En un viaje reciente a Espa?a me paseaba yo con mi padre y hablábamos de nuestras cosas. De cómo los tiempos han cambiado. Llegamos a la conclusión de que en Espa?a hoy somos más ricos, lo cual es evidente, pero vivimos peor. Y esto es un tema que me lleva de cabeza.
Como todos los a?os he pasado unos días de vacaciones en Espa?a, en mi casa, y como todos los a?os me resulta curioso observar los cambios que yo, a causa de la distancia, percibo de manera más violenta y ruda que mis compatriotas. No recuerdo qué sabio dijo una vez, que sólo había comprendido su país en cuanto había vivido lejos de él, y yo creo modestamente, que algo de razón no le faltaba. Porque cuando vives dentro de una sociedad los cambios que pueden ser importantes se perciben suavemente, como si el todo no evolucionase. Además resulta muy complicado analizar con objetividad las situaciones y la historia del país desde dentro, sin la distancia suficiente como para tener una perspectiva completa y no influida por las vicisitudes y las preocupaciones o modas del momento. En fin, yo también considero que mi conocimiento de Espa?a ha aumentado con la lejanía y cada vez que vuelvo a mi país, tengo la oportunidad de constatar los cambios y la ? temperatura ambiente ? con respecto a mi última visita.
Este a?o la preocupación por la crisis era sujeto de conversación en todos los periódicos y en todas las televisiones, y no pasaba un día sin que mi oído captase alguna conversación, en la que alguien se quejaba de su situación actual y comunicaba al otro sus temores de perder su trabajo.
La crisis se ha convertido en una verdadera psicosis para mis compatriotas, y la verdad es que hay motivos para ello, porque el proximo a?o amenaza tormenta y de las fuertes. Ya he hablado muchas veces sobre este tema en esta tribuna, tan sólo me gustaría a?adir que uno de los errores más importantes a evitar en esta situación es que los pilotos que llevan el aparato del estado no agraven con sus medidas la situación, ya de por si penosa, de la aeronave. Y desgraciadamente, eso es bastante común en la mayoría de países, porque esto suele ocurrir también cuando se toman decisiones precipitadamente y de cara a la galería. Así pues, la crisis es tema de conversación recurrente en Espa?a.
Otro dato que me sorprendió fue las previsiones del paro para los proximos a?os. Según los analistas de las cajas de ahorros, Espa?a rozará el 15% de desempleo en el a?o 2009, y aunque la situación económica repuntará levemente en el 2010, el paro seguirá progresando hasta alcanzar la escalofriante cifra del 16%.
Todavía me acuerdo de la campa?a presidencial de Sarkozy en Francia, hace tan sólo un a?o y pico, cuando ponía a nuestro país como ejemplo, por haber alcanzado cotas de desarrollo y de empleo envidiables gracias al esfuerzo y el trabajo de los espa?olitos. Hoy Sarkozy, si tuviese elecciones de nuevo, tendría que cambiar su discurso con respecto a Espa?a. Prácticamente ningun país desarrollado alcanza tales niveles de desempleo, que yo calificaría de vergonzosos.
Tan sólo es necesario comparar estos datos con los de países como Estonia, Lituania y otras repúblicas de tama?o equivalente en Europa. Estos países, recién salidos de la órbita comunista pero que han adoptado medidas liberales, tienen niveles de desempleo mucho más bajos que el nuestro. Lógicamente esta comparación no es completa, porque nosotros gozamos de un estado de bienestar y de un nivel de vida muy superior al suyo, pero esto tampoco puede ser excusa. La conclusión es que ? camarón que se duerme, se lo lleva la corriente ? y si seguimos de esta manera, con este déficit de la cuenta corriente apocalíptico, en Espa?a pronto olvidaremos la euforia y la riqueza de estos últimos a?os. En Francia el tema de la crisis también está en la calle, pero no hasta convertirse en obsesión, y yo creo que es porque hace a?os que este país languidece y se deprime por el recuerdo de sus glorias pasadas y además también hace unos cuantos a?os que el crecimiento económico de Francia es mitigado. Esto es lo que da el caer de más alto, que la resaca también es más grande.
