EL CALVARIO DE UNA COMPAÑERA
La guardia civil del puesto de Boñar que sufrió el acoso y las vejaciones de su jefe durante un año, de forma reiterada, considera inaudito que Elías Venero Escanciano continúe como si no hubiera ocurrido nada al frente de la Benemérita de esa localidad, a pesar de haber sido condenado en sentencia firme el pasado 22 de junio por el Tribunal Supremo Sala Quinta de lo Militar como autor de un delito de abuso de autoridad.
En sus primeras declaraciones públicas, asegura que «es aberrante que se mantenga como jefe de la Guardia Civil a un delincuente y, además, en una población pequeña como Boñar, ¿porque con qué autoridad impone a otros una multa o les detiene?. La Comandancia o la Subdelegación del Gobierno en León deberían haber adoptado ya alguna sanción o cambio de destino para este individuo».
Como ha quedado demostrado tras un periplo judicial de cinco años, Venero hizo la vida imposible a su subordinada desde marzo del 2004 al mismo mes del 2005 vertiendo descalificaciones verbales por su condición femenina. Además de proferir improperios como «gallina, bruja, friki o Carmen de Mairena», y de hacer gestos obscenos para referirse a ella, la ultrajaba con contínuos comentarios despectivos sobre su menstruacción.
En el calvario que sufrió la víctima, también hubo humillaciones físicas acreditadas por los jueces, como ordenarla lavar su vehículo un friísimo 12 de enero por la mañana con cubos de agua, porque la manguera estaba congelada. Como consecuencia, S.M. padeció un trastorno ansioso-depresivo que después evolucionó a una ansiedad generalizada.
Su familia la animó a acudir a los tribunales para que el autor no quedara incólume y para tratar de impedir que vejara a nuevas víctimas, pero el camino no resultó fácil. De hecho, al denunciar a su jefe, la expedientada en el seno de la Guardia Civil fue ella.
El capitán de la compañía, José García Caraballo, la sancionó con un día de haberes por negligencia en el cumplimiento de sus obligaciones profesionales al no haber comunicado por los conductos oficiales que iba a denunciar a Venero. Un correctivo que ratificó el comandante Carlos Santos y el entonces teniente coronel de la Comandancia, José María Feliz Cadenas, sin tener en cuenta sus circunstancias.
«Yo estaba de baja desde marzo del 2005 y tenía prohibido médicamente mantener relación con mi entorno laboral. Mi marido fue el que relató a los mandos lo que sucedía en el puesto en verano. Sin embargo, me sancionaron. ¡Hasta en este asunto tuve que recurrir a los jueces y me dieron la razón dos años despues!», recuerda.
Cinco años. El Tribunal Militar Cuarto de La Coruña revocó el correctivo con una sentencia dura que señala que «pretender que la víctima de un posible delito, una vez denunciados los hechos ante el juez togado, deba comunicárselo a sus mandos por conducto reglamentario, cuando su superior directo y jefe de unidad es el denunciado y procesado por conductas de abuso de autoridad en su modalidad de acoso sexual, resulta, cuando menos, sorprendente».
El proceso que ha culminado con la condena de Venero ha sido para ella «largo y doloroso». Se desarrolló en tres escenarios, Valladolid, Madrid y Galicia, con gran carga documental y 22 testigos. «Desde el primer día al final ha sido horrible, con un psicólogo, viendo que carecía de apoyo de la jefatura porque yo era la mala», comenta.
Aunque está contenta con el desenlace «porque cuatro juzgados diferentes me han dado la razón, se ha demostrado que yo no mentía, que él es un delincuente y que mi baja de la Guardia Civil fue en acto de servicio, es decir, provocada por él», S.M. lamenta la nula protección que ha sentido por parte de la Comandancia de León durante estos cinco años. Un periodo en que no ha recibido una sola llamada para interesarse por su estado o para pedir disculpas por lo sucedido.
Tataranieta, biznieta, nieta, hija, sobrina y esposa de guardia civil, le «gustaría creer que no han protegido (al sargento), porque entonces pobres compañeras que se encuentren en la misma situación que yo. Prefiero pensar que el mío es un caso aislado. De hecho, no hablo mal de la Guardia Civil como institución, sino de la falta de actuación y atención por parte de la Comandancia, que ni siquiera adoptó medidas para evitar las más que esperadas represalias contra mis siete compañeros que testificaron contra el mando».
Unos compañeros para los que la víctima sólo tiene palabras de agradecimiento «por el valor y el honor que demostraron». Seis de aquellos siete testigos del puesto de Boñar (en el que trabajaban once personas) han cambiado de destino.
Un éxito difícil. El abogado de S.M., Francisco Viejo, reconoce que «lograr que se condene a un guardia civil por parte de un inferior es tremendamente difícil. Que se demuestren las acusaciones, en este caso de un claro mobbing, ya es de por sí un éxito. Nosotros pedíamos tres años de pena y el fiscal militar 18 meses, pero el presidente del Tribunal Militar emitió un sorprendente voto particular y la condena quedó en tres meses y un día de cárcel».
El auditor Alfredo Fernández Benito considera que las vejaciones y comentarios machistas reiterados del sargento de Boñar «no llegan en ningún caso a una humillación o envilecimiento de un subordinado por su superior jerárquico», de modo que los hechos no le parecieron «delito» y pidió su absolución.
Sus explicaciones cayeron como un jarro de agua fría sobre la víctima que las considera «preocupantes, porque que un juez entienda que vejar e insultar a una mujer durante un año son sólo palabras ‘reprobables y desafortunadas’ me da pena. Comprobar que en el Ejército o en la Guardia Civil algunos puedan pensar así me parece tremendo».
Esta es la Gc que tanto gusta a Mephisto and company...........