Un defecto muy generalizado entre los padres es asustar a sus hijos cuando ven a un policía....el policía te va a regañar, te va a llevar, te va a...y este defecto produce luego una visión errónea de futuro.
Policía: “Mamá, miedo”Por: Jaume Santacana el 8 abril 2015 | Comentar
Tuve el enorme placer y honor de compartir cientos de horas de conversación, diálogos y viajes con Josep Pla, el escritor ampurdanés a quien, ahora, todo el mundo admira -Aznar incluido- y que, en su momento fue motivo de grotescas discrepancias.
Crucé algunas fronteras con Pla y constaté su alterable nerviosismo en los momentos previos al cambio de países. Opinaba, nervioso, que la policía (en general) le producía un miedo atroz. No deseaba tener ningún contacto con este cuerpo funcionarial: su único deseo era evitarlos, fueran del país que fueran.
Si ustedes leen -y se lo recomiendo- las Obras Completas de este gran literato, observarán el pánico que se apoderaba de su mente cuando, forzosamente, tenía que enfrentarse a cualquier forma de autoridad policial; aunque se tratara de la renovación del D.N.I.
Nota: en el supuesto de que algún lector o articulista no “lea” catalán puede acceder a los artículos que Pla publicó, en español, durante cuarenta años en la revista Destino (de origen catalano-burgués-falangista): ¡fundada en Burgos, en “aquellos tiempos”…”! Lo digo, por ejemplo, refiriéndome a esos “bilingüistas”, estilo Jorge Campos y sus boys circulares que, de ese modo no encontrarán mayores problemas en su comprensión. Lo del bilingüismo es un eufemismo de “¡que risa, tía Felisa! Por cierto, bilingües son aquel tipo de humanos que conocen y pueden utilizar –cuando les da la gana- dos idiomas distintos; si los idiomas suben a tres, entonces son trilingües; si alcanzan la cifra de cuatro, se denominan cuatrilingües; penta… con cinco; hexa… ya serían seis y etcétera.
A lo que iba: a mí, personalmente, también me atemoriza la policía. Entiendo que debe existir, claro, pero me parecería más sensato que sugirieran temor antes que miedo; me gustaría más que la ciudadanía los sintiera protectores y que no les infundiera terror. Hablo, escribo, aglutinando todas las fuerzas de seguridad, se apelliden Policía Nacional, Guardia Civil, Mossos d’Esqüadra, Ertzaintza o Municipales (últimamente, Policía Local).
Ayer: iba cabalgando sobre mi moto por una avenida de una gran urbe cuando, por mi retrovisor, observé un guardia municipal (antes, urbano: mucho más delicioso) tras de mí. Todo parecía normal, pero yo me puse de los nervios. Un servidor, simplemente, conducía, pero mi mente entró en crisis y empezó a imaginar posibles infracciones, actuales o antiguas. El agente seguía encuadrado en el retrovisor; no se salía del espejito. No me avanzaba. Pensé que algo no funcionaba; imaginé que mis luces no coordinaban correctamente, mis ruedas estaban machacadas por la vejez, que mis impuestos, el seguro o la ITV andaban caducados…
Al cabo de una interminable “persecución sin imputación alguna”, el poli se me colocó en paralelo. Yo, cagado. Estancados ante un semáforo avergonzado (en rojo) y tras una mirada entre bulldog y doberman turco , va y me pregunta:
“¿pasa algo? Te veo nervioso”. El semáforo efectuó la operación contraria a la maduración y yo, estático como la electricidad, clavado. Me dijo:
“venga, coño, tira millas”; encima, tuteándome.Me dan miedo.
¿Y si en lugar de chulería exhibieran cariño?