´Yo vivía bien´Perder el empleo y poder acceder a una prestación implica largas esperas ante las oficinas del INEM, madrugar para hacer las gestiones rápido y saber los entresijos de los trámites burocráticos
R. CARRIZOSA "Yo vivía bien". La frase podría pasar inadvertida en cualquier conversación. Pero, hoy, en boca de un parado se convierte en una reflexión cargada de mensaje. Una expresión aparentemente sencilla, pero que encierra la crudeza de una situación a la que muchos alicantinos se han visto abocados por culpa de la crisis.
En este caso la reflexión es de Nicolás, un joven de 32 a?os que en apenas unos días ha pasado de tener un empleo como repartidor a hacer cola en las oficinas del Inem y el Servef para tramitar la prestación. Ahora le "pesan" la hipoteca, el préstamo del coche y salir adelante día a día...
A algunos la cotización acumulada les permite recibir una prestación mensual de 800 euros durante un tiempo, pero la inmensa mayoría de los perceptores que hacen cola asegura que sólo recibirá poco más de 400 euros, según la ayuda. Para muchos, la familia se convierte en la fuente de financiación más directa.
Nicolás es uno de los 3.765 alicantinos que el pasado mes de octubre perdió su puesto de trabajo y uno de los más de 186.000 que la provincia tiene registrados ya sin ocupación. "El primer día que vine a la cola, miraba a un lado y a otro y sólo veía a gente y gente que estaba igual que yo. A algunos, incluso, los reconocía de empresas a las que iba a entregar pedidos".
Uno de los días de esta semana acudía por segunda vez, pero para ayudar a otros compa?eros a tramitar la documentación "para que no pierdan tiempo". Esta solidaridad se repite en otros casos y resulta casi imprescindible para cambiar números con otros interesados, si puedes y quieres hacer las gestiones antes de que cierren las puertas. Y es que para hacer la cola por primera vez, luchar contra la burocracia y "salir con los papeles" en un solo día casi se necesita un doctorado y "darte un madrugón".
Si eres "novato, tienes que venir dos veces para arreglarlo todo" porque los pocos más de cien números, aproximadamente, que se dan cada ma?ana se agotan casi en los primeros veinte minutos desde la apertura de las oficinas, a las 09.00 horas. Nicolás madrugó y había cogido el número 4 para su amigo Víctor. No obstante, al final, se lo cambió al que tenía el 21 para que a Víctor le diera tiempo a cumplimentar los formularios.
Pero mucho antes del trasiego -escaleras abajo, escaleras arriba- de la cola del Servef a la del Inem; a las seis de la ma?ana los aleda?os de las dependencias de los servicios de empleo comienzan a poblarse de trabajadores en paro con rostros que muestran evidencias del sue?o recientemente interrumpido y que luchan contra el frío de la madrugada y la cruda realidad, muchos encerrados en sus pensamientos durante la espera. No quieren hablar.
El primero
Omar es argentino y lleva varios meses en paro. El día que le tocaba renovar la prestación llegó el primero a las oficinas de Los Ángeles, de Alicante, a las 05.50 de la ma?ana. Todavía era de noche y mientras él esperaba a que abrieran, por la carretera cercana circulaban coches que, probablemente, conducían empleados -también somnolientos- pero que, al contrario que él, se dirigían a su puesto de trabajo.
"?El último?". Omar da la vez. La pregunta se repite sucesivamente en las horas centrales de espera -desde las 06.30 a las 08.15 de la ma?ana-. El turno se respeta y, por eso, cuando se acerca la hora de apertura, algunos acuden a la cafetería de la esquina. Hace falta entrar en calor con un café. Con las primeras luces de la ma?ana, alguno también se atreve a fumar el primer cigarro.
Hace un a?o Omar se dedicaba al montaje de fontanería, pero la crisis de la construcción le expulsó del mercado laboral. Ahora, renueva la ayuda cada tres meses (poco más de 400 euros) y aunque vive solo, reconoce que a mitad de mes "tengo que vivir al céntimo".
"Sopas, verduras, patatas, huevos y mucha comida caliente" es la base de un menú que se ha convertido casi en habitual para la pareja formada por Paqui y Antonio. Ella tiene 45 a?os y él 49. Sus hijos ya no viven con ellos, pero aun así, los ingresos familiares se han visto reducidos por culpa de la crisis inmobiliaria. "En las más de veinte empresas en que he estado a lo largo de mi vida laboral, nunca he pasado seis meses parado", admite Antonio, que ha trabajado de encofrador. Ahora ya conoce esa situación, y poco antes de las siete de la ma?ana se encontraba entre la decena de personas que hacía cola. Transcurridas casi tres horas, Antonio salía con su prestación aprobada. "?La cuantía? Lo veremos el día 10 cuando me la ingresen, ahora sólo te dicen una aproximación". Quizá, sea de los afortunados que perciba 800 euros. La mitad de la prestación le serviría, entonces, para pagar los 400 de cuota mensual de la hipoteca, "que es sagrada", subrayaba Paqui. Ella tenía más dudas sobre si tendría derecho a una ayuda. "Dicen que hay una para amas de casa de más de 45 a?os. Dicen que es de 300 euros". No estaba segura antes de entrar y tampoco cuando salió de las oficinas. "Me vendría muy bien porque ahora no hay para nada". Este a?o no han celebrado su aniversario de boda "y de comprarme ropa, me he olvidado". Aun así, Paqui admite que "nosotros ya no tenemos cargas familiares. Los que están más desamparados son los jóvenes con ni?os que no tienen trabajo. Eso sí que es duro. Están destrozando a las familias y hay que alzar la voz". Paqui y Antonio esperaron en las dos colas: la de arriba, la del Instituto Nacional de Empleo (Inem) para solicitar la prestación y, la de abajo, la del Servef, donde hay que inscribirse antes como demandante de empleo para tener una ayuda.
"A ver si..."
La de abajo es más fluida, aunque, quizá, más compleja. Los funcionarios, probablemente, tienen que tener preparados todos sus recursos y reflejos ante la multitud de situaciones y casuística que se les presentan. Esta cola sería la del "a ver si..." "A ver si tengo derecho a la prestación"; "a ver si ya están todos los documentos"; "a ver si me la aprueban y cumplo las condiciones" o "a ver si cuaja la oferta de trabajo para la que me han llamado". Su paso por ella es imprescindible.
Otro desempleado -llamado también Antonio- estaba de los primeros para entrar en la oficina de arriba. Tiene 62 a?os y una larga temporada en situación de desempleo. Es pintor y hace unos meses fue contratado para las brigadas de limpieza de grafitis, en Alicante. "Estuve con siete más y ahora estoy en el paro". Ha pasado de tener un salario "a percibir una ayuda de 440 euros", asegura. Antonio dice que es su primera prestación. La cotización anterior, sumada a la del último trabajo, le permite ahora percibir la ayuda. "El problema será cuando se agote. Además, para la jubilación me quedan 750 días de cotización para acceder a la pensión mínima". Ese era su pesar antes de las nueve de la ma?ana, pasadas las diez, su cara era otra. De momento, le habían aprobado la prestación. El día 10 del próximo mes tendrá ingresada la ayuda en su cuenta bancaria. Como era de los primeros de la cola, apenas tardó tres cuartos de hora desde que abrieron las oficinas. Tuvo suerte. Otros esperan más tiempo, sentados en el interior de las dependencias, confiando en que su número salga pronto en los paneles electrónicos.
El momento de abrir las persianas metálicas a las 9 de la ma?ana rompe con el silencio y las caras ensimismadas de la madrugada esperando turno. El sol ya calienta en algunas zonas y en el colegio cercano se oyen las voces de los escolares entrando a las aulas. Cogido el número, algunos fuman y otros empiezan a rellenar solicitudes: carpetas verdes, azules o amarillas, según las ayudas. Las principales: prestación contributiva (por cotizaciones por un periodo mínimo de 360 días dentro de los seis a?os anteriores a quedarse en paro); subsidio de desempleo (para los que agotaron su prestación, pero no tienen cargas familiares y son mayores de 45 a?os. El más extendido es el de mayores de 52 a?os) o la Renta Activa de Inserción (para los que están situación de necesidad económica).
Una vez rota la uniformidad de la cola, con los numeros en la mano comienzan las conversaciones entre los jóvenes parados, amas de casa, desempleados de la construcción, fijos-discontinuos, parejas sin trabajo, pero también las hay en las que, al menos, uno de ellos tiene empleo y el otro percibe un ayuda por hijo a su cargo. Hay parados de 23, de 40, de 32, de 52 y de 62 a?os... Casi podría hacerse con las edades que se mezclan en la cola combinaciones matemáticas al capricho de cualquier experto.
También hay pintores. De negociar con las galerías de arte sus exposiciones o ventas, Carlos -de 58 a?os- ha ido al Inem a ver si tiene derecho a una prestación "porque he cotizado durante 20 a?os". La crisis inmobiliaria también ha llegado al arte. Carlos habla con Jorge, un colombiano de 54 a?os, que, con ocho meses en paro, acude para solicitar la "ayuda de Zapatero", de 420 euros mensuales. Antes enviaba parte de su salario a su familia que vive en Colombia. Ahora vive del subsidio.
El dinamismo de las gestiones se apaga cuando acaban los trámites "y te vas a tu casa y empiezas a pensar en tu situación e inicias la rutina de echar currículums en todas partes", coinciden muchos. Paola acude a renovar la prestación de la ayuda familiar. Como ha madrugado, tiene el número 24. Si tiene suerte, antes de una hora estará en casa.
http://www.diarioinformacion.com/dominical/2009/11/08/vivia/949241.html