Juzgan a un joven que mató a un guardia civil de Tráfico al huir de varios controles
La AUGC se concentra el martes a las puertas de la Audiencia de Zamora
22.11.09 - 01:22 - EL NORTE | ZAMORA
El 11 de julio del 2007 protagonizó una carrera suicida durante más de una hora que acabó en tragedia. Dos a?os después, P. A. F. se sienta en el banquillo de la Audiencia Provincial de Zamora para responder de varios delitos contra la seguridad en el tráfico con resultado de homicidio que le imputa la acusación.
Con motivo de la vista oral, programada para el martes, representantes de la junta directiva nacional de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) realizarán una concentración a las puertas de la Audiencia.
El agente de la Guardia Civil Miguel Ángel López López falleció arrollado por el vehículo conducido por el acusado, que eludió un control policial y fue perseguido durante cerca de 150 kilómetros hasta la autovía A-52, cerca de Puebla de Sanabria. Los disparos intimidatorios de la Guardia Civil y los coches que le obstaculizaban el paso, a los que embistió, lograron dar fin a la frenética carrera de más de una hora del joven palentino y su acompa?ante, de Baracaldo (Vizcaya).
El suceso, que tuvo en jaque a la Guardia Civil de León y Zamora y obligó a desplegar un amplio dispositivo policial, comenzó en un control de carretera rutinario. Los agentes de la Guardia Civil instalaron el punto en la autovía A-231 que une León y Burgos, a la altura de la localidad de Santas Martas, a 27 kilómetros de la capital leonesa. Al acercarse al control, un vehículo realizó una maniobra evasiva y emprendió la huida a toda velocidad. De inmediato los agentes se pusieron a perseguirle.
El coche, un Opel Kadett con matrícula de Palencia, continuó hasta la confluencia con la A-66 Ruta de la Plata, donde tomó este trayecto de doble vía en dirección a Benavente. Era seguido de cerca por varios agentes mientras el conductor ignoraba las indicaciones de la Benemérita para que parara. En un momento de la persecución, a la altura del municipio de Villaquejida, ya cerca de la provincia de Zamora, dos motoristas del Subsector de Tráfico lograron ponerse en paralelo a la altura del turismo, uno a cada lado. Lejos de atender a sus indicaciones y parar, el coche dio un volantazo y arrolló una de las motocicletas, que la empotró contra el guardarrail de la autovía. El brutal golpe causó la muerte en el acto del agente.
Estupefacientes
Probablemente influido por las sustancias estupefacientes que había consumido o por alguna enfermedad de origen psiquiátrico, el conductor continuó su carrera suicida y al llegar a la confluencia de la A-66 con la autovía A-52 Rías Bajas se desvió por esta última carretera, en dirección a Galicia.
La Guardia Civil, que había movilizado todos los medios disponibles en la zona, decidió instalar rápidamente un nuevo control policial en la autovía, a la altura de los términos municipales de Palacios y Otero de Sanabria, ya cerca de Puebla.
El conductor no sólo no paró a la altura del control donde finalmente fue detenido. sino que no tuvo ningún reparo en arrollar a los vehículos que le obstaculizaban el paso. El freno del golpe con los otros coches y los disparos intimidatorios de la Benemérita pusieron fin a una alocada carrera que se había llevado por delante la vida de un agente de la Guardia Civil casado y con dos hijos de corta edad.
Al ser detenido, P. A. F., que entonces contaba 25 a?os de edad, presentaba un estado de excitación inusual y se encontraba muy afectado, al parecer, por la ingestión de drogas, por un trastorno psiquiátrico o por ambas cosas a la vez, según la información que facilitó la Delegación del Gobierno.
El estado de excitación del joven hizo necesario que se le administraran tranquilizantes en el mismo lugar de la detención. Después, junto con la chica con quien viajaba, fueron detenidos y conducidos al cuartel de Puebla de Sanabria, donde confesaron que llevaban tres días seguidos de fiesta y que habían ingerido numerosas drogas.
En un principio, las características de la huida hicieron pensar que pudieran ser terroristas.
A esta hipótesis contribuyó también el hecho de que los jóvenes no llevaban el DNI ni el carné de conducir encima y únicamente tuvieran una fotocopia del documento de identidad para acreditar quiénes eran.