http://www.aasias.com/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=1&Itemid=4http://www.aasias.com/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=1&Itemid=4(Las fotos no corresponden con las del reportaje)
GRI, LOS GRUPOS DE INTERVENCIÓN DE LA POLICÍA MUNICIPAL DE MADRID
Diez de la mañana del día 3 de mayo.
Nos encontramos en la Jefatura
de la Policía Municipal de Madrid,
instalaciones situadas en el número
31 de la calle Albarracín. TACTICAL
ha sido invitada a la reunión que
mantiene el subinspector Lorenzo
Antolinez, Jefe de la Subinspección
Central de Seguridad, con el oficial
Teodoro Pérez y algunos sargentos
y cabos que trabajan bajo su Mando.
La reunión dura poco más de diez minutos y
se centra en las actividades que tendrán lugar
a lo largo de aquel turno de trabajo. Al finalizar,
les acompañamos hasta el exterior del edificio donde
una quincena de agentes nos esperan. De forma
rápida, pero perfectamente coordinada, se reparten
por varios vehículos de patrulla y furgones. La comitiva
enciende los prioritarios y comienza a moverse
a buen ritmo hacia el destino. Avanzamos, sin perder
la formación y haciendo uso de las sirenas cuando
es necesario, por distintas calles hasta llegar a la
M40, una de las rondas que facilitan la circunvalación
de la capital de España. Allí, la velocidad se
incrementa hasta una cifra cercana a los cien kilómetros
por hora, lo que en poco más de veinte
minutos, y tras transitar por la A-3, nos permite llegar
a destino, la zona marginal de la Cañada Real
Galiana que se ha hecho famosa por las numerosas
noticias que genera la actividad delictiva que realizan
los que allí viven. Minutos antes de nuestra
llegada, y dentro del furgón en el que viajamos, los
profesionales se colocan un chaleco antibalas exterior,
seguridad que yo mismo adopto porque no se
sabe nunca lo que puede acontecer.
El primero de los vehículos policiales se detiene en
el arcén y de él sale un agente que para el tráfico que
viene detrás. El resto, en una maniobra muchas veces
ensayada y realizada, toma otras posiciones. Un furgón
se coloca en el arcén opuesto. Un poco más adelantado
queda la furgoneta que transporta un
equipo de perros adiestrados –los “Cani 9311” en su
código radio– y el coche que conforma el elemento
de seguridad que actuará en el caso de que alguien
quiera evadirse de la acción policial. En el furgón viaja
un GRI, Subgrupo de Respuesta e Intervención
constituido por un cabo y siete experimentados
agentes. En menos de un minuto recogen distinto
material estibado en la parte trasera de su furgón y
lo sitúan en distintos puntos para conformar un control.
Tan pronto como los “Omega 9280” –identificación
que ellos usan cuando se comunican por radio–
están listos comienza a darse paso a los vehículos.
Un agente, provisto con un equipo de comunicaciones
Motorola y localizado en una posición adelantada,
es el encargado de observar a quienes hasta allí
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llegan. Su experiencia le permite “detectar” a los que
pueden ser su objetivo y avisar a sus compañeros para
que los paren. No han transcurrido cuatro minutos
desde que llegamos, cuando se escucha el primer
aviso: “SEAT Toledo gris con dos sujetos en la parte
delantera”. Cuando llega hasta nuestra posición, le
conminan a estacionarse en la zona habilitada para
no molestar al resto del tránsito. Cuatro agentes se
sitúan a su alrededor –algunos con la mano próxima
a su arma reglamentaria por si es necesaria una reacción
inmediata– y abren las puertas delanteras,
dando instrucciones a los dos hombres para que se
identifiquen. Mientras un policía lleva sus documentos
al furgón, donde el conductor –apodado “el
rosquilla” por la forma del volante que maneja–, canaliza
las comunicaciones que permiten comprobar
las filiaciones de los sospechosos, sus compañeros
les dan instrucciones para que salgan del coche y les
cachean, proceso en el que tiene una importante
participación un perro pastor alemán que a las indicaciones
de su guía, olfatea tanto el vehiculo como a
los ocupantes del mismo, encontrando una navaja de
pequeñas dimensiones y una pipa para fumar crack.
