La Fiscalía, contra el ámbar intermitente
La idea obliga a cambiar los semáforos y desata un enconado debate. Los expertos creen que causaría más atascos, pero reduciría el peligro.
Es una de las medidas que sugiere para evitar el elevado número de atropellos en el Principado
Según los registros de la Dirección General de Tráfico (DGT) en el año 2013 los atropellos en Asturias se saldaron con ocho viandantes fallecidos, 44 heridos graves y 317 leves. El recuento da idea de un problema que, en realidad, es mayor. Las estadísticas de la DGT se alimentan con los partes que le facilitan las distintas policías municipales, sin que hasta ahora Tráfico haya logrado que todos los agentes se tomen esa labor con el mismo celo.
Lo grave del asunto es que «son numerosos los procedimientos por atropello a peatones que cruzan correctamente la calzada por pasos de cebra debidamente señalizados», según advierte en su última memoria anual Adoración Peñín, fiscal delegada en materia de Seguridad Vial. Los acusados, escribe la fiscal, circulaban «sin prestar la mínima atención a las circunstancias de la circulación». A este despiste se une en ocasiones la influencia del alcohol, drogas y velocidad excesiva.
En la mayor parte de las calles de las ciudades el conductor puede circular a 50 kilómetros por hora. Los cálculos de la física señalan que a esa velocidad el vehículo avanza 10 metros antes de que lo que ve el automovilista lo procese su cerebro (distancia de percepción), y otros 10 metros más desde que pisa el freno hasta que el turismo queda detenido (distancia de frenado).
20 metros antes de parar
Son en total 20 metros de recorrido. Para evitar que en ellos el conductor se lleve a una víctima por delante, Peñín lanza la siguiente reflexión: «En los casos de señalización con semáforos, sería deseable que el semáforo para los vehículos estuviera en rojo no en intermitente siempre que el paso estuviera permitido a los peatones».
En las principales ciudades asturianas abundan los cruces en los que, efectivamente, el conductor encuentra abierto el paso con señales de ámbar intermitente, mientras que a la vez el caminante anda confiado siguiendo su verde permanente. Romper esta convivencia despierta opiniones dispares, si bien todos los consultados admiten que mitigaría situaciones de riesgo.
«El conductor tiene muy interiorizado que la calzada es suya, que debe llegar más rápido que nadie, y cuando encuentra el intermitente se deja llevar por ese impulso, olvidando que hay gente que cruza con ropa oscura, va corriendo, y están hechos de carne y hueso, no como su coche que es de metal», reflexiona Carlos Suárez, director de Vectio, empresa asturiana especializada en ingeniería del transporte.
«España no es Holanda»
El especialista valora en todo caso que la solución propuesta por la Fiscalía «es la rápida, la propia de quien tiene que ver las cosas en blanco y negro». Suárez recuerda que «la tendencia en Europa es la contraria, en todas partes aumenta la convivencia del vehículo con la bici y el peatón y hasta el tranvía». ¿Cómo consiguen esa coexistencia pacífica? «Poniéndole al conductor 'chicanes' artificiales, zonas ajardinadas y, en general, un entorno que le impida circular a nuestras velocidades; es inconcebible que por la calle Uría puedas ir a 50 por hora».
«El problema es que España no es Holanda, donde hay ciudades que directamente han eliminado la señalización porque el conductor, al no ver un 'Stop' o un semáforo, se mueve incluso con más cautela», opone Jeanne Picard, portavoz para Asturias del colectivo Stop Accidentes. La activista sostiene que en España «carecemos de esa conciencia cívica; aquí por ejemplo los accidentes solo han caído tirando del carné por puntos, e radares y del código penal; es decir, a golpe de medida sancionadora, no de educación».
En Stop Accidentes reivindican que, ante la falta de esa conciencia cívica, «suprimir el ámbar para el conductor es absolutamente necesario, porque ahora es una fuente de atropellos; el coche no se da cuenta de que hay niños que pueden pasar corriendo porque para ellos está verde».
La utilidad principal de los semáforos en ámbar antes de paso de cebra «es la de dar fluidez al tráfico y hasta credibilidad al propio sistema», razona Raimundo García, policía local en Noreña y presidente de la Asociación Española de Accidentología Vial. «Cuando el usuario se ve obligado a estar mucho tiempo parado ante un rojo sin que nadie lo aproveche, empieza a tomarse menos en serio las señales», completa.
García sostiene que este problema está más presente en Oviedo, «donde los semáforos tienen un ciclo en rojo excesivamente rojo, lo que termina empujando al peatón a saltárselo». A juicio del presidente de la Asociación de Accidentología, la solución señala directamente a los ayuntamientos, en cuanto a responsables de la vía: «Hasta ahora sea por consejo de sus funcionarios o de las empresas especialistas a la que han recurrido, ponen semáforos en ámbar para dar prioridad a la fluidez en detrimento de la seguridad, lo que, efectivamente, es un peligro».