronauta o misionera sí, pero no me dio por lo de los camiones rojos, el casco y la manguera. Tampoco me gustan las películas de incendios, ni siquiera el clásico del Coloso en llamas.
Pero como no siempre se puede elegir en la vida sobre los temas de interés, el papel de las mujeres en los cuerpos de extinción de incendios ha sido uno de los temas que he tenido que estudiarme algunas veces.
Recuerdo un seminario internacional sobre mujeres y profesiones masculinizadas en las que una bombera irlandesa contaba cómo las pocas mujeres participantes habían tenido que explicar en las comunidades locales, que su presencia en los equipos de extinción no suponía una distorsión ni en la convivencia en los parques ni un peligro para la fidelidad de los bomberos casados. La fórmula que emplearon me pareció tremendamente pueril, pero según contaban, fue muy efectiva. Se inventaron unas jornadas de convivencia en los parques de bomberos donde se invitaban a las respectivas parejas para conocerse y desarrollar complicidades. Contaba esta bombera que las resistencias en la opinión pública sobre la conveniencia de que las mujeres fueran bomberas se habían modificado notablemente tras esta acción.
Pero sin duda, si hay un caballo de batalla sobre el acceso de las mujeres al Cuerpo de Bomberos, es el debate sobre las pruebas físicas en las oposiciones y la necesidad o no de adaptar el rendimiento físico en estas pruebas a las diferencias antropomórficas y fisiológicas entre mujeres y hombres. Antes de seguir adelante, me gustaría decir que para discutir sobre este aspecto, por favor, al menos hay que haberse leído antes el capítulo 18 de Fisiología del Esfuerzo y del Deporte, de Jack H. Wilmore, David L. Costill, y complementarlo con cualquiera de los trabajos de Benilde Vázquez y otras especialistas españolas, sobre el tema de mujeres y hombres y rendimiento deportivo, no vaya a ser que los mismos que ven mal que las ligas infantiles y juveniles de deportes de equipos sean mixtas, se pongan a defender que lo que les pasa a las mujeres adultas es que no entrenan lo suficiente.
Pero volviendo a las bomberas, el caso es que se han convocado oposiciones al Cuerpo de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid. Sí, ese cuya alcaldesa nos explicaba hace unos días que no discriminaba a las mujeres y que la ausencia de ellas en la plantilla, (
desde el año 2005 sólo han aprobado las oposiciones 3 bomberas, 2 de ellas conductoras y ninguna en la última entrega de 214 diplomas, 3 mujeres de los más de 1.000 efectivos que componen la plantilla), se debía a que las mujeres y los hombres son diferentes.
Lamento decirles a todas las aspirantes que se estén preparando para esta oportunidad, que las bases de la convocatoria del Ayuntamiento de Madrid no reparan, en absoluto, lo que en otras ocasiones se ha manifestado como un obstáculo insalvable para que las mujeres puedan superar las pruebas físicas que, además, son eliminatorias. Si nadie lo remedia, algunas de estas pruebas no podrán ser superadas por las mujeres, por la sencilla razón de que están diseñadas de acuerdo con el rendimiento y la fisiología masculina. Dicho de otra forma, se diseñan para que un cuerpo masculino pueda demostrar su estado de forma, su entrenamiento y el esfuerzo invertido en la preparación, pero son sencillamente inalcanzables para las mujeres que no cuenten con unas cualidades físicas excepcionales, porque mujeres y hombres somos diferentes y manifestamos de diferente manera los resultados del esfuerzo y el entrenamiento, sin que ello se deba interpretar como una menor preparación para el desempeño de una actividad donde otras competencias, tanto físicas como intelectuales, pueden ser determinantes en la calidad del servicio de extinción de incendios y otras emergencias.
No es cierto que estas pruebas estén pensadas para medir la aptitud y cualidades para ser bombero. De hecho no parece que haya un estándar que determine cuál es la forma física adecuada para un bombero o bombera en España y, por ejemplo, no se aplican estas pruebas a los aspirantes del turno de promoción interna en el Ayuntamiento de Madrid, donde casi seguro no habrá mujeres, o como mucho 3. Además, cada organismo establece sus propios baremos que son enormemente variables en cuanto al diseño de las pruebas y en cuanto a los mínimos exigidos para hombres, para mujeres o para ambos.
En Francia, donde sí parece haber un consenso sobre los mínimos de acceso, existe una tabla ponderada para mujeres y hombres y otro tipo de pruebas. La participación de las mujeres en los cuerpos de bomberos en Francia es del 10%. Experiencias similares hay en otras partes del Mundo.
En España hay modelos similares en muchas comunidades autónomas y entidades locales e incluso alguna sentencia que se ha manifestado a favor de la ponderación en las calificaciones, ganada por las aspirantes a las oposiciones de la Diputación de Bizkaia. Sobre esta base hay también una reciente experiencia en el Ayuntamiento de Vitoria, que fue defendida por la actual candidata a la alcaldía, la socialista Maite Berrocal, que acredita que hay posibilidades de mejora en las bases de estas convocatorias, eliminando la discriminación y sin perder calidad en la selección.
No parece ser el caso del Ayuntamiento de Madrid. Al gobierno municipal creo que se le dan mejor las diferencias entre las peras y las manzanas que lo de las diferencias antropomórficas y fisiológicas entre mujeres y hombres, especialmente en la fuerza motriz superior. Y en cuanto al resto de los agentes sociales implicados en el apoyo a estas bases, quedamos a la espera de escuchar la crítica y el conveniente recurso por tratarse de unas bases discriminatorias. O eso, o es que les resulta más cómodo continuar aplicando un baremo que está hecho a gusto de quienes seleccionan y no de la calidad de la selección. Aunque también puede ser que lo que suceda es que piensen que las mujeres no pueden ser bomberas, vaya usted a saber.
. . . pues esto es lo que hay, y siendo tres para más de mil . . . se despelotan . . . que grande el altruismo . . .