¿Expaña? Un "land" alemán donde se habla inglés
El fondo es simple: los temores por la pérdida de España no son infundados, pero proceden, más que de las autonomías, origen de todo mal, de ciertos poderosos factores exteriores.
Siempre ha sido así: sean empresas u organizaciones públicas, el daño que puede infligir el rival grande (si la palabra "rival" es lo correcto) es mayor y más reversible que el que cause el pequeño. Además, las reglas de juego las dicta el grande.
Déjenme exagerar un poco: España o lo que quede de ella va camino de ser un land alemán donde se habla inglés (de momento, como segunda lengua).
Y quizás no todo fuese malo; que conste. ¿Acaso habría sido malo para Galicia ser un land alemán? ¿No es, de por sí, excelente la difusión del inglés?
Pero si, incluso rebajando mi exageración, resultara que el paisaje venidero es más o menos el de un protectorado de la UE y de Alemania, debemos preguntarnos cómo hemos llegado ahí.
Y todos (o muchos) tan contentos, o al menos tan resignados como si lo decretara el Hado. Si se trata del inglés, para los muchos militantes del furor anglo-lingüístico, todo es poco; no hay sacrificio que no deba hacerse -tiempos de verbos, palabras, cultura-. Todo lo que en ese altar deba inmolarse se inmolará; todas las costumbres que proceda (y otras que no proceda) se importarán, aunque sean como un Papá Noel en el Sahara. Los Reyes Magos, gracias al comercio, resisten, pero los papanoeles ventaneros aumentan cada año; en 2030, serán un tradicional recuerdo infantil de los padres jóvenes.
Y los neonacionalistas españoles parecen felices. Que el BNG proponga retrasar una hora en Galicia (si eso era o no lo más urgente, es otro asunto), dispara sus alarmas; que España sea un protectorado al que se dicta una reforma constitucional, y que no puede tomar unas medidas de choque sin consultar a Alemania y Bruselas (diciembre 2011), no merece mayor comentario. Si en un remoto instituto se examina de física en gallego a un alumno castellano-parlante, es casus belli; si el inglés estraga el español, si la cultura española resiste lo que la mantequilla a un cuchillo, all right.
"Etxean, otxo, kanporan uxo". Frente a las autonomías, el enérgico (para decirlo benévolamente) discurso neo-españolista pide restaurar el Estado. Frente a Bruselas y "los mercados", es de una docilidad ovejuna y no derrama una lágrima por la continua pérdida de soberanía y la creciente sumisión, olvidando que si la organización a quien uno se enfrenta es superior, la probabilidad de recuperar algún día lo cedido es escasa. Pero eso no parece importar mucho.
Déjenme exagerar otro poco. España precisa una nueva Generación del 98. Pero sus reflexiones y pronunciamientos quizá no sean flores y piropos sino tal vez algo como un certificado de defunción.
ANTONIO-CARLOS PEREIRA MENAUT
PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL