aumentan las agresiones al personal sanitario
Botones del pánico y cursos de defensa en las consultas: "Aquí apuñalaron a un médico"Un médico apuñalado, una doctora secuestrada, dos auxiliares linchadas... Zaragoza ha sufrido tres agresiones brutales en pocos meses y su personal sanitario exige protección inmediata
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Ángel Villarino
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22/04/2019 05:00
El personal del Centro de Salud Univérsitas de Zaragoza acaba de recibir un curso de defensa personal. “Han sido solo tres clases, de dos horas cada una, pero aquí se apuntó todo el mundo y faltaron plazas”, comenta una de las asistentes. Ahora exigen también una mampara protectora en Admisión, un guardia de seguridad todo el día, puertas laterales para escapar en las consultas y botones del pánico bajo las mesas, como los que ya existen en otros centros de España.
El Univérsitas se encuentra en el Distrito de Delicias, cerca de la estación de AVE, una zona que en principio no debería ser conflictiva pero que en menos de un año ha sido escenario de dos agresiones salvajes. En junio de 2018, un paciente retuvo durante casi una hora, a punta de cuchillo, a una doctora que había acudido a una visita a domicilio. La ató, la amordazó, se desnudó e intentó abusar de ella.
Entró en la consulta con un cuchillo, unas tijeras... y se lanzó a por él sin mediar palabra
El segundo susto, en marzo de este año, casi acaba con la vida de un veterano doctor, que fue apuñalado por un paciente octogenario. “Fue horroroso. Entró en la consulta con un cuchillo, unas tijeras... y se lanzó a por él sin mediar palabra. El pobre hombre se tuvo que esconder aquí detrás, sangrando. Da escalofríos pensar que aquí mismo acuchillaron a un médico”. Desde que ocurrió, el personal se concentra cada viernes en la puerta exigiendo más protección.
A 15 minutos andando de allí, en el Hospital Nuestra Señora de Gracia —uno de los más antiguos de España—, se produjo el 7 de abril otra agresión que acabó en la portada de los diarios regionales: una familia de etnia gitana dio una paliza a dos auxiliares que aún siguen de baja.
Los sindicatos aseguran que no se trata de casos aislados, ni circunscritos a Aragón. Según el 'Informe estadístico de agresiones en el ámbito sanitario', el año pasado se denunciaron 6.384 “situaciones violentas”, de las cuales 954 fueron agresiones físicas y el resto, amenazas graves o insultos. En la Comunidad de Madrid se dispararon los casos reportados un 50,4% solo en 2017, según el Registro Madrileño de Agresiones y Conflictos (Remac).
La sensación de desprotección se extiende por centros médicos y hospitales. El personal denuncia un aumento de la conflictividad, agravado por la falta de recursos. Insisten en que los pacientes son cada vez más exigentes y que los trabajadores no dan abasto. Algunas comunidades autónomas han instalado botones del pánico debajo de las mesas de los doctores. “Si el paciente se pone muy chulo, aprietas sin que se dé cuenta y viene un compañero. Cuando hay otra persona, normalmente baja la tensión”, explica una doctora de Murcia, donde se ha convertido en una práctica habitual en muchos centros médicos. También son ya frecuentes las puertas laterales en las consultas. “Están pensadas para que te puedas escapar si te bloquean la salida”.
“La gente tiene que esperar cada vez más y les atienden personas que llevan muchas horas trabajando, que están desbordadas y a menudo agotadas. La plantilla es tan ajustada que muchos van al límite. Hay médicos reventados, que pueden ver a casi 100 pacientes al día… y eso provoca roces. Existen diferentes estadísticas, pero desde 2012 todos los años vemos cómo aumentan las agresiones”, resume José Abril Palazón, secretario de Salud Laboral de CCOO en Aragón.
Patadas en el suelo
El parte de la agresión sufrida este mes en el Hospital Nuestra Señora de Gracia describe una escena que tiene indignadas a las enfermeras de la planta de geriatría, donde se produjo el suceso: más de 10 familiares de un paciente llevaban todo el día acampados en la sala de espera y cuando se les pidió que se retiraran comenzó una discusión que degeneró en linchamiento.
“Les dieron patadas en el suelo y tirones de pelo hasta que llegó la Policía”, indica el informe. “Llevaban horas y horas riéndose de nosotras, gritando, comiendo, bebiendo y ocupando todo el espacio. Yo he vivido la época de los heroinómanos y las prostitutas, y no recuerdo situaciones como esta. La gente cada vez es más agresiva y maleducada”, resumen los testigos.
