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'En Paracuellos, Carrillo adoptó una operación en marcha'
El secretario del Comité Nacional de Unificación de las Juventudes Socialistas y Comunistas, durante un mitin en las Ventas. EFE
Julius Ruiz publica un trabajo sobre el episodio de la Guerra Civil
Carrillo fue el 'facilitador' de Paracuellos
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ÁNGEL VIVAS Madrid
ACTUALIZADO 29/10/201503:32
Para el franquismo, las matanzas de presos de su bando en Paracuellos quedaron como el símbolo del terror rojo. Desde hace bastantes años, pero no necesariamente desde el principio, hablar de Paracuellos era apuntar al considerado por el régimen el máximo responsable de los hechos, Santiago Carrillo, por haber sido este delegado de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid (una suerte de gobierno de emergencia para suplir al verdadero que se había ido a Valencia) en aquellos días.
El hispanista británico Julius Ruiz acaba de publicar el libro más reciente sobre el asunto, Paracuellos, una verdad incómoda (Espasa). El historiador entra a fondo en las responsabilidades, entre otras varias cosas, y matiza muchos aspectos del asunto. Según él, a Carrillo no le corresponde la mayor responsabilidad; a los asesores soviéticos, prácticamente ninguna; y al gobierno republicano, mucha.
"Yo me remonto a la semana anterior al 6 y 7 de noviembre, cuando se produce la primera saca de presos; y en ese momento el gobierno está todavía en Madrid", dice Julius Ruiz. En esa última semana de octubre, los soviéticos están empezando a llegar y Santiago Carrillo no ha sido nombrado todavía delegado de Orden Público. "Carrillo adopta una operación en marcha", añade el historiador, "y uno de los jefes soviéticos, Orlov, está más interesado en el traslado a Moscú del oro español".
"No hay pruebas de peso sobre la participación soviética. Lo que hubo fueron algunas jactancias de ellos mismos sobre su participación, pero esas jactancias en sus informes a Moscú son poco fiables, obedecen a su deseo de no parecer blandos cuando saben lo que está ocurriendo en los procesos estalinistas en los que se persigue a cualquier presunto desafecto".
Carrillo, como Largo Caballero o los militares republicanos Miaja y Rojo, son definidos por el historiador como "facilitadores". El ministro García Oliver fue algo más. Cuando el vasco Irujo se quejó de las matanzas, García Oliver vino a decir que la guerra había que hacerla con métodos crueles; lo que, entre otras cosas, implica, como dice Julius Ruiz, que "todo el mundo sabía lo que pasaba en Madrid".
El cementerio de los Mártires, en Paracuellos del Jarama. JULIÁN JAÉN
"Los asesinos fueron la gente del Comité Provincial de Investigación Pública, la checa de Fomento", añade. "Carrillo dio apoyo logístico y político a los asesinos, pero no impulsó las matanzas en su origen. Carrillo obedece la autoridad del gobierno y, cuando éste, por las presiones internacionales, decide parar las sacas, Carrillo acepta nombrar jefe de prisiones al anarquista Melchor Rodríguez que pone orden y acaba de momento con las sacas. Luego, García Oliver hace que destituyan a Melchor Rodríguez, el llamado ángel rojo por la cantidad de vidas que salvó, y las sacas se reanudan. El gobierno tiene un papel fundamental porque, cuando quiso, terminó con las sacas. Si Largo Caballero hubiera dado antes esas órdenes, no hubieran ocurrido las matanzas".
En la gradación de responsabilidades, a Margarita Nelken le corresponde la mayor como encubridora. Por su conocimientos de idiomas, fue la encargada de atender a una delegación de diputados británicos que vinieron a interesarse por el asunto; y lo hizo tan bien que los parlamentarios volvieron diciendo que no pasaba nada.
En cuanto a las cifras de asesinados, Julius Ruiz da la de 2.400-2.500; y señala que, si se habla de exterminio, éste se produjo más entre los falangistas que entre los militares. "Muchos militares se salvaron por suerte, ya que la clasificación de los presos por su peligrosidad, fue arbitraria dentro de una lógica, además de que se hizo en horas, no en días; hubo coroneles que se salvaron y soldados rasos que fueron fusilados". También hubo presos que fueron verdaderamente evacuados sin llegar a ser asesinados. "Fue una matanza organizada, pero la maquinaria de destrucción no siempre funcionó bien", dice el historiador.
Una paradoja de aquel episodio es que se inició para acabar con una quinta columna que, en realidad, no existía, según Ruiz, pero empezó a organizarse a raíz de las matanzas. Otra, que Paracuellos pudo convertirse en el símbolo de la reconciliación cuando (muchos años después y ya sin pelotones de fusilamiento) en el entierro de Melchor Rodríguez -febrero del 72, ojo- coincidieron personas de derechas a las que había salvado la vida con militantes anarquistas que no se privaron de cantar A las barricadas. Pero a la reconciliación de verdad le faltaban todavía unos años.