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La importancia de Rosa Díez
Disminuir tama?o del textoAumentar tama?o del texto M. MARTÍN FERRANDMartes, 06-01-09
MALA, muy mala, ha de ser la situación interna del PP si, como aseguran los más acreditados pepeólogos, la razón determinante para la designación de Jaime Mayor Oreja en la cabeza para las elecciones al Parlamento Europeo reside en el espa?olismo (sic) de Rosa Díez, la líder de UPyD. Ignoro qué trabajos demoscópicos contribuyen a la toma de decisiones en el partido de la gaviota; pero no deja de resultar tan singular como extremoso y alarmante que, a estas alturas del juego constitucional, la situación haya experimentado tal deterioro que la invocación de la unidad de Espa?a resulte imprescindible. Preferiría pensar, ya que los espasmos decisorios del gran partido de la derecha no vienen acompa?ados de debates y explicaciones, que la razón que sitúa a Mayor Oreja en el frente electoral es de mayor calado y se corresponde con una estrategia más sutil.
Rosa Díez no debiera ser, en puridad, una alternativa para el voto de la derecha. Su fuerza y su resolución, su diáfana claridad y su capacidad de compromiso, contrastan con la meliflua debilidad y la calculada ambigüedad de los líderes al uso; pero no ha renunciado a los valores de la izquierda y es un notable ejemplar socialdemócrata. Como tal se comporta y, por ello mismo y en contraste con la mayor contradicción del PSOE del que procede, no se permite ninguna broma centrífuga. Ella siente la responsabilidad del Estado y, sin complejos, se entrega a la prédica y la defensa de Espa?a como concepto. Algo que, en sí mismo, no debiera alterarse en función de las ideas sociales y económicas que caben, ?cómo no?, en la pluralidad nacional.
El peculiar ritmo que Mariano Rajoy imprime a su trayectoria, a sus pocas acciones y muchas dejaciones, ha vuelto a beneficiar a José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando el presidente del Gobierno, atrapado por sus errores y sus compromisos incumplidos, por su indecisión ante la crisis y su contradicción presupuestaria, estaba al borde del precipicio el líder del PP se ha colocado ante la opinión pública y, en ruidosa maniobra de distracción, ha concentrado sobre sí mismo los focos que alumbraban el caos gubernamental. Si se tratara de un gesto calculado y voluntario, Rajoy merecería la medalla de salvamento de náufragos por su rescate de Zapatero; pero, si como parece más probable, es un nuevo error de cálculo y tiempo, lo que merece es colocarse mirando a la pared, con los brazos en cruz y orejas de burro. Como en las viejas escuelas.
Con un solo gesto, tardío e inoportuno, el PP ha perjudicado su imagen centrista y arrollado el fruto renovador surgido del Congreso de Valencia, ha proyectado en Galicia la imagen anta?ona que les arrebató el poder de la Xunta y ha reverdecido en el País Vasco una historia que parecía conclusa. No lo harán bien, pero no se les puede negar efectividad a la hora de hacerlo mal.