En todas esas maniobras, el can ha seguido las indicaciones
de su guía y ha recorrido el interior, exterior
y maletero del vehiculo buscando con su adiestrado
olfato, algún indicio de drogas.
A ese protocolo de actuación, que observamos realizar
de forma diligente y demostrando la práctica
que tienen en ello después de mucho tiempo haciendo
ese tipo de servicios, le siguen otros. En una hora
se revisa media docena de vehículos y se identifica a
los que en ellos viajan, hombres y mujeres. No tenemos
el éxito pretendido y no se localizan ni armas de
fuego, ni drogas ni otros objetos que puedan provocar
la detención. Si hay aspectos curiosos, como las
respuestas que algunos dan para justificar lo que les
ha llevado hasta allí o que en su maletero lleven objetos
de madera aparentemente contundentes. “Es
un alargador que uso en mi actividad de pintor, para
que la brocha alcance la altura buscada”, contesta,
con cierto gracejo, uno de los sujetos.
Tras finalizar el operativo, que se desmonta siguiendo
también un protocolo ejecutado con celeridad,
abandonamos la Cañada Real para dirigirnos a
otro punto de Madrid donde les esperan. En el tránsito,
aprovechamos para conversar con el cabo Rico,
el Jefe del Subgrupo de los “Omega” con el que hemos
estado. Nos explica detalles de lo que es su actividad
cotidiana, la que ellos realizan entre siete de
la mañana y tres de la tarde. También, curiosidades
cómo que es el más joven del subgrupo, apodado “el
campana”, el que se encarga, al final del servicio, de
realizar el parte del mismo. Nos interesamos por as-
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G R I
pectos de su trabajo, que les explicaremos más adelante,
y por lo que es el lugar en el que hemos estado.
Del mismo, salvando detalles que pueden ser
“confidenciales” y que excluimos para no perjudicar
la labor policial, nos concretaba que “en la Cañada
conviven distintas etnias, razas y culturas y que cada
colectivo ocupa un área concreta y
se dedican a actividades distintas.
Así, junto a ciudadanos que se dedican
a actividades normales y legales,
hay otros grupos que se
dedican al tráfico de drogas –sobre
todo cocaína y heroína–, y a
distintos robos como por ejemplo,
el cable de cobre. En todo caso,
hasta la Cañada llegan muchos
drogadictos de Madrid, alrededores
y provincias, sobre todo gente
de poco nivel adquisitivo que busca
un producto más económico y
de menor calidad, pues allí la cortan
mucho.”
Nos explicó también que son habituales los controles
policiales en esta zona y que se han incautado
numerosas armas cortas e incluso visores nocturnos
que son usados por los narcotraficantes para controlar
e intentar neutralizar la acción policial.
Una necesidad
Es bien conocida por todos los que habitualmente leen
esta revista, muchos de ellos profesionales de distintas
organizaciones de ámbito estatal, autonómico
o municipal, la realidad policial que define a España,
con organizaciones que están un poco desbordadas
por la realidad actual. Este podría
ser el caso que nos ocupa. Para tener
un recurso con el que dar respuesta
a lo que la ciudadanía de
Madrid requiere, los responsables
de la Policía Municipal, encabezados
por Emilio Monteagudo que es
su actual Inspector Jefe, decidieron,
ahora hace unos tres años, reformar
las competencias de las
denominadas Unidades Centrales
de Seguridad.
Se habían producido diversos
incidentes graves en las inmediaciones
de la Plaza del 2 de Mayo a
los que no se había podido dar la respuesta adecuada.
Hasta ese momento, la Policía Municipal de Madrid
no disponía de unidades especializadas para
actuar en todo tipo de situaciones y con protocolos
de actuación previamente diseñados y entrenados.
Fue ese el motivo que llevó a actuar en consecuen-
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Texto íntegro y fotos en la revista