Ave Crisis, los caídos en el crédito te saludan
Crisis, angeles caídos, saludan
@R. J. L. - 02/01/2009 06:00h
Inmobiliarias y constructoras, junto a bancos y cajas de ahorro. Fortunas de renombre y nuevos ricos. Hipotecados a 40 a?os. Todos han caído bajo el fuego de la crisis. Pero algunos lo han perdido todo y han pasado de nadar en las aguas de la abundancia a verse ahogados en el remolino de la crisis de crédito. Los nombres propios del desmantelamiento de la economía basada en la financiación ajena más que en el capital propio. Un artificio que llevó a algunos a creerse los reyes del mundo y, a otros, a empe?ar todo su imperio en las expectativas de hacerlo todavía más grande. Y lo que es peor. Otros se han llevado por delante las empresas que dirigían por haberlas expuesto en exceso al crédito y las inversiones financieras.
Unos han perdido su patrimonio, otros sus puestos de decisión. Dos crisis, la espa?ola y la internacional, fundidas en una sola y explosiva combinación que se los ha merendado. Fernando Martín es quizá la figura más representativa de la caída. Tras crear un peque?o imperio inmobiliario en torno a su peque?a Martinsa, su fuerza emergente le llevó en 2006 a intentar comerse a la más grande, la Fadesa de Manuel Jove, tras endeudarse en miles de millones de euros. Martinsa Fadesa, el conglomerado inmobiliario resultante de la aventura, ha terminado en concurso, el eufemismo jurídico que describe a la empresa que suspende pagos y, por tanto, se convierte en morosa. Pasto de sus acreedores, de la banca.
Como lo fueron en 2007 dos de los creadores de expectativas de mayor poder que han cruzado la bolsa espa?ola: Enrique Ba?uelos, con Astroc, y Luis Portillo, el verdadero dios del ladrillo y el apalancamiento, capaz de atraer tras su estela a inversores de alto standing como Alicia Koplowitz, y a todos los se?ores del ladrillo espa?oles como la familia Nozaleda, los Santamaría, Carabante, Díaz de Mera.... Todos se han sentado en la misma mesa que Portillo y se vieron encadilados por aquel tipo mundanal capaz de hablar de operaciones como quien juega al monopoly. Un hombre hecho a sí mismo, como el tópico, ducho en el uso del refranero espa?ol con marcado acento andaluz y mago de la sabiudría popular, aquella que dice que 'los pisos nunca bajan'... solo que Portillo se saltó la crisis del 1992.
Pero los grandes apellidos no se quedan aquí. Uno que salió de la nada y llegó a lo más alto se estrelló, precisamente, en este 2008. Luis del Rivero, mentor de Sacyr Vallehermoso junto a Manuel Manrique o José Manuel Loureda, lo llegaron a tener todo... o casi. Tenían socios financieros riquísimos como Demetrio Carceller o Juan Abelló. Tenían una constructora (Sacyr). Consiguieron una inmobiliaria (Vallehermoso 2002) y la mayor empresa de autopistas en Espa?a (ENA en 2003). Llegaron a entrar en el capital de BBVA y pedir representación en la gestión (2004). Se comieron un tercio del capital del potente grupo francés Eiffage y engordaron a sus autopistas con adquisiciones. ?Se podía ser más grande?
Claro. Escoltado por la banca espa?ola, Del Rivero y los suyos eran los gigantes del cemento y ladrillo, no por fabricarlo, sino por utilizarlo como generador de ingresos que garantizaba la concesión de cualquier crédito por grande que fuese. Por el camino se comieron un 20% de la petrolera Repsol (2006), paso fundamental en la estrategia de diversificación de las constructoras espa?olas: hacerse con la gestión de la energía, un sector regulado al que sólo pueden acceder quienes cuenten con el visto bueno de las autoridades. También lo hicieron la Acciona de Entrecanales (Endesa en 2006) y la ACS de Florentino Pérez (Fenosa en 2005 e Iberdrola en 2006).
Pero a Sacyr, la cosa se fue de madre. La deuda financiera neta, algo así como todos los deberes con la banca de la compa?ía, se fue a los 20.000 millones de euros. Una piramide de créditos que vencían sucesivamente y que se cimentaba en el valor de lo comprado. Pero cuando estos activos comenzaban a depreciarse se solicitaban las garantías descritas en la letra peque?a. Y luego más garantías. Y más. Hasta que sólo se puede dar la camisa. Sacyr ha terminado por desmantelar su castillo de naipes y desapalancar (desendeudarse) y pagar las facturas acumuladas tras a?os de operaciones con dinero ajeno, el de los bancos. Primero saliendo de Eiffage, después con la venta de Itínere y ahora con Repsol. La banca ya dibuja los destinos de Sacyr Vallehermoso, que cotiza en bolsa lo peor: las ventas forzadas de sus filiales con mejor salud y, por tanto, con mejor cartel de venta. Los 1.900 millones de valor en bolsa se quedan en una décima parte de los créditos que debe la empresa.
Como ha ocurrido con el escándalo de Madoff, los ricos llevan meses que no quieren salir en la foto. Nadie quiere hacer negocios con el que pierde y el dinero vive de los mitos, como ocurría con Bernard Madoff. En Espa?a, las grandes fortunas se han visto igualmente golpeadas por el colapso bancario y las restricciones de crédito vivido en 2008. Si al mileurista le cuesta Dios y ayuda cargar con créditos de 200.000 euros en adelante, al 'cienmillonario' en euros también le sangran las manos si lo que deben son 1.000 millones. Caso, por ejemplo, de las familias Nozaleda o Sanahuja, cuya otrora fortuna en bolsa se ha esfumado al ser ejecutada por la banca, e incluso no ha sido suficiente. Otros se salvaron, como los Santamaría, por la piedad financiera del Banesto que les vendió Urbis en 2006 por 3.700 millones de euros y ahora se ha convertido en aliado para sostenerles mediante sociedades conjuntas.
Pocos han escapado del calvario. Si de dinero se trata, el que más perdido en toda esta vorágine es el número uno, Amancio Ortega, cuya fortuna demostrable se codeaba con los 20.000 millones de euros, a valor diario en bolsa, en la primavera de 2007. A día de hoy se le han escapado más de 8.000 millones, nada menos que 1,3 billones de las antiguas pesetas. Pero si antes no les prestó atención a esas cifras, tampoco ahora debería hacerlo. Y es que 2008 ha demostrado una máxima del conductismo y la relatividad: las cosas valen lo que alguien paga por ellas en el momento de la transacción. Sólo en ese momento tienen un valor intrínseco, que no vuelve a aparecer hasta que cambian de manos otra vez. Es lo que ha ocurrido con la burbuja inmobiliaria espa?ola o la del crédito a nivel internacional.
Sin llegar a la ruinda, también han perdido gran parte de su patrimonio latente familias como Del Pino, Koplowitz, Botín, March o Entrecanales, que en los tiempos de euforia económica, hasta 2007, llegaron a superar los 5.000 millones de euros por cada clan. Han perdido mucho. O lo han dejado de ganar que dirían los puristas. Pero sobrevivirán. Las grandes fortunas, aquellas gestadas en negocios familiares, seguirán siendo ricos a pesar de la crisis. Sólo algunos respiran tranquilos, aquellos que vendieron en 2006. El logro?és Mario Losantos tras soltar las acciones de Riofisa por 2.000 millones o los Fernández Fermoselle tras embolsarse otros 1.000 millones antes de la crisis. El gallego Manuel Jové tras vender a tiempo Fadesa, primero sacándola a bolsa y después vendiendole el resto a Fernando Martín. Total, otros 4.000 millones.