«En cuanto escuché la cinta supe que tenía una prueba muy bestia para haber evitado el 11-M»El guardia civil David Robles, ya retirado, narra por primera vez lo sucedido con la casete.
«Quienes la habían escuchado a tiempo hicieron una chapuza».
«Fui interrogado como si fuera un acusado, bajo amenazas».
«Hubo más elogios para quien ocultó la cinta».
Imagen El ex guardia civil David Robles posa en la redacción de EL COMERCIO con tomos en los que se recogen los atentados y la destitución de Bolinaga. A la derecha, en Cancienes.
Once años después de los atentados y ya retirado de la Benemérita, narra por primera vez lo sucedido con la casete que probó el tráfico de explosivos en Asturias.
GIJÓN. Tenía 17 años cuando anunció en casa que quería ser guardia civil, como el abuelo Adolfo. Era aún menor de edad, así que necesitó el permiso paterno para ingresar en la academia. Después seguirían sus pasos sus hermanos, uno de ellos, su gemelo. «
Me encanta la Guardia Civil», insiste una y otra vez, pero el pasado 30 de octubre el Boletín Oficial de Defensa publicó su baja del servicio, su retiro del instituto armado.
Para llegar a esta fecha hay que remontarse muy atrás. Al 15 de octubre de 2004. Ese día puso en marcha su grabadora con una vieja cinta que había encontrado un año antes en el suelo, en el patio del cuartel y a la que nunca dio importancia. La cinta empieza a rodar: «Hola, soy Campillo de Información». Y después las palabras «striptease» «Horóscopo», «bombas con móviles», «mil kilos de explosivos»... No le hizo falta escuchar más, «tenía en las manos la prueba más clara de que antes de los atentados del 11-M se sabía de la intención de vender explosivos en Asturias». Su mundo se derrumbó, porque hasta ese momento todos los mandos de la Benemérita habían negado la existencia de estos precedentes en la comisión de investigación de los atentados. «Supe desde el principio que aquello era material sensible». Y lo fue: «Fui coaccionado, interrogado y tratado como un acusado».
Hoy, once años después de aquel hallazgo y ya jubilado, David Robles Ramos (Avilés, 1973) cuenta por primera vez lo mucho que su vida se complicó tras revelarse el contenido de una cinta que dejó en evidencia el fracaso de las investigaciones sobre explosivos en Asturias antes del 11-M. «Ya no soy guardia civil, y ahora quiero hablar».
Este es su testimonio. –Retirado de la Guardia Civil después de 25 años, ¿por qué ha obtenido la jubilación?
–Tengo una limitación física desde el año 2000. En una intervención en Ribadesella, un conductor con el coche mal aparcado me agredió y me partió la rodilla contra un bordillo. Hubo bofetadas para todos. Nunca pensé en explotar esta lesión, pero tras la cinta no me quedó más remedio. O me retiraban o me iban a expedientar o echar. ¿Quién sabe?
–¿Qué pasó tras el hallazgo de la cinta?
–Todo cambió. Hay mandos que no volvieron a saludarme. Recuerdo un día en que tuvimos una comida de mandos de distintos puestos, yo fui en sustitución de mi sargento, que estaba fuera, y nadie se sentó a mi lado. A partir de ahí noté que el ambiente era raro y me hicieron el vacío siempre. «Le jodiste la vida a Bolinaga», me dijo alguno. «Se la jodió él solo», contesté.
–¿Por qué cambian de actitud respecto a usted, si solo encontró la cinta?
–Por cómo se produjeron los hechos y porque yo pedí un recibo a mis superiores para entregarla. Hay que tener en cuenta que yo entrego la cinta y hasta veinte días después no se conoce su contenido, por lo que durante ese tiempo la ocultaron y, en consecuencia, los mandos, el entonces coronel Pedro Laguna y el teniente coronel Antonio Rodríguez Bolinaga, estaban mintiendo en sus comparecencias ante la comisión de investigación del 11-M. Hasta que la cinta saltó a la luz pública, y quedaron en evidencia.
–Aquello ocasionó la destitución inmediata de Bolinaga...
–Sí, claro. A Bolinaga, además, le cayeron diez días de empleo y sueldo y estamos hablando de los mayores atentados ocurridos en suelo europeo. Ocultó la cinta. Pero también creo que tenía que haber caído más gente.
–¿Cómo encontró la cinta?
–Fue unos meses antes del 11-M, creo que más o menos a finales de 2003. Estaba en el suelo, en el patio, mojada y había algo escrito: ‘Castillo’, leí yo; luego supe que ponía ‘Campillo’. Pregunté a mis compañeros si era de alguien. Dijeron que no. Y la guardé. Era una casete vulgar, no había nada en ella que hiciera pensar que su contenido sería material sensible. Yo tengo otras similares, son las que usamos los guardias habitualmente para hacer grabaciones...
–Parece extraño que no la haya escuchado.
–Parece, porque después ocurrieron los atentados del 11-M, pero esos hechos no se habían dado. Para mí fue como encontrarme un lápiz o un bolígrafo, lo cogí y la tiré por casa... La olvidé. Esa curiosidad que puedan tener otros a mí no me mató y no la escuché.
–¿Y por qué decide escucharla el 15 de octubre de 2004, justo cuando los mandos asturianos tras las detenciones de José Emilio Suárez Trashorras y Antonio Toro están compareciendo en la comisión de investigación?
–Es rocambolesco, pero es como voy a contar. Semanas antes había prestado mi grabadora a una compañera; la hija del capitán Bermejo. Cuando volví a necesitarla se la reclamé y cuando me la devolvió estaba, la verdad, en mal estado, rayada y como gastada. Así que quise probarla para ver si funcionaba y se da la circunstancia de que cogí ‘aquella’ cinta para hacer la prueba. La escuché en el cuartel, estaba solo y en cuanto se activa oigo: «Hola, buenos días. Soy Campillo, de Información». «¡c***!», digo, «¡aquí habla uno de Información!». Y sigue... «Es que yo tengo para vender mil kilos de explosivos», y entonces se van acercando a mí otros compañeros a escucharla. La detengo y me entra el canguelo. Sé de sobra que puede tener que ver con los atentados. Esa tarde me fui al gimnasio con un compañero y en el coche la escuchamos entera. «Ir a Marruecos a montar la cosa desde allí...». «¡Dios santo!», pensamos. Ni gimnasio ni nada. Muy nervioso, me fui a Mediamarkt y pregunté cómo podía hacer una copia de aquello y la hice.
–¿Qué pasó después de hacer la copia?
–Ese día hacía turno de noche. Así que le dejé la original a un compañero. Tenía patrulla y temí que me pudiera pasar cualquier cosa y se perdiera la cinta en una intervención. Me pareció importante conservarla bien. También fui a una farmacia a por algo para los nervios. Estaba fatal.
–Al día siguiente, los mandos se presentaron en Cancienes, tras avisarles su capitán de lo sucedido...
–Así es. Hice una nota, una especie de recibo. Pongo en mayúsculas ‘Toño’, ‘Toro’. ‘Explosivos’. Las palabras que me parecieron un poco clave... Y entré en el despacho. Había tres mandos y pusieron la cinta. Uno de ellos, Ferreiro, le restó importancia. Respiré, aliviado, pero entonces, cuando pido que me firmen el recibo para entregarla, se niegan. Y me extraña. Noto mucha tensión y entonces reaccioné arrebatando la cinta de la mesa: «Esto me quema en las manos, si no se me firma, yo no la entrego». Recuerdo que alcé la voz, y esto hay que entenderlo desde el punto de vista de un guardia civil y nuestra jerarquía, es una falta grave. Al final, Ferreiro accedió a firmar...
–¿No trataron de averiguar si tenía una copia?
–Sí, por supuesto. Dije que no. Y entonces me sueltan: «Esto es material sensible, todos sabemos dónde estamos y dónde podemos acabar». «Como esto salga en la prensa, ¿sabes la que se puede liar, verdad?». Y entonces empecé a pensar que no estaban tan tranquilos como me querían hacer ver. «Ni a compañeros, ni a tu familia. Esto es un secreto, así que no lo hables con nadie», me espetaron.
Lo habitual tras un incidente así en un cuartel de la Guardia Civil es que se abra una investigación interna. Una investigación de carácter reservado en la que se toma declaración formal a los implicados. David Robles aguardó cada día esa llamada de ‘los de arriba’, pero no se produjo. «Me había quitado un peso de encima porque la cinta ya la tenían ellos, pero también me di cuenta de que si la investigación no llegaba, algo pasaba, quizás querrían callar bocas y no decir nada». Hasta que una mañana, la grabación íntegra apareció en la prensa.
–Pregunta obligada: ¿La filtró usted?
–Jamás se me hubiera ocurrido, jamás y menos aún por dinero. Estamos hablando de una masacre. Nunca se me ocurrió, y eso que tuve algún compañero que me lo sugirió. Me vi fuera de la Guardia Civil. Iba por la calle mirando para atrás, ya no te fías de nada ni de nadie. Me entró mucho miedo al ver la repercusión y entonces me llamaron para declarar ante el coronel Búrdalo, en Oviedo.
–¿Cómo fue el interrogatorio?
–De uniforme, lo que indica la oficialidad del asunto, y sin abogado. Me dijeron que yo era un militar y que aquello era información reservada. Me leyeron mis derechos. Y el 90% de las preguntas se centraron en la desconfianza hacia todo lo que yo había hecho. Fue un interrogatorio coactivo; me preguntó ocho veces lo mismo, a la espera de que cambiara la versión: «Recapacite, hombre, diga la verdad, ¿de dónde c*** sacó la cinta y quién la filtró?». Recuerdo que llegué a contestarle: «Aunque sea un simple guardia, tengo el mismo honor que usted». Búrdalo se levantó de su asiento, se quitó las gafas y me espetó: «Eso está por ver; aquí el coronel soy yo, vuelva al principio». Y así estuve aproximadamente hasta cuatro horas.
El guardia David Robles declaró dos veces más en Gijón, porque para entonces ya habían abierto expedientes al jefe de la Comandancia de Gijón encargado de guardar la cinta y a su segundo, Bolinaga y Montero, respectivamente. El 25 de noviembre declaró, además, ante los fiscales Gerardo Herrero, ya fallecido, y José Perals, entonces fiscal Antidroga y hoy destinado en la Audiencia Nacional, donde lleva entre otros asuntos el ‘caso Neymar’. E incluso el juez instructor del atentado, Juan del Olmo, pidió su declaración por escrito, pero el caso de la cinta fue archivado.
–No obstante, su vida en Cancienes no volvió a ser la misma...
–No, fumaba cuatro cajetillas de tabaco al día, dejé de ir al gimnasio. Apenas comía. Bajé diez kilos de peso. Me convertí en ‘el de la cinta’. Cambié de móvil, bloqueé el fijo y adopté todo tipo de hábitos precavidos. Vas de patrulla y estás más pendiente de hacer las cosas bien de cara a los jefes para que no te pillen en nada (porque sabía que iban a buscarme las cosquillas) más que hacia fuera. Una mancha en el zapato puede ser una falta leve, cuatro días de haberes, y una contestación a un jefe si, por ejemplo, te alteras, pena de prisión. Vives con esa tensión y además con tus jefes creyendo que todo fue una conspiración, porque yo, además, pertenecía a la asociación de guardia civiles.
–¿Cómo era el trato con sus compañeros?
–La normalidad vuelve más o menos cuando el fiscal archiva, pero las bromas eran constantes. Humor negro del tipo: «David, de aquí al paredón».
–¿Qué esperaba usted?
–No esperaba medallas, pero que tampoco me echaran tierra encima. Hubo más elogios y homenajes para Bolinaga, que ocultó la cinta, que para el guardia que la entregó. Creo que cumplí con mi deber. Y eso sí que es triste.
–¿Cree que fue acosado laboralmente?
–No son ataques directos, porque hubiera ido a un juzgado, pero ya nada fue igual. Mandos a los que dices: ‘A la orden, mi capitán’. Y no te dicen nada. Solo te miran. O te preguntan si conoces a Trashorras de antes de los atentados, y como saben que sí, porque es gente de la zona de influencia de Cancienes y están fichados, quieren incriminarte también. Te hacen
sentirte anulado.
–¿Por qué cree que ocultaron la grabación?
–Por que se involucraban así mismos. Simplemente acababan de declarar en la comisión que nunca tuvieron indicios de que había tráfico de explivos, y mentían. En cuanto la escuché supe que tenía en mis manos una prueba muy bestia de que los atentados podían haberse evitado. Me asusté, lógico, se lo dije a mis jefes, y casi tratan de incriminarme a mí. Es normal que quisieran esconderla.
–¿Y en qué hubiera ayudado que la cinta se hubiera puesto en manos de un juez cuando se supo de su existencia?
–En que daría más tranquilidad a las familias de las víctimas; no se merecían tener más dudas sobre lo sucedido.
–Cuando la Dirección General de la Guardia Civil emite un comunicado oficial sobre los hechos, da su nombre completo. ¿Es normal?
–No, si no eras un mando. Creo que eso eran señales. Ponerme en el punto de mira. No es normal y yo entonces tenía un gemelo en Intxaurrondo y otro hermano en la academia. Entonces ETA mataba, ¿publicas nombres y apellidos de un guardia civil...?
–¿Intentó promocionarse dentro del cuerpo, ascender?
–¿Para qué? Accedí a un curso para una vacante en Madrid como analista de documentación sobre terrorismo. Te hacen pruebas y después, si las pasas, llegas a una entrevista personal. Fue en Valdemoro, en 2006. En cuanto entré, me dice el entrevistador: «¿David Robles Ramos? ¿De Cancienes? Me suena este puesto, el de la cinta, ¿no?». En tono jocoso. Solo me preguntó sobre la cinta y nada sobre el curso al que quería acceder. Incluso me recordó que tenían con ellos en Madrid a Bolinaga y me echó en cara haber pedido un recibo por la cinta. Fue algo así como decirme que puse a los pies de los caballos a mis superiores. «Eso es lo que cree usted», le dije. «Eso es lo que creemos todos», contestó, y al volver a Cancienes mi teniente me dijo: «Pero bueno, hombre, a ti ¿cómo se te ocurre presentarte a nada, si tienes una cruz encima?». Sales desolado.
–¿Qué piensa de la Guardia Civil?
–Me encanta, pero estoy decepcionado con la institución. No con los guardias, ojo. Homenajean y ascienden a los que meten la pata y pisotean a los que hicimos lo que había que hacer. Siempre seré el guardia de la cinta, y no quiero. Es un episodio que tengo clavado en la espalda. ¿Qué cree, que yo no me pregunto cada día qué habría pasado si la llego a escuchar cuando la encontré? Pues sí, pero también sé que en mi posición habría tenido que devolverla al servicio de Información, no era mi competencia investigar nada más. Ellos la escucharon a tiempo e hicieron una chapuza, solo atendieron a las drogas y no hicieron caso de los explosivos.
–¿A qué se dedicará ahora?
–Estoy estudiando Derecho, ya estoy en segundo. Ahora trataré de desconectar, pero quiero seguir colaborando con la institución. De hecho, quiero especializarme en Derecho Administrativo Militar, porque creo que hay un vacío legal. Además seguiré asociado a la Asociación Unificada de Guardias Civiles, y así quiero seguir vinculado a los guardias.