Yo he vivido la época de los heroinómanos y las prostitutas, y la gente cada vez es más agresiva
Uno de los agresores huyó y otro está detenido, pero los familiares del paciente siguen paseando a diario por el hospital: algunos dentro de la habitación, otros en un corrillo instalado en la puerta del recinto. La sala de enfermeras se caldea comentando lo sucedido. “Vino un patriarca a mediar, pero les da igual. Saben que si son conflictivos y dan guerra, acaban saliéndose con la suya”.
“Por ejemplo”, continúan, “son los únicos en la planta que tienen una habitación para ellos solos por sistema. Y nosotras tenemos que seguir atendiéndolos, aun sabiendo que han pegado una paliza a dos compañeras que están amenazadas y asustadas en casa. Han traído a un chico de seguridad, pero él también les tiene miedo. Dan ganas de salir corriendo”, se quejan.
Han traído a un chico de seguridad, pero él también les tiene miedo. Dan ganas de salir corriendo
El director del hospital, José María Arnal, trata de ver las cosas con perspectiva. “Es doloroso que ocurra algo así, pero tampoco podemos dar la impresión de que esto ocurre a diario. El personal denuncia más que antes, no están dispuestos a consentirlo y me parece bien”, comenta. “No quiero que la gente que viene a trabajar o a consulta se piense que esto es Alcatraz”, zanja.
Los números, sostiene Abril Palazón, demuestran que las agresiones son más frecuentes en los centros de salud y en las atenciones primarias que en los hospitales. Y casi todos los problemas, dice, se originan por un puñado de motivos: “Tiempos de espera”, “falta de información”, “falta de señalización” y conflictos “en zonas comunes y salas por temas de limpieza, confort”…
Imagen de las protestas.
Imagen de las protestas.
Perder los nervios esperando
El Observatorio Contra las Agresiones de la OMC, que solo tiene en cuenta los casos denunciados por médicos, indica que el 46,1% de los casos se inicia por discrepancias en la atención médica, el 11,4% por el tiempo en ser atendido, el 11,1% por no recetar lo propuesto por el paciente y el 10,3% por las bajas de incapacidad laboral.
En marzo, por ejemplo, un doctor fue brutalmente apaleado por sus pacientes en un centro de salud de Mollet del Vallès (Barcelona) después de anunciarles que tendrían que esperar un rato más porque él se retiraba unos minutos a disfrutar de un descanso legalmente establecido después de muchas horas de trabajo.
Las consultas (28%), las ventanillas de citas (15%) y Urgencias (13%) son las zonas de mayor riesgo, y los familiares pueden llegar a ser más conflictivos que los pacientes. En 2012 se creó un grupo de trabajo a nivel nacional para aunar criterios, y en 2018 se reactivó por el incremento de la violencia. La próxima reunión se celebra en julio y participarán los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
No podía seguir trabajando en ese pueblo, así que me tuve que ir y ahora estoy preparando el MIR de nuevo
“Claro que hay instrucciones y un plan de la Secretaría de Estado, el problema está reconocido y el diagnóstico hecho, pero no se le pone remedio. Hace falta ayuda psicológica, ayuda jurídica, reforzar las órdenes de alejamiento y los traslados conflictivos. Hemos tenido casos en los que se persigue al trabajador fuera del centro, médicos y enfermeros que tienen que cambiar de horario o de planta… Hay cuadros de depresión, de ansiedad y mucha gente de baja por este motivo”, lamenta.
Algunos profesionales han acabado huyendo de la atención primaria para no seguir soportando la presión de las consultas. Marta (nombre ficticio) estuvo trabajando varios meses como pediatra interina en un consultorio rural de Murcia, pero acabó pidiendo la baja por las amenazas constantes de una familia a la que acabó llevando a juicio.
“Me amenazaron y me insultaron. No sabía si me iban a rajar las ruedas del coche, como les ha pasado a algunos compañeros. Denuncié y tuve testigos, pero les absolvieron porque, tal y como está la ley, si las amenazas no son de muerte, no les pasa nada. No podía seguir trabajando en ese pueblo, así que me tuve que ir y ahora estoy preparando el MIR de nuevo, con otra especialidad, para no tener que volver a trabajar tan de cara al público”.