Otro dato que me ha llamado la atención es el precio de los apartamentos, equiparable al que existía antes de la crisis, como si los vendedores no tuviesen ninguna prisa por vender, ninguna urgencia de liquidez (por pérdida de trabajo por ejemplo). A estos niveles, y con los compradores mejor informados, con el agua al cuello en algunos casos, y con los bancos cerrando el grifo del dinero por la creciente morosidad y las expectativas de la economía nada halagüe?as, es imposible que exista un mercado. Y así me lo confirmaba una amiga de mi padre que regenta una agencia inmobiliaria. No hay mercado, nadie vende y nadie compra, por el momento, porque los precios siguen a niveles insostenibles. Los precios siempre son ? pegajosos ?, como dice la teoría económica, pero nunca hasta ahora habia podido comprobar hasta qué punto este efecto es asimétrico, es decir, muy pegajoso a la baja, y algo menos pegajoso al alza. Pero todo acaba llegando y esta corrección era inevitable.
En Espa?a ahora hay grandes fortunas, que en época de crisis y aprovechando la falta de liquidez de algunas empresas, se pueden enriquecer todavía más. Época de crisis es paradójicamente también época de oportunidades. Si tienes, lógicamente, aquello que más se requiere y se busca con más ahínco, que es el dinero. Así me lo hacía saber alguien bien situado también, que andaba ojo avizor con compa?eros suyos, a la búsqueda de una buena oportunidad en la que invertir a medio plazo a un precio razonable.
Una cosa que no cambia es la televisión. Cada vez que vuelvo a Espa?a y enciendo el trasto me doy cuenta de hasta qué punto nuestra clase política, venga de donde venga, es impresentable. A mi memoria vienen frases optimistas y ambiciosas, de representantes del pueblo espa?ol, sobre las perspectivas de mejora de la calidad de nuestra televisión. Y es que la televisión en Espa?a es un verdadero infierno: programas nefastos y chabacanos, publicidad hasta en la sopa, y a tal frecuencia que cualquier película se hace insoportable, etc. La lista es larga. Y aún así, el ente público, radiotelevisión espa?ola, es muy deficitario. Nuestros vecinos franceses salen mejor parados en la comparación. Supongo que por el celo que ponen y la envidiable idea común que tienen sobre la calidad de la educación para aumentar el bienestar del conjunto de la sociedad. A pesar de un impuesto anual de unos 150 euros para sostener la television pública y educativa, y que yo considero injusto pero eso es otro tema, lo cierto es que un día cualquiera por la noche te encuentras con un programa de viajes, de economía, sobre temas pintorescos como el hombre y el mar, documentales de historia y ciencia, etc. No digo que el sistema sea perfecto, porque los mismos franceses lo critican con insistencia. Lo único que digo es que cuando lo comparo al de Espa?a me dan ganas de llorar, y me pregunto si los espa?oles, en consecuencia, son mejores y mayores lectores que los franceses, pero ni aún así?..
En último lugar, una reflexión. Me paseaba yo con mi padre y hablábamos de nuestras cosas. De cómo los tiempos han cambiado. Llegamos a la conclusión de que en Espa?a hoy somos más ricos, lo cual es evidente, pero vivimos peor. Y esto es un tema que me lleva de cabeza. No sé si es la presión inmobiliaria, es decir la fracción de tus ingresos que destinas a alojarte en una vivienda, u otros motivos externos como el que la gente se vuelva cada vez más avara o como el que tus expectativas son cada vez más inalcanzables (sobre este tema ya he hablado en otro artículo), pero estoy convencido de ello. Aunque esto también es otra historia. El cómo en países de desarrollo medio se puede vivir mejor que en países muy desarrollados (y lógicamente poco desarrollados). ?No habría entonces una especie de problema de optimización ? Es decir a medida que te desarrollas, incrementas tu bienestar, según una curva ascendente, hasta un punto en el cual la curva alcanza un máximo y un incremento de la riqueza implica una disminución de la calidad de vida de los ciudadanos. Mucho me temo que en Espa?a, como en la mayoria de los países de occidente, hayamos ya atravesado este punto, en el que mayor riqueza no implica mayor felicidad.
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