http://www.elmundo.es/elmundo/2011/12/21/espana/1324456963.htmlGOBIERNO | Titular de Justicia
... Y Gallardón se hizo ministro
Posiblemente, la noche del 15 de enero de 2008 fue la más triste y decepcionante, políticamente hablando, para Alberto Ruiz-Gallardón (Madrid, 1958). No fue cuando no triunfó su moción de censura contra el Gobierno de la Comunidad de Madrid por un tránsfuga allá por 1989, ni cuando su partido perdió las elecciones en 2004... Aunque si él pudiera responder diría que sí, que 'la noche de marzo de 2004 fue horrible'.
15 de enero de 2008. En uno de los ascensores de Génova, descienden a los infiernos un Alberto Ruiz-Gallardón al borde del colapso físico y político y una Esperanza Aguirre, irónica, victoriosa y alegre porque las desgracias, sin son dobles, pues mucho mejor.
Esa noche, Mariano Rajoy le comunica al alcalde de Madrid que no va a entrar ni siquiera en las listas del PP al Congreso. Ni él, ni ella, les ha dicho. Ruiz-Gallardón había pedido subirse a ese tren en todos los idiomas que sabía. Pero la presidenta madrileña le ganó la partida.
Lo que no sabía Aguirre entonces es que el ascensor sube y baja en las sedes de los partidos más rápido de lo que nadie puede imaginar y que sólo tres años después, Gallardón se ha metido en ese ascensor con parada en "su" cielo político, que no su techo, el Gobierno de España.
Al día siguiente del descenso, la música de Gallardón cambió. Aseguró sentirse "derrotado", una sensación nueva en su curriculum, pero sobre todo aprendió que así no se hacían las cosas.
Le cantó las cuarenta al mismísimo José María Aznar, cuando en el Congreso de Madrid, en octubre de 2004, aseguró que "algo debimos de hacer mal para no ganar las elecciones". E insistió en que él era un verso suelto con las políticas más conservadoras del PP (dijo sí a la ley de parejas de hecho, ofició matrimonios homosexuales, se rodeó de la cultura más progresista...).
Pero el 15 de enero le quedó claro que él sólo no podía hacer sonetos y que si quería ser el primer verso del cuarteto inicial, tenía que cambiar de rima. Lección aprendida. Gallardón se convirtió en el más fiel de los escuderos de Rajoy en el Congreso de Valencia, donde salió reforzado frente a las huestes de Aguirre que pedían más democracia interna.
No se salió del guión marcado por Génova ni en público ni en privado, llegando incluso a mostrar su apoyo al alcalde de Valladolid, después de sus comentarios machistas respecto a los "morritos" de Leire Pajín.
Sus palabras favoritas fueron 'Mariano, Mariano, Mariano, Mariano' y si acaso, 'Rajoy'. Y poco a poco, ha ido encajando en un proyecto que hace sólo tres años lo mandaba en el ascensor a la puerta de la calle, y eso que él siempre ha insistido en que el PP es y será su único 'amor'.
"Yo recuerdo cuando mi padre redactaba los estatutos de este partido junto a Manuel Fraga y cómo yo le acompañé a registrarlos", se le ha oído decir en numerosas ocasiones.
Casi todo en el partido, casi todo en política
De hecho, Alberto Ruiz-Gallardón fue secretario general del PP (1986), vicepresidente y portavoz del partido con Hernández Mancha y portavoz de los 'populares' en el Senado ese mismo año. Ha sido presidente de la Comunidad de Madrid desde 1995 hasta 2003 y alcalde de la capital desde entonces... ¿Y todavía había dudas de que pudiera llegar a ministro?
Quizá fue porque el delfín tuvo que suicidarse hace años o porque ningún presidente quiere tener en su equipo a alguien que mataría por tener su puesto. Pero ahora, el regidor madrileño se sentará en un Gobierno donde tiene que remar como ministro de Justicia desde su experiencia como fiscal.
Famoso por mandar felicitaciones de Navidad con mensajes escondidos, Ruiz-Gallardón aseguró en su último 'christmas' que "el hombre es pasar, es irle pasando cosa tras cosa", citando a Ortega y Gasset en 'Sobre la razón histórica'.
Ortega también dice en esa misma obra que dado que el hombre no tiene naturaleza propia sino que es lo que se va haciendo a lo largo de la historia. Una cita de vida que el ya ministro de Justicia ha sabido llevar a la práctica, aunque quizá dejando en el camino algún que otro principio.